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General: *El marxismo como teoría científica 2/3
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ATTACmx  (Mensaje original) Enviado: 02/04/2004 00:28
                          http://groups.msn.com/ATTACPRAXISMEXICO/©

El marxismo como teoría científica de la emancipación social
José María Laso Prieto
El Catoblepas
La ideología alemana, por ejemplo, encontramos un paso, que por su
pregnancia y laconismo, puede ser considerada como una aportación clásica al
tema. Marx escribía entonces así: "esta alienación sólo puede ser superada,
como es lógico, en base a dos supuestos prácticos:
1. Que se convierta en un poder, contra el que hay que alzarse , tiene que
hacer de la masa de la humanidad una masa absolutamente 'desposeída' y, al
mismo tiempo, en contradicción con un mundo presente de riqueza y cultura,
cosas ambas que presuponen un gran aumento de las fuerzas productivas; un
alto grado evolutivo de las mismas.
2. Por otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas, es un
presupuesto práctico de todo punto necesario, precisamente porque sin él
sólo se realizaría la escasez, de modo pues, que con la necesidad tendría de
nuevo que dar comienzo, de nuevo, la lucha por lo necesario y otra vez
comenzaría la mierda anterior... El comunismo sólo es empíricamente posible
'de una vez', y simultáneamente con la obra de los pueblos dominantes".»
XII. Recapitulación de Adam Schaff
Recapitulando sus tesis sobre las posiciones de Marx, acerca de las
condiciones necesarias para edificar una sociedad socialista, Schaff
sostiene:
«Marx respondió a esta cuestión en la forma más general en el año 1847,
cuando formuló en La ideología alemana: "Las condiciones para una revolución
socialista, condiciones que hoy se evocan de muy mala gana, y que raramente
se citan, fueron expresadas por Marx muy categóricamente:
1. Un nivel de desarrollo económico lo suficientemente elevado, como para
poder acceder, en el plazo más breve, al bienestar general de la población.
2. Una clase obrera lo suficientemente desarrollada, como para ser soporte
de la transformación social.
3. Una difusión internacional de la revolución socialista, que, para Marx,
no podía ser, en modo alguno, más que 'en todo el mundo' (lo que entonces
suponía el grupo de países altamente desarrollados), capaz de impedir que
una ola nacionalistas anegase al socialismo.
Por consiguiente, Marx era muy restrictivo, al señalar que una revolución
socialista no podía ser en modo alguno una función del voluntarismo
revolucionario, y advertía, consecuentemente, que la ausencia de esas
condiciones objetivas produciría el regreso de 'la vieja mierda' (die alte
seisse). La ausencia de libertad del individuo, la limitación, cuando no la
supresión, de sus derechos básicos, son todos éstos, sin duda, aspectos del
retorno de aquel pasado maloliente.»
XIII. El caso polaco
Pasando de los planteamientos generales, al ejemplo concreto que suponía el
denominado caso polaco -muy ilustrativo de los procesos desarrollados en los
Estados socialistas de Europa central y oriental- Adam Schaff recuerda que
en el intento de edificar al socialismo en Polonia, se cometieron los
siguientes errores, que Schaff califica de «pecados»:
«I. Pecado primero y original: el intento de implantar el socialismo en un
país que no poseía las condiciones objetivas y subjetivas.
II. Pecado segundo: fue el intento de edificar el socialismo sin atenerse a
las condiciones de la psicología social.
III. Pecado tercero: fueron todas las acciones que llevaron a la alienación
del Partido, fuerza dirigente indispensable en el sistema socialista.»
Según Adam Schaff no se pueden comprender los acontecimientos polacos
-escribió ese texto en 1982- y el repentino resquebrajamiento de todo el
sistema, el estallido del odio, la desaparición del escenario político de un
partido de tres millones de miembros (Gierek, cuya política contribuyó
decisivamente a destruir al Partido y convertirlo en algo similar al Bloque
de Cooperación -organismo creado en 1928, bajo la dirección de Pilsudski,
que agrupaba a quienes estaban dispuestos a colaborar con el régimen militar
semifascista, era símbolo de la ausencia de ideales y de colaboración
servil- decía, con orgullo, «¡Tres millones de comunistas!»), la aparición
de un anticomunismo militante, la anarquía social, &c., no se pueden
comprender si no se comienza por el principio, el pecado original, que fue
el imponer por la fuerza (presencia del Ejército Rojo en las tierras polacas
liberadas de los nazis) a una sociedad, sin condiciones objetivas para ello,
y decididamente adversa a tal política. Se trataba de un país que poseía,
antes de la guerra, de un 75% de población rural, y cuya clase obrera sumaba
el 12% de sus habitantes, un país pobre antes de la guerra y destruido casi
totalmente durante la misma, un país en el cual los nazis habían asesinado a
6 millones de los 38 millones de habitantes, aniquilando casi totalmente a
la clase trabajadora.
«Era un país que, por su composición social (predominio de campesinos, su
profundo catolicismo, su patriotismo dirigido históricamente contra Rusia,
como potencia opresora, y el anticomunismo de amplios grupos sociales) tenía
una actitud de repulsa respecto a los cambios socialistas, los cuales
innegablemente aparecían como un regalo ruso. El asunto estaba muy claro, el
referéndum de 1946, que debía de decidir sobre el régimen político del país,
dio una respuesta rotundamente negativa; por el país paso una ola de
progroms. No era una continuación del antisemitismo nazi sino una venganza
contra los judíos, a quienes se identificaba con el nuevo régimen; estalló
una nueva guerra civil, conocida en las obras de historia como lucha contra
las bandas reaccionarias, que duro hasta 1947, y estaba dirigida por el
Gobierno polaco exiliado en Londres. Había, pues, sobradas pruebas de que la
población de Polonia no daba su consentimiento (el consenso que exigía
Gramsci como condición para la revolución socialista) para cambiar el
sistema y, aún más, que era enemiga del cambio.»
Y Adam Schaff prosigue su análisis, del caso polaco, como paradigma de una
inadecuada aplicación del marxismo:
«Era una perogrullada afirmar que la realización de cambios revolucionarios
socialistas, cuando faltaban las condiciones objetivas y subjetivas para
ello, constituye una empresa decididamente antimarxista, aún cuando la
emprendan partidos comunistas que invocan el marxismo-leninismo. Para
comprenderlo, basta recordar que Marx era severamente restrictivo con
respecto a las condiciones objetivas necesarias para el éxito de la
revolución socialista, y lo expresó muy categóricamente: "Si no se tienen en
cuenta las condiciones objetivas, la vieja mierda (die alte scheisse)
volverá en nueva forma".
Esta idea la repitió en numerosas ocasiones, con particular claridad en La
ideología alemana, de 1847, vale decir en una obra de su periodo maduro pero
que no fue publicada hasta 1932, razón por la cual era desconocida de Lenin
y de toda la pléyade de marxistas revolucionarios. En este, y en otros
trabajos, Marx menciona las siguientes condiciones para la revolución
socialista:
1. Un nivel de desarrollo económico que permita proceder de inmediato la
distribución de la propiedad (la igualdad en la miseria no sería
socialismo).
2. Un nivel de desarrollo cultural de la clase obrera que le permita dirigir
una industria moderna.
3. La victoria simultánea del socialismo en los países más importantes.»
Para Adam Schaff, mientras Marx, subrayó las condiciones objetivas de la
revolución socialista, Gramsci desarrollo, en un periodo posterior,
aprovechando la experiencia de la Revolución Soviética, la teoría del
consenso, como teoría de las condiciones subjetivas de la revolución
socialista. Sin el acuerdo de la sociedad, no se puede realizar con éxito la
revolución, ni mucho menos verificar la dictadura del proletariado, como
hegemonía moral y política (y no como imposición violenta). Este consenso,
debe lograrse mediante un trabajo ideológico. De ahí el importantísimo papel
que atribuye Gramsci a la intelectualidad, en su teoría de la revolución
socialista.
XIV. La advertencia de Alfred Lampe
Según Adam Schaff, esas condiciones tan adversas, para intentar edificar el
socialismo en Polonia, fueron advertidas, a su debido tiempo, por un
destacado dirigente y teórico del Partido Comunista Polaco. Se trata de
Alfred Lampe, que falleció en Moscú en 1943. Antes de su muerte tenía
preparadas las notas de un ensayo sobre el futuro de Polonia, luego conocido
como El testamento político de Lampe. El documento de Lampe comienza con una
evaluación pesimista de la situación económica y social de Polonia al final
de la guerra en el país, y llega a la conclusión de que «a Polonia no se le
planteaba una revolución socialista, sino un gobierno pluralista de unidad
nacional, que debería dirigir la reconstrucción democrática del país
destruido». En ese sentido, los puntos más significativos del documento de
Lampe son los apartados b y c de su punto 3:
«b) El camino de la revolución social no es el que se abre en Polonia. Las
enormes destrucciones causadas por los alemanes a la economía y a la
población, imponen no una guerra civil sino la mancomunidad de los
esfuerzos... para la reconstrucción del país. El camino de Rusia en 1917 no
es el camino de Polonia en 1943.»
«c) Polonia necesita un camino de desarrollo propio, sin copiar modelos del
este o del oeste. Hay que proteger a Polonia de los ataques de la
especulación, contra los intentos de imponerle desde fuera un régimen
político (fascismo) o económico (dominio del capital extranjero) o de
desatar una guerra civil por intereses ajenos. La primera condición del
resurgimiento nacional, es la libertad de establecer caminos de desarrollo
propios.»
Lampe se mostró también contrario a cualquier interferencia en los asuntos
internos polacos. Así en la página 3 de su documento, decía:
«Cualquier injerencia externa debe generar en Polonia fuertes resistencias y
luchas, lo cual conduciría a una injerencia permanente. Ante lo exiguo del
apoyo con que se puede contar, tal estado de cosas sería sumamente
indeseable, tanto para la URSS como para el desarrollo progresista normal de
Polonia.»
No habiendo tomado en consideración , las advertencias de Lampe, según Adam
Schaff, en parte por razones estratégicas, que impulsaban a la URSS a
asegurar, a través del corredor polaco, la comunicación con la zona de
Alemania que ocupaba el Ejército Soviético y, en parte, por la resistencia
de los comunistas polacos a no aprovechar la coyuntura favorable existente
para implantar el socialismo, se actuó de tal forma que se desató una guerra
civil en la que perecieron más de 10.000 comunistas y una cifra superior de
las denominadas «bandas anticomunistas». Los preliminares de esta dura
confrontación, se describen muy bien en la novela Cenizas y diamantes de
Jerzy Andrzejewski, magistralmente llevada al cine por Andrzej Wajda.
XV. Dimitrov y las democracias populares
Aunque el caso de Polonia reviste peculiaridades propias muy acentuadas, en
otros aspectos tiene también rasgos comunes con los demás países del Este, a
donde se exportó la revolución aprovechando la ocupación por parte de los
Ejércitos soviéticos que les habían liberado del dominio nazi. Tampoco se
puede aplicar adecuadamente el modelo de Democracia Popular que, según la
concepción de Dimitrov, debería haber constituido un régimen socialista
basado en el pluripartidismo. De hecho, por decisión de Stalin y su
Politburó, tales regímenes de Democracia Popular, fueron vaciados de su
contenido diferencial respecto al régimen soviético. En definitiva, en el
caso de los regímenes socialistas de los países de Europa central y
oriental, dicho vaciamiento tuvo por consecuencia que tales países se
suprimiese todo rasgo diferencial, como democracias populares, para
constituir meros calcos del modelo soviético. Este tema surgió -entre otras
razones- debido a que no se realizó -debido a la traición de la
socialdemocracia alemana- el proceso revolucionario que hubiese extendido
los efectos de la Revolución Soviética a otros países europeos, y ello, a la
postre, resultó decisivo para el futuro del régimen soviético. Tal tema de
la dimensión internacional de las revoluciones socialistas, aunque se aborda
en el Manifiesto Comunista, se concreta todavía más en el trabajo Los
principios del comunismo, de Federico Engels. En algunas alusiones de este
trabajo -que antecedió al Manifiesto Comunista- originalmente se denominaba
Catecismo Comunista, por la forma de preguntas y respuestas que revestía. El
trabajo de Engels, Principios del Comunismo, era un proyecto previo de
programa de las Liga de los Comunistas. El II Congreso de la Liga, de 8 de
diciembre de 1847, encargó a Marx y Engels que redactasen su Programa, en
forma de Manifiesto. Al escribir el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y
Engels se valieron de varias tesis enunciadas en Principios del comunismo.
En el punto XIX de dicho texto se plantea la pregunta: ¿es posible la
revolución socialista en un sólo país? La respuesta es:
«No. La gran industria, al crear el gran mercado mundial, ha unido ya tan
estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo a los
pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurra en la tierra del
otro. Además, ha nivelado en todos los países civilizados el desarrollo
social, a tal punto que, en todos estos países la burguesía y el
proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la sociedad, y la
lucha entre ellas se ha convertido en la lucha principal de nuestros días.
En consecuencia, la revolución comunista no será una revolución puramente
nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países
civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia, en
Alemania, la revolución se desarrollará en cada uno de estos países más
rápidamente o más lentamente, dependiendo del grado en que esté, en cada uno
de ellos, más desarrollada la industria, en que se hayan acumulado más
riquezas y se disponga de mayores fuerzas productivas. Por eso, será más
lenta y difícil en Alemania, y más rápida y fácil en Inglaterra. Ejercerá
también una influencia considerable en los demás países del mundo,
modificará de raíz y acelerará extraordinariamente su anterior marcha del
desarrollo. Es una revolución universal y tendrá, por eso, un ámbito
universal»
XVI. Lenin y el componente interno de las revoluciones
Lenin no desconocía la necesidad del carácter internacional de los procesos
de edificación del socialismo. Con la ruptura del eslabón más débil de la
cadena imperialista, en el Imperio Zarista, Lenin consideraba que se abría
un proceso revolucionario internacional que llevaría a la clase obrera al
poder en diversos países. De ahí la responsabilidad de los dirigentes
socialdemócratas que, violando las resoluciones del Congreso de Basilea
(1912) de la Internacional Socialista, se unieron a sus respectivas
burguesías durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, en la crisis
revolucionaria de la posguerra, contribuyeron decisivamente al mantenimiento
del sistema capitalista en Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Francia,
Gran Bretaña, &c. Así quedó aislado el régimen soviético, sobre todo el
proceso de edificación del socialismo en Rusia y demás naciones integradas
coercitivamente en el Impero Zarista. Así, en su Informe al IV Congreso de
la Internacional Comunista, el 5 de diciembre de 1922, titulado Cinco años
de la Revolución Rusa y perspectivas de la Revolución Mundial, Lenin abordó
con realismo algunos problemas derivados del aislamiento y cerco
internacional que intentaba asfixiar al poder soviético: «Es indudable que
hemos cometido muchas torpezas, y cometeremos todavía más, ¿por que
cometemos torpezas?» se planteaba Lenin, y contestaba:
«La razón es sencilla:
1. Porque somos un país atrasado.
2. Porqué la instrucción en nuestro país es mínima.
3. Porque no recibimos ayuda de fuera. Ni uno sólo de los países civilizados
nos ayuda. Por el contrarío, todos actúan en contra nuestra. Por culpa de
nuestro aparato estatal. Hemos heredado el viejo aparato estatal del zarísmo
y esta ha sido nuestra desgracia. Es muy frecuente que este aparato este
contra nosotros. Ocurrió que en 1917, después de que tomamos el poder, los
funcionarios del Estado comenzaron a sabotearnos. Entonces nos asustamos
mucho y les regamos: "por favor, vuelvan a sus puestos." Todos volvieron a
sus puestos y esa ha sido nuestra desgracia. Hoy poseemos una verdadera masa
de funcionarios, pero no poseemos elementos con suficiente instrucción para
poder dirigirlos de verdad.» Así finalicé mi exposición de la ponencia
Vigencia o crisis del Marxismo en los Encuentros filosóficos hispano-cubanos
desarrollados en la Universidad Central de Las Villas, de Santa Clara (Cuba)
de 1996. En el correspondiente debate de la misma, la opinión del profesor
Gustavo Bueno fue que el marxismo continuaba siendo operativo, como método
de análisis de los fenómenos sociales, y que la crisis se daba únicamente en
el marco histórico en que se había aplicado y desarrollado el marxismo.
XVII. Las tres fuentes y las tres partes del marxismo
Con motivo del treinta aniversario del fallecimiento de Carlos Marx, V. I.
Lenin publicó en el número 3, de 1913, de la revista Prosvechenie (La
ilustración), el artículo «Las tres fuentes y las tres partes del marxismo»,
que constituye la mejor síntesis del origen de las corrientes teóricas que
culminaron en el marxismo. Comenzaba así:
«La doctrina de Marx suscita en todo el mundo civilizado la mayor hostilidad
y el mayor odio de toda la ciencia burguesa (tanto oficial como liberal) que
ve en el marxismo algo así como una "secta nefasta". Y no cabe esperar otra
actitud, pues en una sociedad erigida sobre la lucha de las clases no puede
haber una ciencia social "imparcial". De un modo o de otro, toda la ciencia
social oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el
marxismo ha declarado una guerra sin cuartel a esa esclavitud Esperar una
ciencia imparcial, en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma
pueril ingenuidad que esperar de los fabricantes imparcialidad en cuanto a
la conveniencia de aumentar los salarios, los obreros en detrimento de las
ganancias del capital.
Pero hay más. La historia de la filosofía y la historia de la ciencia social
muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que se parezca al
"sectarismo", en el sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada,
surgida al margen de la vía principal que ha seguido el desarrollo de la
civilización mundial. Por el contrario, lo genial en Marx es, precisamente,
que dio respuesta a los problemas que el pensamiento de avanzada de la
humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como la continuación
directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la
filosofía, la economía política y el socialismo.
La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta. Es completa y
ordenada, y proporciona a la gente una concepción integral del mundo,
intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de
la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la
humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política
inglesa y el socialismo francés.
Nos detendremos brevemente en estas tres fuentes del marxismo, que
constituyen, a la vez, sus partes integrantes.
I
La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la historia
moderna de Europa, y en especial en Francia a fines del siglo XVIII, donde
se desarrolló la batalla decisiva contra toda la escoria medieval, contra el
feudalismo en las instituciones y en las ideas, el materialismo se mostró
como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que enseñan las ciencias
naturales, hostil a la superstición, a la mojigata hipocresía, &c. Por eso,
los enemigos de la democracia empeñaron todos sus esfuerzos para tratar de
"refutar", minar, difamar el materialismo y salieron en defensa de las
diversas formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de una u
otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión.
Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico y
explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba toda
desviación de esa base. En las obras de Engels Ludwig Feuerbach y
Anti-Dühring, que -al igual que el Manifiesto Comunista- son los libros de
cabecera de todo obrero con conciencia de clase, es donde aparecen expuestas
con mayor claridad y detalle sus opiniones.
Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII, sino que
desarrolló la filosofía llevándola a un nivel superior. La enriqueció con
los logros de la filosofía clásica alemana, en especial con el sistema de
Hegel, el que, a su vez, había conducido al materialismo de Feuerbach. El
principal de estos logros es la dialéctica, es decir, la doctrina del
desarrollo en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad, la
doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano, que nos da un
reflejo de la materia en perpetuo desarrollo. Los novísimos descubrimientos
de las ciencias naturales -el radio, los electrones, la transformación de
los elementos- son una admirable confirmación del materialismo dialéctico de
Marx, quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos burgueses, y sus
"nuevos" retornos al viejo y decadente idealismo.
Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e hizo
extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad
humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista del
pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta
entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una
teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en
virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un sistema de vida
social surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el
capitalismo.
Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza (es decir, la
materia en desarrollo), que existe independientemente de él, así el
conocimiento social del hombre (es decir, las diversas concepciones y
doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, &c.), refleja el régimen
económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura
que se alza sobre la base económica. Así vemos, por ejemplo, que las
diversas formas políticas de los Estados europeos modernos sirven para
reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado.
La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha
proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa
arma del saber.

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