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General: * La esencia del Neoliberalismo * Pierre Bourdieu
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De: ATTACmx  (Missatge original) Enviat: 24/02/2004 05:55
http://groups.msn.com/ATTACPRAXISMEXICO/ ©
SITIO, FORO, DEBATES y registro para ENVÍOS
de CIRCULAR INFORMATIVA*.
-----------
LA ESENCIA DEL NEOLIBERALISMO
  Pierre Bourdieu*
¿El mundo económico es verdaderamente como lo quiere el discurso
dominante,
un orden puro y perfecto, desplegando implacablemente la lógica de sus
consecuencias previsibles, y presto a reprimir todas las infracciones
por
las sanciones que inflige, sea de manera automática, o -más
excepcionalmente- por intermedio de sus brazos armados, el FMI o el OCDE
(Organización de Cooperación del Desarrollo Económico), y políticas que
ellos imponen: baja del costo de la mano de obra, reducción de los
gastos
públicos y flexibilización del trabajo? ¿Y si no fuera, en realidad,
sino la
puesta en práctica de una utopía, el neoliberalismo, convertido así en
programa político, pero una utopía que, con la ayuda de la teoría
económica
de la cual se reclama, llegue a pensarse como la descripción científica
de
lo real?
Esta teoría tutelar es una pura ficción matemática, fundada, desde el
origen, en una formidable abstracción: aquella que, en nombre de una
concepción tanto estrecha como estricta de la racionalidad identificada
a la
racionalidad individual, consiste en poner entre paréntesis las
condiciones
económicas y sociales de las disposiciones racionales y de las
estructuras
económicas y sociales que son la condición de su ejercicio.
Basta pensar, para dar la medida de la omisión, en el único sistema de
enseñanza, que jamás es tomado en cuenta en tanto que tal en un tiempo
en
que juega un rol determinante en la producción de los bienes y de los
servicios, como en la producción de los productores. De esta suerte de
falta
original, inscrita en el mito walrasiano[1][1] de la "teoría pura",
derivan
todas las faltas y todos los faltamientos de la disciplina económica, y
la
obstinación fatal con la cual se aferra a la oposición arbitraria que
ésta
hace existir, por su sola existencia, entre la lógica propiamente
económica,
fundada en la competencia y portadora de eficacia, y la lógica social,
sometida a la regla de la equidad.
Dicho esto, esta "teoría" originalmente desocializada y deshistorizada
tiene, hoy más que nunca, los medios de hacerse verdadera, empíricamente
verificable. En efecto, el discurso neoliberal no es un discurso como
los
otros. A la manera del discurso psiquiátrico en el asilo, según Erving
Goffman[2][2], es un discurso duro, que no es tan duro ni tan difícil de
combatir sino porque tiene para sí todas las fuerzas de un mundo de
relaciones de fuerza que contribuye a hacerlo como es, sobre todo
orientando
las elecciones económicas de quienes dominan las relaciones económicas y
agregando así su propia fuerza, propiamente simbólica, a esas relaciones
de
fuerzas. En nombre de este programa científico de conocimiento,
convertido
en programa político de acción, se cumple un inmenso trabajo político
(negado porque es, en apariencia, puramente negativo) que busca crear
las
condiciones de realización y de funcionamiento de la "teoría"; un
programa
de destrucción metódica de los colectivos.
El movimiento, hecho posible por la política de desreglamentación
financiera, hacia la utopía neoliberal de un mercado puro y perfecto, se
cumple a través de la acción transformadora y, es necesario decirlo,
destructora de todas las medidas políticas (de las cuales la más
reciente es
el AMI, Acuerdo multilateral sobre la inversión, destinado a proteger,
contra los estados nacionales, las empresas extranjeras y sus
inversiones),
tendiente a poner en cuestión todas las estructuras colectivas capaces
de
obstaculizar la lógica del mercado puro: nación, cuyo margen de maniobra
no
deja de decrecer; grupos de trabajo, con, por ejemplo, la
individualización
de los salarios y de las carreras, en función de las competencias
individuales y la atomización de los trabajadores que resulta de ello;
colectivos de defensa de los derechos de los trabajadores, sindicatos,
asociaciones, cooperativas; familia misma que, a través de la
constitución
de mercados por clases de edad, pierde una parte de su control sobre el
consumo.
El programa neoliberal, que saca su fuerza social de la fuerza
político-económica de aquellos cuyos intereses expresa -accionistas,
operadores financieros, industriales, hombres políticos conservadores o
social-demócratas convertidos en dimisiones tranquilizantes del dejar
hacer,
altos funcionarios de las finanzas, tanto más encarnizados en imponer
una
política preconizando su propio debilitamiento que, a diferencia de los
cuadros de las empresas, no corren riesgo alguno de pagar eventualmente
las
consecuencias-, tiende globalmente a favorecer el corte entre la
economía y
las realidades sociales, y a construir así, en la realidad, un sistema
económico conforme a la descripción teórica, es decir una suerte de
máquina
lógica, que se presenta como una cadena de presiones que animan a los
agentes económicos.
La mundialización de los mercados financieros, unida al progreso de las
técnicas de información asegura una movilidad sin precedentes del
capital y
da a los inversionistas, preocupados de la rentabilidad a corto plazo de
sus
inversiones, la posibilidad de comparar de manera permanente la
rentabilidad
de las más grandes empresas y de sancionar en consecuencia los fracasos
relativos. Las empresas mismas, colocadas bajo dicha amenaza permanente,
deben ajustarse de manera cada vez más rápida a las exigencias de los
mercados; eso bajo pena, como se dice, de "perder la confianza de los
mercados" y, a la vez, el sostén de los accionistas que, preocupados de
obtener una rentabilidad a corto plazo, son cada vez más capaces de
imponer
su voluntad a los managers, de fijarles normas, a través de las
direcciones
financieras, y de orientar sus políticas en materia de contrataciones,
de
empleo y de salario.
Así se instauran el reino absoluto de la flexibilidad, con los
reclutamientos bajo contratos de duración determinada o los
provisionales y
los "planes sociales" a repetición y, en el seno mismo de la empresa, la
competencia entre filiales autónomas, entre equipos obligados a la
polivalencia y, por último, entre individuos, a través de la
individualización de la relación salarial: fijación de objetivos
individuales; entrevistas individuales de evaluación; evaluación
permanente;
alzas individualizadas de los salarios o concesiones de primas en
función de
la competencia y del mérito individuales; carreras individualizadas;
estrategias de "responsabilización" tendientes a asegurar la
autoexplotación
de algunos cuadros que, simples asalariados bajo fuerte dependencia
jerárquica, son al mismo tiempo considerados responsables de sus ventas,
de
sus productos, de su sucursal, de su tienda, etc., a la manera de
"independientes"; exigencia del "autocontrol" que extiende la
"implicación"
de los asalariados, según las técnicas del "manejo participativo", mucho
más
allá de los empleos de cuadros. Tantas técnicas de sometimiento racional
que, al imponer la sobreinversión en el trabajo, y no solamente en los
puestos de responsabilidad, y el trabajo de urgencia, contribuyen a
debilitar o a abolir las referencias y las solidaridades
colectivas[3][3].
La institución práctica de un mundo darwiniano de la lucha de todos
contra
todos, en todos los niveles de la jerarquía, que encuentra los recursos
de
la adhesión a la tarea y a la empresa en la inseguridad, el sufrimiento
y el
stress, sin duda no podría tener un éxito tan completo si no encontrara
la
complicidad de las disposiciones precarizadas que produce la inseguridad
y
la existencia, a todos los niveles de la jerarquía, e incluso a los
niveles
más elevados, sobre todo entre los cuadros, de un ejército de reserva de
mano de obra docilizada por la precarización  y por la amenaza
permanente
del desempleo. El fundamento último de todo este orden económico
colocado
bajo el signo de la libertad es, en efecto, la violencia estructural del
desempleo, de la precariedad y de la amenaza de despido que implica: la
condición del funcionamiento "armonioso" del modelo microeconómico
individualista es un fenómeno de masa, la existencia del ejército de
reserva
de los desempleados.
Esta violencia estructural pesa también sobre lo que se llama el
contrato
de trabajo (sabiamente racionalizado y desrealizado por la "teoría de
los
contratos"). El discurso de empresa nunca ha hablado tanto de confianza,
de
cooperación, de lealtad y de cultura de empresa que en una época donde
se
obtiene la adhesión de cada instante haciendo desaparecer todas las
garantías temporales (las tres cuartas partes de los contratos tienen
duración determinada, la parte de los empleos precarios no deja de
crecer,
el despido individual tiende a no estar sometido a restricción alguna).
Se ve así cómo la utopía neoliberal tiende a encarnarse en la realidad
de
una suerte de máquina infernal, cuya necesidad se impone a los mismos
dominantes. Como el marxismo en otros tiempos, con el cual, bajo esta
relación, tiene muchos puntos comunes, esta utopía suscita una
formidable
creencia la free trade faith (la fe en el libre comercio), no solamente
en
aquellos que viven materialmente de esto como los financistas, los
patrones
de las grandes empresas, etc., sino también en aquellos que sacan de
esto
sus justificaciones para existir, como los altos funcionarios y los
políticos, que sacralizan el poder de los mercados en nombre de la
eficacia
económica, que exigen el levantamiento de las barreras administrativas o
políticas capaces de molestar a quienes detentan los capitales en la
investigación puramente individual de la maximización del beneficio
individual, instituido en modelo de racionalidad, que quieren bancos
centrales independientes, que recomiendan la subordinación de los
estados
nacionales a las exigencias de la libertad económica para los maestros
de la
economía, con la supresión de todas las reglamentaciones sobre todos los
mercados, comenzando por el mercado del trabajo, la prohibición de los
déficits y de la inflación, la privatización generalizada de los
servicios
públicos, la reducción de los gastos públicos y sociales.
Sin compartir necesariamente los intereses económicos y sociales de los
verdaderos creyentes, los economistas tienen suficientes intereses
específicos en el campo de la ciencia económica para aportar una
contribución decisiva, cualesquiera que sean sus opiniones a propósito
de
los efectos económicos y sociales de la utopía que ellos visten de razón
matemática, a la producción y a la reproducción de la creencia en la
utopía
neoliberal. Separados por toda su existencia y, sobre todo, por toda su
formación intelectual, con más frecuencia puramente abstracta, libresca
y
teoricista, del mundo económico y social tal como es, son
particularmente
proclives a confundir las cosas de la lógica con la lógica de las cosas.
Confiados en modelos que prácticamente jamás han tenido la ocasión de
poner
a prueba de la verificación experimental, llevados a mirar desde arriba
las
adquisiciones de las otras ciencias históricas, en las cuales no
reconocen
la pureza y la transparencia cristalina de sus juegos matemáticos, y de
las
cuales son con mayor frecuencia incapaces de comprender la verdadera
necesidad y la profunda complejidad, participan y colaboran en un
formidable
cambio económico y social que, aún si algunas de sus consecuencias les
producen horror (pueden cotizar al Partido Socialista y dar consejos
sensatos a sus representantes en las instancias de poder), no puede
desagradarles puesto que, con el peligro de algunos fracasos, imputables
sobre todo a lo que ellos llaman a veces "burbujas especulativas",
tiende a
dar realidad a la utopía ultraconsecuente (como algunas formas de
locura) a
la cual consagran su vida.
Y sin embargo el mundo está allá, con los efectos inmediatamente
visibles de
la puesta en obra de la gran utopía neoliberal: no solamente la miseria
de
una fracción cada vez más grande de las sociedades más avanzadas
económicamente, el crecimiento extraordinario de las diferencias entre
las
ganancias, la desaparición progresiva de los universos autónomos de
producción cultural, cine, edición, etc., por la imposición intrusiva de
los
valores comerciales, pero también y sobre todo la destrucción de todas
las
instancias colectivas capaces de contrarrestar los efectos de la máquina
infernal, en el primer rango de los cuales está el Estado, depositario
de
todos los valores universales asociados a la idea del público, y la
imposición, en todas partes, de las alta esferas de la economía y del
Estado, o en el seno de las empresas, de esta suerte de darwinismo moral
que, con el culto del winner, formado en las matemáticas superiores y al
salto al elástico, instaura como normas de todas las prácticas la lucha
de
todos contra todos y el cinismo.
¿Se puede esperar que la masa extraordinaria de sufrimiento que produce
dicho régimen político-económico esté algún día en el origen de un
movimiento capaz de detener el curso al abismo? En efecto, se está aquí
ante
una extraordinaria paradoja, mientras que los obstáculos hallados en la
vía
de la realización del orden nuevo -el del individuo solo, pero libre-
son
hoy día tenidos por imputables a rigideces y arcaísmos, y que toda
intervención directa y consciente, por lo menos puesto que viene del
Estado,
por los sesgos que sean, está desacreditada por adelantado, y en
consecuenciam llamada a borrarse en beneficio de un mecanismo puro y
anónimo, el mercado (del cual se olvida que es también el lugar el
ejercicio
de intereses), es en realidad la permanencia o la sobrevivencia de las
instituciones y de los agentes del orden antiguo en vías de
desmantelamiento, y todo el trabajo de todas las categorías de
trabajadores
sociales, y también todas las solidaridades sociales, familiares u
otras,
que hacen que el orden social no se hunda en el caos a pesar del volumen
creciente de la población precarizada.
El pasaje al "liberalismo" se cumple de manera insensible, por lo tanto
imperceptible, como el abatimiento de los continentes, tapando así a las
miradas sus efectos, los más terribles a largo plazo. Efectos que se
encuentran también disimulados, paradójicamente, por las resistencias
que
suscita, desde ahora, de parte de aquellos que defienden el orden
antiguo
tomando de los recursos que temía, en las solidaridades antiguas, en las
reservas de capital social que protegen toda una parte del orden social
presente de la caída en la anomia. (Capital que, si no es renovado,
reproducido, está llamado al debilitamiento, pero cuyo agotamiento no es
para mañana).
Pero si estas mismas fuerzas de "conservación", que es muy fácil tratar
como fuerzas conservadoras, son también, bajo otra relación, fuerzas de
resistencia a la instauración del orden nuevo, que pueden devenir en
fuerzas
subversivas, y si se puede pues conservar alguna esperanza razonable, es
que
existe todavía, en las instituciones estatales y también en las
disposiciones de los agentes (sobre todo los más ligados a estas
instituciones, como la pequeña nobleza de Estado), tales fuerzas que,
bajo
la apariencia de defender simplemente, como se les reprochará
rápidamente,
un orden desaparecido y los "privilegios" correspondientes, deben de
hecho,
para resistir la prueba, trabajar en inventar y en construir un orden
social
que no tenga por única ley la búsqueda del interés egoísta y la pasión
individual del beneficio, y que le dará lugar a los colectivos
orientados
hacia la persecución racional de fines colectivamente elaborados y
aprobados.
Entre estos colectivos, asociaciones, sindicatos, partidos, cómo no
darle un
lugar especial al Estado, Estado nacional o, mejor todavía,
supranacional,
es decir europeo (etapa hacia un Estado mundial), capaz de controlar e
imponer eficazmente los beneficios realizados en los mercados
financieros y,
sobre todo, de contrarrestar la acción destructora que estos últimos
ejercen
sobre el mercado del trabajo, organizando, con la ayuda de los
sindicatos,
la elaboración y la defensa del interés público que, se quiera o no, no
saldrá jamás, aun al precio de alguna falla en escritura matemática, de
la
visión del contador (en otros tiempos, se habría dicho del "bodeguero")
que
la nueva creencia presenta como la forma suprema de la realización
humana.
Traducción: Mabel Sarco
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