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General: Y LOS IDIOTAS CREEN EN EL DIABLO.......
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 04/11/2004 13:52
COMO DECIMOS POR AQUI ¡CRUZ MANDINGA!!!
 
El factor Satanás
José Pablo Feinmann 
Página/12 - Buenos Aires

Hay tres factores que permiten entender a la sociedad
norteamericana desde la argentina. Uno: el miedo y la
exigencia de seguridad. Dos: el poder de los medios y
los abanderados del orden y la mano dura. Tres: el
bipartidismo. Sería adecuado proponer que echemos una
mirada a nuestras oscuras entrañas para develar el
oscurantismo del Norte y su necesidad de guerra
permanente o preventiva, que es lo mismo. Aquí, el
bipartidismo pareciera haber amainado. Aquí, los
radicales parecieran haber dejado de existir. Pero hay
un choque clarísimo entre la búsqueda de una
democracia ligada a los derechos humanos y una derecha
que se posiciona en el miedo para retornar al
autoritarismo de manos de la seguridad. El
bipartidismo se trasladó al interior del peronismo.

Ya se sabe: como sólo hay peronismo todos los
conflictos se dan ahí. La derecha argentina funciona a
lo Bush: metamos miedo, aterroricemos y eso nos hará
avanzar hacia una sociedad autoritaria,
hipercontrolada. Si el miedo se ha transformado en una
herramienta prioritaria de la política mundial es
porque el mundo, el entero mundo, tiene miedo. No hay
lugar en el que no se tenga miedo. No hay lugar en que
el miedo no esté al servicio de la guerra y el
totalitarismo.

Entre los pueblos más asustados del planeta figura
Estados Unidos. También en esto son los primeros, la
primera potencia. Tienen tanto miedo que el miedo
explicará lo que para algunos será inexplicable: que
gane Bush. Y, también, tienen tanto miedo porque nunca
antes lo habían tenido. En Estados Unidos, dentro de
ese territorio, nunca pasaba nada terrorífico. Era el
espacio de lo intocable. Nadie golpeaba ahí. El
derrumbe de las Torres es el derrumbe de la confianza
de Estados Unidos en su invulnerabilidad.

Para colmo, entre los herederos del Mayflower y Dios
existe una relación de hierro. Los yanquis creen en
Dios. El capitalismo cree en Dios. Se hizo con Dios,
de la mano de Dios y del ascetismo y la pureza del
Dios protestante. Pero incluso ese Dios (el de
Ginebra, el de Calvino, el del célebre ensayo de Max
Weber) está lejos. No, los yanquis ya no creen en un
Dios cuya austera moral les permitirá construir un
Imperio. Hoy creen y necesitan un Dios combativo.

Mario Diament, que vive y conoce Estados Unidos como
pocos, declaró un par de cosas esenciales en el
programa de Gerardo Yomal, Detrás de las paredes.
Nadie (en USA) lo quiere a uno si uno dice que es
ateo. Veamos por qué. No sólo porque los yanquis creen
en Dios. Sino por otra cosa. Creen más en otra cosa
que en Dios. Creen, sobre todo, en el Diablo. Diament
dice algo que se sabe pero lo dice porque lo vive y lo
palpa casi cotidianamente: “El 65 por ciento de los
norteamericanos cree en el Diablo”.

Ha llegado, ahora, el momento de arrojar una tesis que
explica más que muchas otras, acaso que todas. El
capitalismo imperial del tercer milenio ha abandonado
el Dios austero de Calvino, el Dios de la ética
protestante que la prosa weberiana tan finamente
dibujó. El Imperio Global cree –más que en Dios– en el
Demonio. ¿Cómo, entonces, habría de aceptar a un ateo?
Si usted es un ateo, no cree en Dios. Si no cree en
Dios, no cree en el adversario del Demonio. Si usted
no cree en el adversario del Demonio, usted cree
solamente en el Demonio. Usted está con él. O él
habita en usted. Usted es el Otro. El Diablo es el
súper Otro de la nueva fe del capitalismo.

Es bastante claro: para surgir y consolidarse el
capitalismo necesita un Dios que elija a los suyos por
la austeridad, el esfuerzo, el trabajo. A ellos los
“elige”. Esta elección se torna visible. No es
abstracta. Los elegidos por Dios son los que prosperan
económicamente. Si los luteranos se metían en lo
rural, la tierra; los calvinistas son urbanos:
trabajan y ahorran y, por fin, Dios los señala. Un
señor que se enriquece por medio de su trabajo austero
y honesto es un elegido de Dios: su riqueza es ese
símbolo. Dios premia el esfuerzo de los buenos con la
riqueza, con el dinero. Esto es útil en una primera
etapa. Pero, consolidado el Imperio, se trata de
conservarlo. Para conservarlo de la ira de los
pérfidos ya noalcanza el Bien. Hay que creer (sobre
todo) en el Mal. Hay que mirar más hacia el lado del
Diablo que hacia el lado de Dios. De este modo, ese
inmenso país interior, ese territorio que no es
Manhattan ni es Hollywood, sino el de los cuellos
rojos y los rudos bebedores de cerveza está entregado
a creer en el Diablo. ¿Cómo va a tolerar a un ateo?

Un ateo nos quita el gran misil que tenemos contra el
Demonio: la fe. Este pueblo cree, este pueblo es el de
Dios, es el agredido por el Diablo y el que sabrá
derrotarlo. Pero se ha pasado de la ética austera del
trabajo a la ética guerrera de buscar al Diablo donde
esté y aniquilarlo. Si Dios es el Bien, el Diablo es
el Mal. Los yanquis luchan contra el Mal. De aquí que
postulen “Ejes del Mal” o guerras preventivas contra
todo rincón del mundo en que el Mal aparezca.

De esta forma, el bipartidismo norteamericano no es
tal. Hay matices. Diferenciación en algunas conductas.
Algunos tonos. Pero, ¿quién no lo sabe? El “bueno” de
Kennedy hizo Bahía de Cochinos e inició Vietnam. Lo
mataron porque acaso no creía tanto en el Diablo o tan
extremadamente como es necesario creer. Pero la
historia no va a cambiar. Kerry (si es que gana, cosa
que no creo) no podrá sino seguir los pasos de Bush.
El pueblo del Norte tiene miedo. Y un pueblo tiene
miedo cuando cree en el Diablo. Cuando cree que el
mismísimo Angel Caído lo está atacando.

¿Qué Dios necesita? Un Dios de la guerra. Un Dios que
bendiga a los castigadores. Que les diga a los
torturadores de Guantánamo: “Vuestra tarea es sagrada,
hijos. Lucháis contra el Maligno. Y esa lucha, en la
que todo vale, os vuelve santos, cruzados y puros. El
camino hacia Dios, hoy, es castigar a quienes lo
agreden agrediéndonos a nosotros”. Algo parecido a lo
que decían los capellanes argentinos a los marinos que
volvían de los vuelos.

Gane quien gane, el que ya ganó en el corazón asustado
y vengativo de ese pueblo (o, sin duda, de su mayoría)
es el mismísimo Príncipe de las Tinieblas.


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