Tradiciones de la Isla de Chiloé.
La noche de San Juan Era común en las familias del lugar una o más personas de nombre Juan o Juana. En torno a ellos giraban las celebraciones que realizaban en la noche de San Juan.
Alrededor del fogón se reunían los parientes y amigos a cocinar un asado de cerdo, a tomar chicha de manzana o vino, a contar chistes, a preparar el tropo con la grasa que se desprendía del asado y a planear y realizar las tradicionales pruebas de la noche de san Juan (la prueba de las papas, de las agujas, etc.).
A las 12 de la noche en algunas ocasiones los valientes hombres que participaban en la celebración salían en busca de los codiciados entierros, que según la creencia, ardían a esa hora.
Del resultado nadie se pronunciaba, por su parte el dueño de casa salía después de las 12 de la noche a guasquear sus árboles frutales para que tuvieran una producción abundante en la próxima temporada.
Pedir la mano La pedida de mano constituía un verdadero ceremonial en la época. El novio debía enfrentarse a los padres de la niña para solicitarla. Aquellos una vez que decidían el matrimonio en común acuerdo con el novio determinaban la fecha en que se realizaría la pedida de mano. En esta ocasión, el novio llegaba acompañado de sus padrinos, quienes solicitaban oficialmente la mano de la niña.
Después de ofrecerle una comida las visitas, los padres de la niña hacían entre de su hija a los padrinos, quienes la tenían en su poder hasta el día del matrimonio religioso. Una vez realizada esta ceremonia, la dama se convertía en la legítima esposa y se quedaba ligada para toda la vida a su marido.
El brujo Sobre un montón de paja se colocaba una persona simulando estar muerta. En la entrada de la puerta dos hombres hacían el papel de perros, quienes aullaban y ladraban incesantemente. Mientras tanto uno, dos o tres brujo saltaban alrededor de la casa y cada vez que los dolientes se descuidaban los brujos entraban a la casa a tratar de sacar el muerto, lo que no conseguían.
Se saca el muerto del lugar y se llevaba al cementerio. Allí el cura provisto de un sombrero con horines bendecía al difunto, quien era enterrado debajo de un montón de paja. Los dolientes que permanecían en el cementerio, se quedaban dormidos, para sacar a golpes o a patadas al desafortunado difunto. El juego finaliza con lamentos de los dolientes y aullidos de los perros quienes se percatan del echo después que los brujos han salido con la suya.
La minga La minga fue una costumbre digan de destacar la época, porque reflejaba la disposición de los hombres del lugar para ayudar a sus semejantes en trabajos tales como: destonque, deschampe, siembra, aporcadura, etc.
El dueño de casa solicitaba la ayuda de varios vecinos para realizar en un día un determinado trabajo. El ayudante era pagado con abundante comida y vino; pero, además, los días eran cambiados, es decir, debían ayudarse mutuamente. Excepcionalmente, cuando la minga se trataba de destronque, el dueño de casa preparaba un baile para los mingueros, como una forma de rematar el trabajo y agradecer a sus vecinos.
La fisca Se llamaba fisca a una vara partida en cuatro tiras iguales en uno de sus extremos, los cuales estaban separadas unas de otras por medio de una cuña. Era utilizada en la extracción de erizos, cangrejos, pancoras, jaivas, etc., a cierta profundidad del mar. Generalmente, los fisqueadores utilizaban el bongo (palo cavado con forma de bote) para realizar dicha actividad.
La pesca al pinche y con corrales La primera se realizaba con cierta frecuencia y consistía en esconder el bote en un determinado lugar para atrapar con lienza ciertos peces preferidos, especialmente la sierra. Aquella constituía el pez favorito de los lugareños y el de mayor abundancia en la época.
Por su parte, la pesca con corrales consistía en atrapar los peces con murallas de piedra o madera, las que encerraban un lugar determinado de la playa. Los corrales de piedra eran levantados, generalmente, en las costas bañadas por el mar abierto. Por el contrario, en la bahía se construían los corrales de varas, las que eran sostenidas por firmes bases de madera llamadas metrenquen.
Los pejerreyes, robalos y a veces sierras eran los peces que con mayor frecuencia se atrapaban en los corrales tanto de piedra como de varas. Los productos de la pesca pasaban a formar parte de la alimentación del lugareño o bien vendidos por dinero o cambiados por otros productos que faltaban en la casa.
Los curantos Generalmente, una vez terminada la actividad de la marisca, las familias se disponían a prepara el tradicional curanto para cocinar en mejor forma los mariscos extraídos.
El dueño de casa con sus hijos mayores procedían a hacer un hoyo en la tierra o a limpiar el ya hecho anteriormente. Luego cargaban el curanto con leña y piedras y le prendían fuego. una hora o más ardía incesantemente la leña, hasta que las piedras adquirían un color rojizo. Cuando esto sucedía todo estaba listo para cocinar los productos. Una vez desparramadas las piedras se construía un círculo con ramas alrededor de ellas. Posteriormente se colocaban los mariscos más firmes como almejas, caracoles, luego se agregaban las cholgas, culenes y navajuelas; así mismo las papas, legumbres, pescados, milcaos y chapaleles. Todo esto se tapaba con pangues y champas. El curanto estaba listo después de una hora o un poco más de cocción
Jorge Díaz Pereira.
2.Año. B. Medio. (410) | | | | | | | |