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General: MAS INFORMACION SOBRE EL CHE
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De: Gran Papiyo (Mensaje original) |
Enviado: 22/10/2002 22:25 |
COMO ESTE ES EL MES DEL CHE , SIGAMOS SUMANDO DATOS SOBRE ESTE GRAN REVOLUCIONARIO !! (Rogelio García Lupo) Vale la pena contarlo: el mismo día que llegué a Cuba conocí al Che.
Fue a principios de setiembre de 1959, en vísperas de la designación de Ernesto Guevara como director del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), el organismo que debía pensar y ejecutar los cambios revolucionarios en la economía cubana.
Unas tres semanas antes, Guevara había regresado de un largo viaje por España, Egipto, India, Indonesia, Yugoslavia, Ceilán y Japón, entre otros países.
El viaje del Che había comenzado en Madrid y lo convirtió en el agente viajero de los ideales revolucionarios en catorce países en total. En su mayoría formaban parte del grupo de 29 Estados nacionales que en 1955 se habían reunido en Bandung, Indonesia, para afirmar su neutralidad con relación al bloque soviético y a los Estados Unidos enfrentados por la Guerra Fría, al tiempo que proclamaron su respaldo a los movimientos anticolonialistas en Africa y Asia.
Antes de esta gira, Guevara había atravesado un período de mala salud, probablemente a causa de la humedad de su despacho en la fortaleza del Morro, a la entrada de La Habana. Pero casi tres meses por el mundo lo habían mejorado de sus ataques de asma -que lo perseguían desde chico- y ahora se preparaba para conducir al pequeño equipo de economistas que debía diseñar el programa para la reforma agraria y la industrialización de la isla.
En la antesala de su explosiva designación, Guevara no concedía entrevistas de prensa. Pero esta vez no se trataba de eso: el abogado argentino Carlos Infante, entonces director de Radio Rivadavia y hermano de la médica psiquiatra Tita Infante, amiga y corresponsal de Guevara, había llegado a La Habana con 5 kilos de yerba mate. Habíamos viajado con Infante desde Buenos Aires, junto con los directores de dos radios de provincia, con una escala imprevista en Nueva York. Infante fue quien me dio la noticia:
-El Che nos espera a medianoche.
La medianoche del Che fue a la una de la madrugada. Ahora su oficina estaba en un edificio sin terminar, de catorce pisos, que el dictador Fulgencio Batista había imaginado como sede del Ayuntamiento de La Habana, al costado de un espacio vacío donde después fue trazada la Plaza de la Revolución cubana.
Las paredes, de cemento desnudo, transpiraban copiosamente a esa hora y el encuentro transcurrió en un clima de intimidad que sólo podía explicarse, en aquella peligrosa situación política, por la confianza que el nombre de Tita Infante transmitió al Che apenas fue pronunciado por su hermano.
He olvidado casi todo de aquel encuentro pero recuerdo el mate pasando de las manos de Guevara a las de Infante, y un mapa "Bemporad" de la República Argentina en uno de aquellos muros pelados y sin adornos, apenas tolerables y difíciles de imaginar como el entorno de todos los días.
Guevara tenía entonces 31 años y formaba, con Fidel Castro y Camilo Cienfuegos, la trilogía emblemática de la Revolución cubana. A pesar de los esfuerzos que en esos momentos hicieron sus enemigos por presentarlo como un comunista sin autocrítica y un aventurero internacionalista sin patria, ya entonces podía verse que él fue, posiblemente, quien comprendió antes que ninguno el mundo terrible que aguardaba a los cubanos y el destino del socialismo real.
Más difícil fue advertir ya en esos momentos, que en los pensamientos de Guevara nunca dejó de aparecer la dolorosa incógnita de la lejana Argentina.
Puedo dar fe de la ansiedad que invadía al Che cuando llegaban noticias argentinas, especialmente durante la torturada presidencia de Arturo Frondizi. Cuando visitó a Frondizi en Buenos Aires, durante la conferencia interamericana de Punta del Este de 1961, Guevara conocía tantos detalles de la situación política local como el mismo Presidente. Le resultaban familiares los nombres de los caudillos militares que acosaban a Frondizi, sabía de memoria cuáles eran los caciques sindicales y, por cierto, estaba al día sobre las posiciones de Perón, cuyas ideas había revisado generosamente, tal vez con el realismo que le impuso su propia experiencia en el poder cubano.
En la agencia informativa Prensa Latina su director, el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, recogía diariamente las noticias de Buenos Aires y las enviaba al Che. Cuando se produjeron levantamientos militares, Guevara se hizo presente en la redacción de Prensa Latina, donde amaneció como otros millones de argentinos: escuchando la radio, tomando mate y usando el teléfono hasta la mañana. Una foto poco conocida lo muestra leyendo las noticias en los equipos de comunicaciones de Prensa Latina.
En 1953, cuando emprendió su definitiva aventura latinoamericana, Guevara escuchó por primera vez en casa de un exiliado antiperonista en La Paz la excitante hipótesis de que el gobierno peronista tal vez podía ser derribado por una invasión desde Bolivia en la frontera con Salta. Perdió la vida catorce años más tarde, cuando intentó establecer en Bolivia un punto de partida para llevar la revolución hasta la Argentina.
Algún tiempo antes, cuando ya era el Che, mantuvo este diálogo con la escritora argentina María Rosa Oliver:
-Bueno, basta. No hablemos más de la Argentina.
-¿Por qué? Si usted la quiere mucho.
-Por eso mismo.
COMO LA VIERON ????? SALUDOS REVOLUCIONARIOS !!!!!!!! (Gran Papiyo)
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De: Gran Papiyo |
Enviado: 22/10/2002 23:04 |
Una honrosa derrota a orillas del Amazonas
Seis años y medio antes del triunfo de la Revolución cubana, que lo tendría como una de sus figuras y lo convertiría en mito, el Che Guevara atajó un penal a orillas del río Amazonas. Pero no pudo evitar la derrota final.
Fue en 1952, en el instante decisivo de un partido de fútbol en Leticia, plena selva, la ciudad más al sur de Colombia. Hasta ahí había llegado con su inseparable amigo el médico argentino Alberto Granado, en su viaje más largo trepando por América latina.
Los dos amigos habían aparecido por la zona desde el cercano pueblo del San Pablo peruano, con intención de subir en avión hasta Bogotá. Pero se toparon con un problema habitual en los inicios de los vuelos comerciales y, también, en las actuales épocas de crisis: los aviones a la capital colombiana eran escasos, quincenales. Había que hacer tiempo.
Los dos mochileros venían descubriendo la región. La consigna era sumar kilómetros y experiencias a bajísimo costo, y tuvieron que hacer de todo para subsistir. Convivieron más con las miserias del subcontinente que con sus grandezas. Llegaron a atender en leprosarios.
Conocer esas profundidades humanas —y la pobreza onmipresente dondequiera que fueran— marcaron para siempre al Che.
Los amigos estuvieron en Leticia entre el 23 de junio y el 2 de julio de 1952. Y en ese tiempo muerto en la Amazonia colombiana, el Che fue arquero de Independiente, un cuadro de existencia y campaña efímeras que estuvo a un tris de la gloria regional.
Guevara, entonces de 24 años, tenía pendientes los exámenes finales de medicina en la UBA. Su compañero, ya recibido, rondaba los 30. Llegaron a Colombia después de haber recorrido Chile y Perú, y haber navegado por accidente el Amazonas, en Brasil. Alma de aventureros, habían subido a una balsa que les facilitaron tras un breve paso como médicos en un leprosario del poblado peruano de San Pablo. En esa barca precaria durmieron alguna noche. En otro barco terminaron en Leticia, sin un peso.
Como era tradición en aquellos lugares y esos tiempos, los albergó y les calmó el hambre la policía del lugar. Igual, los forasteros andaban por el pueblo pidiendo pescado para comer. Y terminaron como técnicos-jugadores de un equipo de agentes de policía y conscriptos del Ejército, a propuesta de un menos trascendente (para la Historia) agente Salamanca. ¿Por qué? Sobre todo porque eran argentinos.
Epoca de enormes futbolistas argentinos que jugaban en Colombia, la marca de origen de este lado del Río de la Plata tenía más lustre que la de uruguayos —ya bicampeones del mundo— o brasileños, subcampeones en 1950.
El Independiente del Che y Granado entrenó durante una semana, siempre de tarde, a las órdenes de los argentinos. Un esfuerzo que, de por sí, les aseguraba a los amigos los 150 pesos que cada uno que necesitaban para su pasaje aéreo.
"Al principio solo pensamos en entrenarlos, para no pasar papelones, pero como nos dimos cuenta de que eran muy malos, nos decidimos también a jugar".
Lo escribió el Che en una carta de viaje a su madre, Celia.
Fue aquel un campeonato relámpago, con apenas cinco equipos, y partidos de 15 minutos por tiempo. Algunos jugadores jugaron descalzos. Fuera del rectángulo de juego (donde en 1985 se levantaría una biblioteca), pura selva.
Los equipos protagonizaron un desfile por la mañana, del que también participaron varios chiquilines vestidos de camisas claras, y al rato comenzaron los partidos. El juego paró a mediodía, por el calor sofocante. Y siguió entrada la tarde.
A Guevara le gustaba marcar la punta derecha, jugar de 4, como se numeraba entonces. Pero el calor húmedo lo desalentaba a correr, y lo ponía en un aprieto mayúsculo por su asma crónica. Consecuencia: se anotó de arquero.
Antes de la hazaña del penal atajado, el Che fue protagonista involuntario de un choque cultural que lo puso bajo la mirada nada amistosa de un militar. A lo lejos se escuchó —en pleno partido— a una banda militar que tocaba el himno de Colombia. Guevara se agachó para asistir a un jugador golpeado, y al instante se le acercó un coronel, que lo reprendió a los gritos por no mantener la postura firme. Al reprendido no le faltaron ganas de reaccionar, pero se contuvo, según contaría después.
En el partido, el arquero se lució. Quienes lo vieron dicen que era arrojado para salir de los tres palos, que se tiraba a los pies de los rivales, y que jugaba adelantado, un estilo que más de una década después destacaría a Hugo Gatti en el fútbol argentino. El equipo llegó a la final en la "cancha popular" de Leticia.
Y la final terminó en empate. Entonces, a penales.
No habría que exagerar y decir que los 3 mil "leticianos" rodeaban la cancha, expectantes, en el momento supremo de la definición. Pero el suspenso atrajo a una pequeña multitud.
Primer penal: el Che repele el ataque adversario. No hay registros visuales, ni escritos, ni siquiera detalles en la memoria de nadie. O sea, no se sabe si el arquero se arrojó con intrepidez y precisión a derecha o a izquierda, o si sencillamente se quedó donde estaba y la pelota lo buscó.
Segundo penal: el compañero de Guevara también desperdicia su tiro. A otra serie de dos disparos.
Tercer penal: el Che desairado; gol.
Cuarto y decisivo: el artillero de Independiente yerra otra vez. Perdieron. No hubo intercambio de camisetas, premio al mejor jugador, declaraciones a la prensa, ni replay de las jugadas. Eran otros tiempos.
Tres días después de la honrosa derrota, Guevara y Granado tomaron su avión. En Bogotá, el Che pasó de jugador a hincha y se empachó de buen fútbol: vio en vivo Millonarios, un equipo de estrellas, contra el Real Madrid. SALUDOS REVOLUCIONARIOS !!!!!!!! (Gran Papiyo) |
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