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General: America Latina: ¿salir de forma gradual del neoliberalismo?
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ATTACmx  (Mensaje original) Enviado: 21/04/2004 02:00
              http://groups.msn.com/ATTACPRAXISMEXICO/ ©

        FORO, DEBATES, ANÁLISIS, TEORÍA, OPINIÓN Y CULTURA*.

MOVIMIENTO CIUDADANO INTERNACIONAL ATTAC PRAXIS MÉXICO.

= IMPUESTO "TASA TOBIN" A LAS TRANSACCIÓNES ESPECULATIVAS en MERCADOS DE
DIVISAS.
= IMPUESTO LULA A TRANSACCIONES GLOBALES DE ARMAMENTO.
= NO A LA USURA BANCARIA.
= MEXICANIZACIÓN DE LA BANCA.
= Por la Carta Universal de los DERECHOS LABORALES.
= NO FUERO CONSTITUCIONAL.
= CÓDIGO DE ÉTICA POLÍTICA.

*ADVERTENCIA; Los documentos publicados no comprometen a la asociación
"ATTAC PRAXIS MÉXICO" salvo mención en contrario. Pueden ser opinión de
grupos temáticos, personas u otras organizaciones. Se trata solamente de
aprovechar las experiencias e ideas disponibles para poder construir juntos
OTRO MUNDO POSIBLE, para reapropiarnos de nuestro porvenir.



      America Latina: ¿salir de forma gradual del neoliberalismo?
                              Raúl Zibechi

Nunca antes habían coexistido, en Sudamérica, tantos gobiernos que en algún
momento proclamaron su intención de poner distancias, o romper directamente,
con el modelo neoliberal. Sin embargo, los pasos en esa dirección, salvo
excepciones, no pasaron de las declaraciones.

Los actuales presidentes de Ecuador, Perú, Venezuela, Paraguay, Argentina,
Brasil y Bolivia, llegaron a sus cargos aupados por movimientos populares y
fueron elegidos porque marcaron claras distancias -unos de forma
contundente, otros con la mayor tibieza- con el modelo neoliberal que azota
la región desde hace por lo menos quince años. De todos ellos, sólo el
presidente venezolano Hugo Chávez ha dado muestras inequívocas en el sentido
de romper amarras con el modelo. El ecuatoriano Lucio Gutiérrez se pasó al
bando neoliberal, el peruano Alejandro Toledo lo siguió en el mismo rumbo,
en tanto el boliviano Carlos Mesa se encuentra paralizado por presiones
cruzadas de los intereses imperiales y de las elites locales, por un lado, y
la amenaza del movimiento popular de retomar las calles.

Los gobiernos más importantes de la región, los de José Inacio Lula da Silva
y Néstor Kirchner, comenzaron sus gestiones en un clima de esperanza
generalizada. Aún los intelectuales críticos auguraban una 'salida gradual
de la lógica neoliberal', que parecía posible e inminente . Sin embargo, no
dieron hasta ahora ningún paso serio en esa dirección, aunque justo es decir
que el argentino lucha por anteponer los intereses nacionales a los de la
banca internacional, quizá porque enfrenta la necesidad de recuperar
credibilidad para el vapuleado Estado nacional argentino, al borde de la
quiebra y sumido en una grave crisis de legitimidad.

La correlación de fuerzas a escala del subcontinente, permitía avizorar a
comienzos del año 2003, las posibilidades de un cambio de rumbo. Hacia el
fin del primer trimestre del 2004, esas expectativas se han evaporado y el
gobierno venezolano vuelve a quedar aislado (junto a Cuba) en su solitaria
lucha por desprenderse de un modelo que ha destruido las sociedades y ha
puesto de rodillas a los países ante los organismos financieros
internacionales. Se trata, sin lugar a dudas, de una oportunidad perdida que
no volverá a repetirse en mucho tiempo. No sería oportuno achacar a tantos
grupos y partidos en el gobierno (algunos de los cuales como el PT de
Brasil, tienen una larga historia de luchas), el haber traicionado las
causas populares. Hay casos de oportunistas, como Gutiérrez, pero no es ésa
la pauta de todos los casos reseñados, y no lo es en absoluto de presidentes
como Lula y Kirchner. ¿Qué ha fallado? ¿Porqué la ruptura con el
neoliberalismo se muestra tan esquiva? La respuesta, es que a nadie le
agrada conducir una barca hacia zonas de alto riesgo, y todos procuran
evitarlo. O sea, que la salida del neoliberalismo no puede procesarse sin
una profunda crisis social, política, cultural y económica. No sólo por las
razones externas esperables (el inevitable acoso imperial), sino por los
cambios habidos en nuestras sociedades en las dos últimas décadas.

Un tejido social desgarrado

No es un secreto que el modelo neoliberal destruyó las sociedades
tradicionales. Debilitó a los Estados nacionales al poner en el centro de la
sociedad al mercado, como eje regulador de todos los ámbitos de la vida;
destruyó las industrias dedicadas al mercado interno que habían crecido
desde la década de 1930; polarizó las sociedades creando una capa de nuevos
ricos, legiones de marginados y desocupados, y empobreció a sectores de las
capas medias. Nuestras sociedades perdieron la fisonomía que habían
adquirido a lo largo de décadas de potentes luchas, que fueron configurando
rasgos específicos y dieron pie al nacimiento de Estados sociales
imperfectos.

Pero no todos perdieron con el neoliberalismo. Este modelo no beneficia sólo
a las elites de cada país; de lo contrario, no podría haberse sostenido
durante este tiempo en el que sus principales impulsores ganaron numerosas
elecciones con amplio respaldo popular. Este es uno de los cambios sociales
más profundos y desgarradores que enfrentamos en América Latina. El mundo
del trabajo fue partido en dos por el modelo: una porción minoritaria, pero
significativa, conserva sus derechos laborales y sociales, mientras la
mayoría de los trabajadores, y una porción creciente de las capas medias,
fueron empujados a la marginalidad.

La suma de desocupados e informalizados oscila en el subcontinente entre un
mínimo del 45% y trepa en algunos países hasta más del 70% de la población
activa; y sus condiciones de vida empeoraron en la última década de forma
alarmante. El grupo de los que aún mantienen trabajo fijo y estable en el
sector privado -aún percibiendo salarios relativamente bajos- pudo eludir la
caída en el abismo: obreros, administrativos y técnicos de las ramas
dinámicas del sector privado, trabajadores 'en blanco' o formales, son los
que mantienen capacidad de consumo, suelen vivir en los barrios
'consolidados' de las grandes ciudades, tienen acceso a servicios de salud y
educación, usan transporte privado, computadora e internet . Estos cambios
sociales nos llevan a considerar que las elites y los sectores sociales que
se benefician con el sistema han conocido, en cada país de modo diverso, una
importante expansión, pasando de representar -en números muy gruesos- quizá
del 5% anterior a un promedio que puede oscilar entre el 10 y el 20% de la
población de cada país.

En Argentina, donde el porcentaje de la población asalariada fue de los más
elevados del continente, los aumentos salariales -que son el motivo
principal de la acción sindical- benefician al 19% de la población activa,
que representa sólo al 8% de la población total. Los cambios provocados por
el neoliberalismo llevaron a que la mayor parte de la población activa esté
excluida del empleo asalariado formal y de sus beneficios: en efecto, si de
la población activa total se restan los desocupados (22% en 2002), los
asalariados no registrados o 'en negro' (22%), los informales (17%) y los
empleados del sector público (15%) que reciben aumentos ridículos, muy por
debajo de la inflación, concluimos que sólo el 19% de los trabajadores
(aquellos que pertenecen al sector privado y están registrados, o sea que
pertenecen a grandes empresas) son los verdaderos beneficiarios de los
aumentos salariales.

Mientras más de la mitad de la población se hundió en la pobreza, a este
sector le ha ido bien, o relativamente bien, en las dos últimas décadas.
Estos grupos sociales, que a menudo son la base social del neoliberalismo,
suelen estar sobre-representados en el movimiento sindical y son los que
marcan los rumbos del sindicalismo.

Pasión por la estabilidad

Uno de los efectos más perversos del actual modelo, es que los que más
necesitan romper con él, tienen enormes dificultades para organizarse y
hacerse escuchar, mientras los que pueden hacerlo están interesados en
mejorar su situación dentro del modelo. Esta fractura no se registraba en el
período de la industria nacional de sustitución de importaciones, cuando
todos los sectores populares tenían -a grandes rasgos- intereses mínimos
comunes. Dicho de otro modo: hasta los años setenta podía sostenerse que el
movimiento sindical, en el que se agrupaban todas las categorías de obreros,
tendía a representar el 'interés general' de la clase trabajadora. Esto ha
cambiado radicalmente con la implantación del modelo neoliberal. En palabras
de un dirigente de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA),
refiriéndose al sindicalismo que sólo organiza a los que tienen trabajo
formal: 'Un modelo sindical que sólo apuesta a organizar a este sector,
apuesta a la debilidad de la clase trabajadora y es funcional al sistema'

No es ninguna casualidad, por tanto, que las luchas más importantes de la
última década las protagonizaran los sin tierra brasileños y paraguayos, los
indios bolivianos, ecuatorianos y chiapanecos, los habitantes de las
barriadas pobres en las periferias de las grandes ciudades, como los
piqueteros argentinos y los vecinos de El Alto en Bolivia. Ciertamente, hubo
sindicatos y gremios de trabajadores que desplegaron luchas muy importantes.
Pero fueron la excepción. Lo habitual, es que los que verdaderamente pelean
son los desocupados y subocupados, en suma, los marginados por el
neoliberalismo.

El secretario de Organización de la CUT brasileña, Rafael Freire, expresa de
forma transparente la existencia de dos opciones entre los oprimidos.
Sostiene que en el amplio movimiento contra la globalización neoliberal,
coexisten dos opciones: la de quienes promueven su "abolición", y los que
como la CUT y las grandes centrales sindicales del mundo 'trabajan por la
"reforma" de esos organismos' y defienden "medidas que den una dimensión
social a la actual globalización". En todo caso, ambas alternativas
(antisistémica y de inserción en el sistema) no deberían visualizarse como
opciones ideológicas, sino como resultado de los intereses de sectores
sociales que están insertos de forma diferente y contradictoria: los
marginados, por un lado, y los que tienen trabajo fijo y expectativas de
ascenso social, por otro.

Más aún, buena parte de los trabajadores sindicalizados suelen abrigar
temores hacia los desocupados, cuando éstos salen a las calles. En ese
sentido, los sectores que tienen trabajo fijo, ya sean obreros,
administrativos o técnicos, mantienen actitudes culturales próximas a las de
las clases medias con las que están cada vez más emparentadas. Lo sucedido
en Argentina en los momentos más intensos de la crisis -la confluencia en
las calles entre los marginados y las capas medias- no es lo habitual. El
deseo de progresar dentro del neoliberalismo de aquellos que no se han
hundido en la pobreza, se expresa políticamente como apuesta a salir de
forma gradual del modelo. Tienden a rechazar los caminos políticos que
pueden provocar crisis sociales y, muy en particular, recelan de que los
marginados puedan ocupar un papel relevante en el escenario político,
económico y social.

Rotura con el modelo y crisis social

En algunos países, las grandes centrales sindicales hace tiempo que ya no
representan los 'intereses generales' de los trabajadores, sino apenas
intereses corporativos de pequeños sectores. Es el caso del llamado
'sindicalismo empresario' patrocinado por la CGT argentina, muchos de cuyos
sindicatos participaron en el proceso privatizador asociándose al gran
capital internacional, ya sea en las empresas privatizadas o en los fondos
de pensiones creados por el menemismo. Pero es también el caso de las
centrales brasileñas, cuyos dirigentes han sido señalados como parte de una
'nueva clase social' surgida de la administración de los fondos de pensiones
originados en las antiguas empresas estatales . Por diferentes vías
(mafiosas en el caso argentino, constitucionales en el brasileño), el
sindicalismo tradicional vive una profunda mutación: sus capas más altas
están muy lejos de aquella 'aristocracia obrera' nacida a principios del
siglo pasado, integrada por obreros manuales calificados, bien remunerados,
educados y con formas de vida diferenciadas del resto de los trabajadores,
que apostaron a los grandes partidos reformistas. Ahora estamos ante una
fusión de intereses entre la gran burguesía y un sector de los trabajadores,
justo aquellos que ejercen un papel determinante en el movimiento sindical,
por lo menos en unos cuantos países de América Latina.

Esto explica, entre otras muchas razones, porqué la Confederación de
Trabajadores de Venezuela (CTV) se moviliza para derrocar al gobierno de
Chávez y se enfrenta a los habitantes de los barrios populares. Los
trabajadores de la petrolera estatal, PDVSA, guiados a menudo por la
gerencia de la empresa, han sido la punta de lanza de los intereses
imperiales. Ciertamente, el caso venezolano es excepcional por la nitidez de
los intereses corporativos que representa la central sindical, pero en
absoluto es un caso aislado. Buena parte de las centrales sindicales del
continente han renunciado a una política de 'derechos iguales para todos',
característica del Estado benefactor, y se limitan a apoyan las políticas
focalizadas contra la pobreza que defiende el Banco Mundial y aplican todos
los gobiernos de la región, menos los de Venezuela y Cuba.

El gran problema que presenta la salida del neoliberalismo en América
Latina, es que el principal sujeto social de los cambios ya no es la clase
trabajadora en su conjunto, sino el sector más pobre, los llamados
marginados. Un gobierno que pretenda romper con el modelo, tendrá que
'privilegiar' a este sector, tanto en lo económico como en lo social, lo
político y lo cultural. Por el contrario, los intereses corporativos del
sector de trabajadores que se ha beneficiado con el modelo, se verán
perjudicados en todos los aspectos. En los hechos, parece imposible
contemplar a unos sin afectar a los otros, lo que supone niveles de
confrontación elevados. Más aún cuando los marginados (indios, sin tierra,
piqueteros y otros) comienzan a irrumpir en el escenario político con
demandas propias, que nunca consisten en el abandono "gradual" del
neoliberalismo sino en la ruptura lisa y llana. Aunque ello signifique
adentrarse en profundas crisis.

Emir Sader, 'Lula: ¿llegó el posneoliberalismo?', en revista América Libre
No. 20, Buenos Aires, enero de 2003.
Véase Armando Boito Jr, 'A hegemonia neoliberal no governo Lula', en revista
Crítica Marxista No. 17, Río de Janeiro, Editora Revan, 2003.
Hugo Nochteff y Nicolás Gell, 'Distribución del ingreso, empleo y
salarios', Intituto de Estudios y Formación de la CTA, Buenos Aires, junio
de 2003.
Para llegar al 100% debe sumarse a patrones y profesionales registrados (5%
entre ambas categorías).
Declaraciones del dirigente de los trabajadores estatales, Juan González, en
Brecha, Montevideo, 15 de febrero de 2002.
Rafael Freire, 'O sindicalismo e os movimentos de luta contra a globaliza챌ao
neoliberal', en revista OSAL No. 6, Buenos Aires, enero de 2002.
Francisco de Oliveira, O ornitorrinco, San Pablo, Boitempo, 2003.

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