Bolivia: estado indígena antioccidental
Carlos Alberto Montaner (18/07/2004 20:14) Bolivia: Estado indígena marxista antidemocrático....
Los indios van a dividir el país suramericano con su totalitarismo
Lo que ocurrió en Bolivia fue una revuelta étnica estimulada por pretextos ideológicos: una explosiva combinación de indigenismo y de marxismo antioccidental
La noticia dio la vuelta al mundo. A mediados de octubre de 2003, el presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada se vio obligado a renunciar ante una ola de disturbios populares que dejó varias docenas de muertos. Hasta ahí, la información era casi aburrida. Bolivia es una nación convulsionada que, a lo largo de su historia, ha sufrido unas 200 interrupciones violentas en su sistema legal de transmitir la autoridad. Lo curioso, en este caso, es que quienes desalojaron del poder al Presidente democráticamente electo fueron los representantes de un movimiento popular afianzado en las comunidades indígenas. Lo que ocurrió fue una revuelta étnica estimulada por pretextos ideológicos: una explosiva combinación de indigenismo y de marxismo antioccidental. El Gobierno pretendía exportar las enormes reservas de gas natural a Chile y, sobre todo, a Estados Unidos, y dos líderes indígenas se echaron a las calles a tratar de impedirlo con su habitual discurso antiimperialista y antiglobalizador. Se trataba de Evo Morales y de Felipe Quispe, ambos del pueblo aimara, grupo indígena de aproximadamente dos millones de hablantes, esparcidos por toda la región andina (Bolivia, Ecuador, Perú).
Morales, dirigente del Movimiento al Socialismo y líder de los campesinos que cosechan la hoja de coca, es un marxista de ideas rudimentarias, colocado bajo la influencia de Fidel Castro. Sus reivindicaciones sociales son típicas de la izquierda antimercado de aquellos parajes: que el Estado recupere las empresas privatizadas, les done tierras a los campesinos, congele los precios, aumente los salarios, asigne más impuestos a los ricos y a las clases medias.
Con el mismo espíritu, pero más radical y fanático, es Felipe Quispe. Quispe no es un revolucionario social, sino racial. Se hace llamar ‘el Mallku’, el Cóndor, y sueña con expulsar del poder a los etnocidas y a sus cómplices, blancos, mestizos o indios, que desde hace 500 años marginan y humillan a sus antepasados. Para el líder de la Confederación Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, Morales es un ‘vendido traidor’ dispuesto a jugar dentro de los códigos de sus enemigos de raza, pues aunque ambos se proclaman marxistas, el comunismo de ‘el Mallku’ no hunde sus raíces en los escritos del pensador alemán sino en los ‘ayllus’ del incanato, unas comunidades precolombinas colectivistas, ingenuamente idealizadas.
Los acontecimientos de Bolivia, por supuesto, no son nuevos. Casi son una repetición de la sublevación ecuatoriana que en enero del año 2000 depuso al presidente Jamil Mahuad, con un elemento que entonces la hacía más peligrosa: la colaboración entre indígenas y militares de medio y alto rango.
La más curiosa, no obstante, es la circunstancia de Perú, el único país de América latina gobernado por un indio de origen humildísimo, Alejandro Toledo. Pero se trata, simultáneamente, de una persona ilustrada, formada en Stanford, que no pretende viajar al pasado de los incas, sino al futuro que conoció de cerca en California durante sus años de estudiante. Frente a Toledo, y frente al resto de la sociedad peruana, se yerguen los hermanos Ollanta y Antauro Humala, dos oficiales del ejército que se rebelaron contra Alberto Fujimori y hoy piensan llevar a Perú el mismo clima de rebelión étnica de los vecinos Ecuador y Bolivia.
Como en las malas bebidas, lo peor de este lamentable cuadro político está en la mezcla: la utopía indigenista, el colectivismo marxista, el militarismo y la justificación de la violencia. Todo ello alimentado desde dos focos permanentes de caotización y desorden: la Cuba de Fidel Castro y la Venezuela de Hugo Chávez.
¿Hay alguna coordinación entre estos movimientos? Sin duda: el llamado Foro de Porto Alegre, fundado en esa ciudad por el Partido de los Trabajadores de Brasil en 1990, luego reunido una docena de veces en diversas capitales, y al que están afiliados un centenar de partidos y agrupaciones radicales de extrema izquierda de América Latina vinculados por el desprecio a los llamados ‘valores burgueses’ -la libertad, el pluralismo, el mercado-, pero aún más cohesionados por el antiamericanismo y el rechazo al modelo económico y social preconizado en Occidente.
Lo lamentable de esta situación es que realmente el grado de pobreza y exclusión de la mitad de la población, incluido el 80% de los indígenas, es terriblemente degradante. Sin embargo, cualquier intento de rescatar el mítico pasado de los incas, o cualquier esfuerzo por romper los lazos culturales y económicos con Occidente, lejos de aliviar los infinitos problemas de la región, sólo conseguirá multiplicarlos y castigar aún más a la ya hambreada población. Si eso sucede, el desastre será sustituido por el horror.
Está sacado de una pagina boliviana, independiente;
Centro de Medios Independientes
Qollasuyu Ivi Iyambae Bolivia
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