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General: Hegemonía o Supervivencia
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De: matilda (Mensaje original) |
Enviado: 27/08/2004 21:27 |
"Hegemonía o supervivencia" (II)
En Inglaterra, en el siglo XVII, quienes se consideraban a sí mismos "hombres de primera calidad" miraban con horror las turbas populares, que denominaban "bestias con figuras de hombre". Los acusaban -insólitamente- de querer un gobierno de personas iguales a ellos y no uno de caballeros y señores que dicten leyes que son ajenas a las aflicciones del pueblo. Pensaban los "hombres de primera calidad" que el pueblo es "depravado y corrupto" y que el poder debía quedar en manos de los buenos, aunque estos fueran escasos.
Casi tres siglos más tarde, los partidarios del presidente Wilson de los EE.UU. creían que la obligación de Washington era velar, en el exterior, porque el poder estuviera en manos de los buenos y, en el interior, reservar la toma de decisiones a los grupos de élite. Wilson afirmaba que era necesario permitir que estos grupos, integrados por caballeros de "ideales elevados", preservasen la "estabilidad y la rectitud".
Estas citas sirven a Noam Chomsky, en su libro "Hegemonía o supervivencia", para desenmascarar la naturaleza del poder. Afirma el pensador estadounidense que la democracia actual o la actual ficción de democracia está estructurada de modo tal que solo los grupos que defienden el mantenimiento del orden establecido son los destinados a gobernar. Su legitimación estaría dada a través de una "fabricación del consentimiento", que se materializa por medio de la propaganda. El apoyo de los medios de comunicación es indispensable, por lo que hay que integrarlos al poder para vaciar así su cometido crítico. El consentimiento popular para llevar adelante la guerra contra Irak fue cuidadosamente fabricado y, aunque hoy el New York Times y el Washington Post hagan un mea culpa, el hecho es irreversible y, seguramente, si tienen una nueva ocasión y el poder real lo exige, volverán a comportarse como lo hicieron.
El gobierno está reservado para un grupo de personas que han aceptado las reglas del juego que consagran como naturales e inevitables los abismos entre quienes tienen y quienes no. Chomsky se refiere a las personas que están habilitadas para gobernar de la siguiente manera: "Lo que no se dice es que los hombres responsables alcanzan ese estatus no por tener un talento o conocimientos especiales sino por subordinarse voluntariamente a los sistemas del poder real y guardar lealtad a sus principios operativos; de modo primordial a ese que dicta que las decisiones básicas sobre la vida social y económica se deben circunscribir a instituciones con un control autoritario vertical, en tanto que la participación de la bestia (el pueblo) se debe limitar a una palestra pública mermada".
Este pensamiento elitista, que se encubre con palabras y ficciones, se aplica casi a la perfección a la realidad nacional, sirve para comprender las características de nuestra clase política y explica los errores, los escándalos, la corrupción y la lucha patológica por insignificantes porciones de poder. Explica, en suma, que para gobernar no hace falta ninguna otra condición que aceptar obedientemente las reglas de juego impuestas por el orden establecido. No la ley, que sí es imprescindible respetar, sino el cuidado de un orden que consagra la injusticia y la exclusión social y beneficia a sectores minoritarios de la población. Al decir de Chomsky: "Asegurarse que la 'gran bestia', como Alexander Hamilton llamaba al pueblo, no traspase los límites debidos".
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