Si fueses tú.
Aquí estoy a salvo. Las sábanas me protegen,
siete horas sin que nadie pueda morderme,
aunque si fueses tú me dejaría.
Te imagino sentado en esa silla,
observando mi espalda desnuda y recorriéndola con un dedo.
Despierto. Aún quedan cuatro horas. ¿Duermes solo?
Ven, rescátame de mi agonía.
Crúzate en mi camino y regálame una de esas sonrisas tuyas.
Despierto, es hora de enfrentarme al mundo.
Salgo a la calle enfundada en mi coraza,
un barato abrigo negro y una triste bufanda.
¿Dónde habré dejado la armadura y la espada?
Camino por las húmedas calles de Barcelona y
me pierdo en tus ojos negros, en esa sonrisa
que quería comerse el mundo. Y yo con ella.
Congelé el tiempo en aquél ascensor
de la Torre Eiffel, y ahora busco los ojos
que perdí la última vez que los míos lloraron.
Te busco y no encuentro mi viejo París.
Colaboración de Clara España
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