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General: USA NAZIS? O NO USA?
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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 26/10/2004 16:09
¿Nazis U.S.A.?
Hermann Bellinghausen
La Jornada Semanal

¿Se encamina Estados Unidos a un régimen fascista? La pregunta,
reiterada desde el ascenso de George W. Bush, sigue pareciendo más
una bravata ideológica que una situación real. ¿Cómo demostrarlo en
la nación de las libertades civiles (independientemente de su
historial imperialista, que es otro asunto), donde la igualdad de
oportunidades, aun con matices graves, rifa; una sociedad
multirracial constituida por inmigrantes de todo el mundo? Para
minorías, una: los nativos americanos, los pieles rojas de las
películas.

El referente habitual es la Alemania nazi por razones casi obvias, al
menos en términos de vocación imperial. Aquí empiezan los problemas
de la transpolación, pues la diferencias pesan tanto como las
similitudes. Alemania nunca fue mayor que alguno de los más extensos
entre el medio centenar de estados de la Unión Americana. Aquella
Alemania no era una democracia bipardistista, sino una dictadura
militar, si bien movilizaba el apoyo de la población de una manera
mucho más eficaz de lo que actualmente permite la apatía política del
estadunidense medio. Alemania predicaba el bien para sí; Estados
Unidos promete el bien para toda la humanidad desde una presunta
autoridad ética que a los hitlerianos no les importaba ni como
apariencia.

Esta "autoridad humanitaria" permitió a Estados Unidos arrasar las
ciudades de Alemania al concluir la segunda guerra mundial, en un
escala incomparable a lo visto después en Irak, Vietnam o cualquier
otra de las guerras americanas, y sólo superada por la devastación
atómica de Hiroshima y Nagasaki. Notablemente, dicha "autoridad" no
le fue discutida nunca por los pueblos alemán y japonés.

Es particularmente revelador el "olvido" colectivo de los alemanes
contemporáneos de aquel "castigo ejemplar" del cual Kurt Vonneguth ha
dado testimonio en Matadero Cinco. El último libro de W.G. Sebald
(1944-2001), el gran escritor alemán de fin de siglo, Sobre la
historia natural de la destrucción (1999), escudriña esta increíble
laguna mental del pueblo alemán mediante lo que parece una revisión
crítica (demoledora, por cierto) de la literatura de posguerra, al
menos en lo tocante a un tema que hasta ahora permanece oculto. Y
que, como quiera, consistió en un colosal crimen de guerra de los
aliados contra la población civil.

¿Heil Bush?

Como nunca antes, es difícil saber quién gobierna actualmente Estados
Unidos. Y esto, sin contar la obsesiva demostración que ha hecho el
historiador John Nichols de que el "verdadero jefe" del gobierno es
el vicepresidente Dick Cheney. (Un chiste recurrente en las
manifestaciones antibush dice: "a bush and a dick=we’re fucked" (en
sentido coloquial: "un coño y un pito=estamos jodidos").

Para fines descriptivos, baste saber que el presidente nominal de
Estados Unidos es (todavía) George W. Bush. Lo rodean el "general"
civil Donald Rumsfeld, el magnate petrolero Dick Cheney, el mariscal
ideológico Karl Rove y los halcones de rango medio Colin Powell, Paul
Wolfowitz, Condoleeza Rice (negros y judíos ya caben), y la
ultraderecha que representan John Ashcroft, Tom Ridge, James Baker y
otras excelentísimas personas.

La hasta cierto punto irrelevante irrupción del popular Arnold
Schwarzenegger como figura política disparó el interés en los
antecedentes familiares de la élite política de Washington, no como
genealogía incómoda sino como proyecto vigente. Con más ansiedad que
entusiasmo, los periodistas Bob Fitakis y Harvey Wasserman, de Free
Press, resucitaron viejos datos y nuevos hallazgos documentales que
resumieron como sigue: "El abuelo de George W. Bush ayudó a financiar
al partido nazi, y el abuelo de Karl Rove participó en la conducción
de dicho partido, y de manera directa, ayudó en la construcción del
campo de exterminio de Birkenau. A nadie extrañó pues que impulsara
para gobernador de California al hijo de un tal Gustav S., voluntario
de los camisas pardas que llegó a capitán y participó en la ‘Noche de
los cristales rotos’ y otras célebres tropelías del nazismo en
ascenso durante los años 30" ("Counterpunch", 6 de octubre de 2003).
Esto, sin contar las favorables opiniones que alguna vez emitió el
propio actor-gobernador acerca de Adolf Hitler.

En 1994, Mark Aaron y John Loftus establecieron en La guerra secreta
contra los judíos que George Herbert Walker fue uno de los más
importantes respaldos de Hitler en Estados Unidos. Inyectó dinero
para el joven fascista a través de Union Banking Corporation. Tan
lejos como 1926, este Walker (descendiente del filibustero Walker que
asoló Centroamérica en el siglo xix) se las arregló para poner a su
flamante yerno Prescott Bush como vicepresidente de la compañía W. A.
Harriman. Prescott Bush se convirtió en socio de la empresa cuando
ésta se fusionó con Brown Harriman Company, y en 1934 llegó a la
junta directiva de Union Banking, que respaldó el ascenso del partido
nazi alemán y financió el inicio de la segunda guerra mundial. 

E. Roland Harriman (hermano del futuro y prominente gobernador de
Nueva York Averrel Harriman) era jefe de Prescott Bush y socio de los
aristócratas Thyssen-Bornemiza (quienes romperían con Hitler en 1938;
los amigos americanos nunca rompieron con los nazis). Como ha
señalado Johnatan D. Salant, estas amistades no impidieron que el
abuelo Bush fuera electo senador por Connecticut en 1952 y se le
considerara "presidenciable".

El 31 de julio de 1941, el gobierno de Franklin D. Roosevelt congeló
3 millones de dólares de Union Banking destinados a Fritz Thyssen,
padrino económico de Hitler. De acuerdo con Loftus, "los amigo en
Nueva York de Thyssen eran Prescott Bush y Herbert Walker", padre y
abuelo, respectivamente, de quien dirigiría la cia en los setenta y
en la década siguiente gobernaría Estados Unidos (durante doce años,
aunque sólo cuatro como presidente formal): George Bush.

El 20 de octubre de 1942, el gobierno de Estados Unidos ordenó el
retiro de todas las operaciones financieras del régimen hitleriano en
Nueva York, a cargo de Prescott Bush, y expropió Union Banking a
través del Acta sobre "tratos con el enemigo". La liquidación
retribuyó a Bush y Walker con unos pobres 750 mil dólares por cabeza.

El 25 de septiembre de 2004, el diario inglés Guardian documentó
nuevos detalles. Thyssen, dueño de la más grande empresa de acero y
carbón de Alemania, se enriqueció gracias al rearme hitleriano. Uno
de los pilares de la red corporativa internacional de Thyssen, Union
Banking Company, trabajaba en exclusiva para el banco holandés
Handel, controlado por Thyssen (Rotterdam y Suiza eran las Islas
Caimán del momento). Más inquietantes son los vínculos de Prescott
Bush con la Compañía Consolidada Acerera de Silesia, propiedad de
Thyssen. "Durante la guerra, esta empresa, ubicada en la frontera
germano-polaca, recurrió a la fuerza de trabajo de los esclavos de
los nazis en los campos de concentración, incluido Auschwitz", dice
el Guardian.

En 2001, Kurt Julius Goldstein y Peter Gingold, sobrevivientes de
Auschwitz, demandaron al gobierno de Estados Unidos y a la familia
Bush por 40 millones de dólares, en compensación por haberse
beneficiado del trabajo esclavizado de los reclusos. El caso fue
desechado por razones de "soberanía del Estado". No obstante, estos
octagenarios han recurrido a la Corte Internacional de La Haya y
esperan veredicto.

Libros posteriores revelan con exhaustivo detalle el lavado de dinero
nazi de Bush y Harriman. Michael Kornish descubrió estas liasions
dangeréuses en El ascenso de la dinastía Bush, publicado por el
Boston Globe. Por su parte, Loftus demostró que Prescott Bush sirvió
"a sabiendas" como lavador de dinero de los nazis, y recordaría que
sus libros contables fueron congelados por la U.S. Alien Property
Custodian en 1942, si bien fueron devueltos a la familia Bush en
1951.

Fitakis y Wasserman señalan que las relaciones de los Bush con ex
nazis después de la guerra han sido ignoradas, pero existen. Esto, a
pesar de que hoy prolifera una verdadera industria editorial sobre la
familia del presidente estadunidense, y ésta sostiene que el abuelo
no "simpatizó" con la ideología nazi. Hasta se opuso al macartismo de
los cincuenta (aunque habría que conocer los motivos: también se ha
documentado que Prescott Bush hizo inversiones con José Stalin). La
familia Bush autorizó recientemente el libro de Mickey Herskowitz
Deber, honor y país (que será publicado por Rutlege Hill Press),
biografía apologética de Prescott Bush que, en apenas un par de
páginas, niega que el ilustre abuelo haya hecho negocios con los
industriales nazis.

La historia no queda allí. John Foster Dulles, quien sería secretario
de Estado con Eisenhower, trabajó con Prescott Bush en las
operaciones de lavado de dinero nazi en Harriman Company. Al
respecto, se ha comprobado la compra de ocho millones de dólares en
oro para los nazis, y al menos el embarque de 3 millones hacia
Alemania antes de y durante la guerra. Allen Foster Dulles (hermano
de John) sería director de la cia. Y entonces aparecen las conexiones
de la cia. Martin Lee documentó en El despertar de la bestia cómo los
servicios de inteligencia de Estados Unidos reclutaron numerosos
agentes nazis de alto nivel para espiar a la Unión Soviética durante
la Guerra fría.

En 1988, el llamado Project Censored probaba a qué grado los medios
de comunicación ocultaron, ignoraron o minimizaron al menos diez
reportajes que ponían en duda la candidatura presidencial de George
Bush padre, quien desde su primer "encargo" en la cia del "amigo"
Dulles, en 1963, hasta la víspera de su ascenso presidencial
veinticinco años después, mantuvo vínculos eficaces con una red
antisemita de filiación nazi. 

El reportero Russ Bellant logró establecer los vínculos entre el
Partido Republicano y antiguos nazis protegidos por Estados Unidos.
En los ochenta, Bob Grossman acuñó el término friendly fascism
("fascismo amigo") para esta corriente no tan oculta de los
republicanos. En 2000 y 2001, la revista Columbus Alive documentó los
nexos del ex presidente Bush con la secta de Sun Myung Moon y sus
propias redes fascistas en Japón y Corea del Sur.

Lo indeleble en Rove

Toca el turno a Karl Rove, quien opera para George W. Bush desde los
años de Texas. No es ocioso pensar en el mariscal Joseph Goebbels.
Considerado el "cerebro" de George W. Bush (y existen indicios de que
necesita uno), Rove estuvo a punto de quemarse cuando descobijó como
agente de la cia a Valerie Palme, esposa del embajador estadunidense
en Nigeria Joseph Wilson, en represalia por la "ineficacia" de Wilson
para demostrar que Saddam Hussein compró material nuclear al gobierno
nigeriano. Esto, cuando Bush aún buscaba pretextos para invadir Irak.

El propio Wilson, así como Al Martin, teniente coronel de la us Navy,
sostienen que el abuelo de Karl Rove fue Karl Heinz Roverer, Gaultier
de Odenburg, y Reich Statthalter (jerarca del partido nazi) en esa
región de Alemania en los años treinta. Era también socio e ingeniero
en jefe de la compañía Roverer Sud-Deutche Ingenburo, constructora
del campo de exterminio de Birkenau donde decenas de miles de judíos,
gitanos y disidentes fueron exterminados.

Nuestro Karl Rover vivía en Utah antes de saltar a la Casa Blanca y
los salones alfombrados de Pennsylvania Avenue. Afiliado a la iglesia
mormona, es considerado el "ingeniero" de la actual "administración
Bush". Constructor y destructor de reputaciones, Rove ha protegido su
genealogía con similar éxito a su invención de Schwarzenegger o la
apropiación de Texas por los republicanos mediante una redistritación
electoral a la que ni el pri mexicano se hubiera atrevido en sus años
de esplendor. Esto, para no mencionar el golpe de Estado desde
Florida en 2000.

Una oportuna migración a Norteamérica le permitió a Rove cambiar de
nombre y borrar las huellas visibles. Pero hay rasgos indelebles que
escapan a los mejores zorros. Algo acaba siempre por traicionarlos.
Un desliz memorable lo prueba. Bob Woodward refiere en su libro Bush
en guerra, la siguiente escena: "Poco después del 11 de septiembre de
2001, George W. Bush llegó al Yankee Stadium vestido de bombero y
lanzó la primera pichada. La multitud rugió al unísono con encendida
emoción. Miles de fanáticos levantaron los brazos con el pulgar en
alto. Karl Rove, sentado en el palco de George Steinbrenner,
propietario de los Yankees, celebró el rugido de la masa. ‘Parece un
mitin nazi’, dijo, sí, emocionado." Que lo diga, ironizan Fitakis y
Wasserman, y antes Woodward. Y nosotros, sin aliento, con ellos.

Llegados a este punto, la pregunta inicial (¿se dirige Estados Unidos
a un fascismo?) no tiene aún, por fortuna tal vez, respuesta
definitiva. La construcción de un consenso televisivo para manipular
a las masas con miedo y sentimientos patrióticos bastante primarios
ha sido magistral. El esquema mercenario de Fox News arrastró a las
demás televisoras, por razones de mercado cuando menos (si bien cnn
en particular ha resultado una suerte de paraestatal del Pentágono).

Hoy no se promueve una raza ni una filosofía corrompida, sino una
idea de mercado. Si el grupo de Bush captura otra vez el corazón de
su pueblo, el avance del nuevo fascismo seguirá adelante. Queda el
otro síntoma preocupante. Según analistas europeos, la Rusia de
Vladimir Putin se dirige al fascismo. Quizás otro. Quizás el mismo.
Sobre todo si consideramos que el enemigo que sostiene a los poderes
de Washington y Moscú es el fascismo radical de los grupos islámicos
que a su vez captura el corazón de millones de personas en la mitad
del planeta: un fenómeno nuevo, sin país preciso ni domicilio
conocido, y con el arma más temible de todas, el resentimiento. Es
hora de leer otra vez El hechizo, de Hermann Broch, el mejor retrato
que se ha hecho de cómo nace y estalla el fascismo sin control entre
la gente común, y la corrompe.

Es innegable (¿y suficiente?) el efecto de un movimiento social que
busca "detener" a Bush, por dentro y por fuera del Partido Demócrata,
y que teme que los bushianos nunca aceptarán irse de la Casa Blanca
por las buenas. Un dato esperanzador, para no terminar tan gacho este
alegato. Un sector importante de la industria del entretenimiento,
fundamental en un país educado en ella, ha decidido ir a
contracorriente. ¿Podrán las movilizaciones callejeras y por
internet, la oposición de la Fábrica de Estrellas y el sentido común
revertir la hipnosis colectiva del país cuyo gobierno comanda y
administra la fuerza militar más poderosa que ha existido?



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