No porque hayas caido
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por callado eres silencio.
Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerios, bosques, paramos,
van a impedir que te encontremos,
Che Comandante,
amigo.
Con sus dientes de jubilo
Norteamerica se rie. Mas de pronto
revuelvese en su lecho
de dolares. Se le cuaja
la risa en una mascara,
y tu gran cuerpo de metal
sube, disemina
en las guerrillas como tabanos,
y tu ancho nombre herido por soldados
ilumina la noche americana
como una estrella subita, caida
en medio de una orgia.
Tu lo sabias, Guevara,
pero no lo dijistes por molestia,
por no hablar de ti mismo,
Che comandante,
amigo.
Estas en todas partes. En el indio
hecho de sueño y cobre. Y en el negro
revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero,
y en el terrible desamparo
de la banana, y en la gran pampa de las pieles,
y en el azucar y en la sal y en los cafetos,
tu, movil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querian,
Che Comandante,
amigo.
Cuba te sale de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil
y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar,
tierna y dura de jefe camarada.
Te vemos cada dia ministro,
cada dia soldado, cada dia
gente llana y dificil
cada dia.
Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante,
amigo.
Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña.
El de la selva, como antes
fue el de la Sierra. emidesnudo
el poderoso pecho de fusil y palabra,
de ardiente vendaval y lenta rosa.
No hay descanso.
Salud Guevara!
O mejor todavia desde el hondon americano:
Esperanos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tu has muerto,
para vivir como tu vives,
Che Comandante,
amigo.
Nicolas Guillen