“No puedo” es la peor frase que se ha escrito o hablado,
haciendo más daño que la calumnia o las mentiras.
Sobre ella muchos espíritus fuertes se han quebrantado
y con ella muchos buenos propósitos mueren.
Brota, cada mañana, de los labios de quienes no piensan
y nos roban del valor que necesitamos durante el día.
Suena en nuestros oídos como una advertencia enviada a tiempo
y se ríe cuando tropezamos y caemos por el camino.
“No puedo” es la madre de la iniciativa débil;
es quien prohija al terror y al trabajo a medio hacer.
Debilita los esfuerzos de inteligentes artesanos
y hace del que labora un indolente conformista.
Envenena el alma del hombre con visión,
aplasta en su infancia muchos planes.
Saluda al trabajo honesto con abierto desprecio
y se burla de las esperanzas y lo sueños del hombre.
“No puedo” es una frase que nadie debiera pronunciar sin ruborizarse;
el pronunciarla debiera ser motivo de vergüenza.
Diariamente aplasta la ambición y el valor;
devasta el propósito del hombre y acorta sus metas.
Despréciala con todo tu odio por el error que inculca;
rehúsale el alojamiento que busca en tu mente.
Ármate contra ella como contra una criatura de terror
y todo lo que soñamos algún día lo obtendremos
“No puedo” es la frase que, para la ambición,
es un enemigo emboscado que busca destruir nuestra voluntad.
Su presa es, para siempre, el hombre con una misión
y se inclina tan solo ante el valor, la paciencia y la habilidad.
Ódiala, con odio profundo y permanente,
porque una vez bienvenida, quebrantará a todo hombre,
sin importar la meta que esté buscando.
Más bien, sigue intentándolo
y respóndele a ese demonio diciéndole:
“Sí puedo”.
(De la Red)
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