Por si no fuera bastante con ver en circulación numerosos coches estadounidenses de los años '50 o descomunales camiones reconvertidos en autobuses urbanos, en las calles cubanas también circulan los "riquimbilis."

Los riquimbili son motocicletas fabricadas en casa, a base de una bicicleta china a la que colocan un motor de bomba de agua o fumigador obtenido en el mercado negro y una botella plástica como tanque de gasolina, que no deja de ser peligroso.

Son motocicletas fabricadas en casa, a base de una bicicleta china a la que colocan un motor de bomba de agua o fumigador obtenido en el mercado negro y una botella plástica como tanque de gasolina. Los ruidosos "riquimbilis," a pesar de su frágil apariencia, logran sobrepasar los 100 kilómetros por hora en carreras ilegales que los jóvenes realizan en las afueras de La Habana. Sirven para ir al trabajo, pasear con la novia y hasta llevan familias enteras, el padre al volante, la madre atrás y el niño apretado entre los dos. El "riquimbili," fácilmente identificable a más de una cuadra por su ruido ensordecedor, es una ingeniosa improvisación para hacer frente a la crónica escasez de transporte público que sufre la isla desde el colapso soviético hace una década. Para ir de un sitio a otro los cubanos se ven obligados a esperar durante horas en las paradas de los autobuses y viajar en congestionados "camellos," camiones con remolques que surgieron precisamente para aliviar el problema del transporte.

Al hermano del dictador se le ha otorgado un galardón como defensor del medio ambiente, pero en Cuba los rústicos medios de transporte reservados para el pueblo contaminan las ciudades...

Muchos también han hecho piernas pedaleando kilómetros encima de una sólida bicicleta china sin cambios de velocidad. Por eso muchos se han decidido a entrar en el mundo de los "riquimbilis," cuyo nombre de origen desconocido parece ser también fruto del ingenio cubano. Con piezas viejas de moto montadas sobre una bicicleta y un motor con una cilindrada de entre 50 y 125 centímetros cúbicos, usualmente de dos tiempos, se puede tener ya un medio de transporte propio. Cualquier motor vale, sea de bomba de agua, motosierra, generador eléctrico o fumigador portátil, aunque el más cotizado es el generador de los antiguos tanques militares soviéticos dados de baja.

Las privaciones diarias son herramientas de control poblacional...

La trasmisión, controlada con un embrague, suele ser un rodillo que trabaja por fricción directamente sobre la rueda o un sistema de polea con correa. Los más elaborados usan cadenas de motocicleta. "El transporte está malo, desgraciadamente. Si hubiera transporte, no habría necesidad de esto," dijo el chapista Lázaro Brito. Su "riquimbili," que rinde hasta 56 kilómetros por litro de gasolina, no tiene cromo reluciente ni adornos superfluos, pero sí tiene un tanque rojo de una motocicleta rusa Karpati y un tubo de escape hecho con un barrote de una cama de hospital. Los "riquimbilis" son ilegales y sus dueños son multados con frecuencia. Las autoridades dicen que estas motocicletas caseras son demasiado peligrosas para estar en circulación y no les conceden matrículas.

El pésimo estado del transporte público ha forzado al pueblo a recurrir a los medios más primitivos e inimaginables.

"Cada vez que nos paran nos ponen 50 pesos de multa," dijo Brito. Sin embargo, la policía es bastante tolerante y hace la vista gorda, aparentemente ante el empeoramiento sostenido del transporte público. En los últimos tiempos se han confiscado pocos "riquimbilis."

El Apartheid turístico es tan cotidiano como la presencia de la policía política. Los omnibus con aire acondicionado son para los turistas extranjeros.

"El riquimbili resuelve," dijo Rainier González, quien trabaja de fumigador contra el mosquito del dengue por 245 pesos al mes (unos 10 dólares, el salario mensual cubano). González dijo que la policía debería evitar que se hicieran carreras con los "riquimbilis" porque ha habido accidentes mortales, pero tendrían que dejar tranquilos a los que los usan para transportarse por la ciudad. "Que se lo quiten a quien lo cojan corriendo, pero no a quien lo usa para resolver. Eso no es justo. Aqui no hay carro, no se puede comprar un carro," dijo. Comprar un coche nuevo no es algo común en Cuba y para ello se necesita una autorización del gobierno.

Los célebres "camellos", legado del castrismo para la historia del transporte en Cuba, un país que vive en perpetuo estado de una guerra invisible: la del dictador contra su propio pueblo.

Los más osados convierten los "riquimbilis" en motos de carreras, modificando sus motores para añadirle aros y aumentando la cilindrada. Usan modernos carburadores japoneses para darle más potencia y reducen el peso poniéndole botellas de plástico como depósito de combustible. "Imagínate que iba a tope y me reventé por dentro," dijo Helder Leal, de 22 años, mostrando una cicatriz en el estómago, recuerdo de un accidente que tuvo en un choque nocturno a 105 kilómetros por hora. Los "riquimbilis" representan la ingeniosa manera cubana de hacer frente a las trabas burocráticas y las escaseces existentes en la isla de economía socialista. Hasta su nombre es inventado y ni siquiera hay consenso sobre cómo se escribe. La idea fue copiada de una motocicleta norteamericana de antes de la Segunda Guerra mundial, llamado el "Whizzer," que fue introducida en Cuba en los años 40 para el reparto de telegramas del servicio postal. Algunos pueden verse todavía en las calles habaneras. Los cubanos de más edad optan por los "riquimbilis" de tres ruedas, también llamado la "chivichana." El chófer jubilado Juan Almaguer usa uno desde hace siete años para hacer transporte de mercancías. Con su motor estadounidense de una bomba de riego de los años 40, puede cargar 400 kilos. "Como es ilegal no se puede invertir mucho en esto," dijo Almaguer

Por Anthony Boadle
La Habana
Reuters
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José F. Sánchez
Máximo Tomás
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Junio 11, 2004