Un joven soñó que entraba en un
supermercado recién inaugurado y, para su sorpresa, descubrió que Jesucristo se
encontraba atrás del mostrador.
- ¿Qué vendes aquí? - le preguntó.
- Todo lo que tu corazón desee -
respondió Jesucristo.
Sin atreverse a creer lo que estaba
oyendo, el joven emocionado se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría
desear:
- Quiero tener amor, felicidad,
sabiduría, paz de espíritu y ausencia de todo temor - dijo el joven-.
Deseo que en el mundo se acaben las
guerras, el terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la corrupción
y las violaciones a los derechos humanos.
Cuando el joven terminó de hablar,
Jesucristo le dice:
- Amigo, creo que no me has entendido.
Aquí no vendemos frutos; solamente vendemos semillas.
"Convierte en frutos las semillas que
hay en tí".
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