“Pero mientras mantenían a Pedro en la cárcel, la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él”. (Hechos 12:5)
HECHOS 12:5-16 relata una de las historias más hermosas y milagrosas que pueden avivar nuestra fe en momentos difíciles y mostrarnos que verdaderamente la oración que hacemos es poderosa y escuchada por Dios.
Hay personas que piensan que Dios no escucha nuestras oraciones o simplemente no creen ni la mitad de lo que dicen y oran. Pero una Iglesia poderosa es una Iglesia que reconoce y mantiene la oración sin cesar.
Allá estaba Pedro enfrentando un momento difícil. Encarcelado por tan solo predicar el nombre de Cristo. Si algo había aprendido después de haber negado por 3 ocasiones a Jesucristo, era que nunca más lo negaría así le costara su vida. Él había experimentando en su vida el poder de la cruz mediante Jesucristo y quería que otros también conocieran de ese Salvador.
Un detalle importante a señalar es que había una Iglesia unida con un propósito definido y no solo eso, sino que era perseverante y clamaba fervientemente. Una Iglesia victoriosa es una Iglesia unida con un solo pensar y fin. El fin que unía en este momento a los hermanos era clamar por Pedro ya que lo iban a enjuiciar y seguramente buscarían su muerte. Era necesario que Dios interviniera pues todavía Pedro no había completado su misión.
Pero aleluya a nuestro Dios, que justo en el momento en que menos imaginamos obra. Hizo un milagro, envió a un ángel que librara a Pedro de la cárcel. Las cadenas cayeron, los guardias no lo vieron y pudo pasar sin que nadie lo viera. Y cuando llegó a donde estaban reunidos los hermanos que sorpresa recibieron, Dios había contestado su oración. Pedro estaba sano y salvo y les testificaba de lo que Dios había echo.
Hermano querido, nunca subestimes el poder de tu oración ni de tu intercesión. Dios desea que le hablemos, que nos comuniquemos con él, que cautivemos su presencia. Yo soy testigo del poder de Dios lo he experimentando en mi vida y en la vida de muchos. La oración puede hacer cosas en el reino espiritual que nadie más puede hacer. Ora con fe, con devoción, no pidas tan solamente por ti y los tuyos, pide por los que no conoces pero que también necesitan una intervención de Dios. Porque en el momento en que menos imagines verás tu oración más anhelada y preciada contestada. Entonces te sorprenderás como Rode, reirás y cantarás. Y podrás testificar que no serán avergonzados aquellos que depositan su confianza en el Dios de los cielos.
Autora: Brendaliz Avilés