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General: ZAPATERO: A RECOLONONIZAR!!
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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 06/12/2004 12:19
Vigilar, presionar y castigar
Las multinacionales españolas se reorganizan
Juan Agulló

El gobierno de José María Aznar (1996-2004) nunca fue del total gusto
de las grandes empresas españolas: le reprochaban cierta dejadez
hacia sus problemas en América Latina.

El socialdemócrata José Luis Rodríguez Zapatero se ha propuesto
corregir el error: acaba de crear un discreto pero eficiente grupo de
presión político-empresarial.

Ludolfo Paramio es una de las eminencias grises del nuevo gobierno
español. Antiguo asesor del ex presidente Felipe González
(1982-1996), investigador del Centro Superior de Investigaciones
Científicas, patrono de diversas fundaciones y excelente conocedor de
la realidad latinoamericana, Paramio regresó hace unos meses a La
Moncloa (el equivalente a Los Pinos) para hacerse cargo del
Departamento de Análisis y Estudios del gabinete de la Presidencia.

Es mucho más que un ministro: Paramio forma parte de un reducido
grupo de consultores del Presidente que no sólo se encuentran al
margen del control parlamentario (al contrario de lo que le sucede a
los ministros, encargados de gestionar el día a día) sino que,
además, tienen en sus manos el diseño de las políticas públicas de
mediano y largo plazo. Aznar llamaba a su equipo de asesores, con
ironía, fontaneros. Con Zapatero, la acepción ha perdido peso, pero
no así su enorme influencia institucional.

Miguel Sebastián –al igual que Paramio– es un peso pesado. Su nombre
tampoco suele aparecer en los periódicos pero su poder es grande.
Antiguo director del Servicio de Estudios del BBVA, en la actualidad,
dirige la Oficina Económica del Presidente. Junto a Paramio,
directivos de las 12 multinacionales españolas más importantes y
otros altos cargos de la administración, Sebastián acaba de crear un
todavía informal observatorio de América Latina cuyo objetivo confeso
es realizar cabildeo a este lado del Atlántico.

Inseguridad jurídica

En los últimos 10 años, las empresas españolas han invertido en
América Latina unos 60 mil millones de euros (cerca de 900 mil
millones de pesos). El país ibérico es ya el segundo inversor más
importante en la región. Paramio sostiene que ello debiera haber
modificado las conductas políticas de Madrid. Según las grandes
empresas, sin embargo, al gobierno de Aznar le faltó determinación
política para defender sus intereses en América Latina, como lo hacen
Francia en Africa o Estados Unidos en Medio Oriente.

El argumento más utilizado es el de la crisis argentina, a finales de
2001. Entonces, multinacionales españolas como Telefónica, Aguas de
Barcelona o Gas Natural perdieron mucho dinero, o bien dejaron de
ganarlo. La devaluación de la moneda local tuvo la culpa pero también
la congelación de tarifas que Buenos Aires se vio obligado a imponer
en pleno estallido social. A ese tipo de escenario es al que las
empresas españolas se refieren cuando hablan de inseguridad jurídica.

Actualmente existen conflictos en cierto modo parecidos –de la gran
empresa española con gobiernos nacionales latinoamericanos– en
Brasil, Bolivia, Chile y Perú. El principal reproche de las empresas
españolas no va dirigido, sin embargo, contra situaciones que en
cierto modo parecen considerar "lógicas". Las multinacionales culpan,
más bien, a su propio gobierno por no ejercer suficiente presión
sobre los actores sociopolíticos encargados de tomar decisiones aquí
en América Latina.

Más allá de las fundaciones

Otro de los reclamos de la gran patronal española es la falta de
previsión. Al otro lado del Atlántico existe un gran desconocimiento
de la coyuntura latinoamericana que –afirman– les desborda y, lo que
es más grave, está afectando a sus intereses. Su entramado de grupos
de presión y servicios de estudio resulta insuficiente y el papel
jugado por la política de fundaciones impulsada a principios de los
noventa por Felipe González y profundizada por Aznar ha demostrado
tener muchas carencias.

Hasta tal punto que la Fundación Carolina –insignia, en los últimos
años, de la política latinoamericana de Madrid– parece encontrarse en
una situación financiera delicada. Da la impresión de que las
empresas que la sustentan (aquellas con mayores intereses en América
Latina) hace tiempo que decidieron desinvertir. En cuanto a la
Fundación Empresa y Crecimiento –pensada como un foro de penetración
empresarial exclusivamente privado– no termina de arrancar.

Subyace, pues, la necesidad de una coordinación político-empresarial
orientada a la defensa de los intereses españoles en América Latina.
Defensa que –aunque no se exprese públicamente– la patronal española
desea que deje de subordinarse –como ocurrió durante el gobierno de
Aznar– a los intereses de Estados Unidos en la región. De ahí el
impulso que –como quedó patente en la reciente cumbre de San José de
Costa Rica– se le pretende dar en los próximos años a la Organización
de Estados Iberoamericanos (OEI).

Observar e intervenir

El problema es que aunque Zapatero reivindique iniciativas
multilaterales como la OEI, las inversiones españolas en América
Latina son ya demasiado importantes: ello parece exigir una
conducción paralela del proceso. Quizás por eso, desde hace meses,
altos funcionarios del gobierno han comenzado a reunirse con altos
ejecutivos de las 12 multinacionales españolas con mayores
inversiones en la región: Telefónica, Repsol, Gas Natural, BBVA, SCH,
Endesa, Iberdrola, FENOSA, Agbar, PRISA, Sol Meliá y ACS.

El objetivo es triple. Se trata, en primer lugar, de generar un
espacio de coordinación público/privado al más alto nivel; en segundo
lugar, de ir esbozando los fundamentos de un sistema de información y
análisis permanente sobre la evolución de la realidad
latinoamericana; por último, de garantizar un cabildeo eficiente
orientado a garantizar, tanto la seguridad jurídica de las
inversiones ya comprometidas como la posibilidad de que aquí se vayan
abriendo nuevos espacios para la penetración de capitales españoles.

Lo que se está ventilando es el perfeccionamiento de un todavía
incipiente sistema de dominación extranjero que, ora compite, ora
colabora, ora sustituye al que tiene su base en Washington. Lo
interesante es que aunque lo que caracteriza al nuevo escenario es
una cierta divergencia relacionada con la conducción política del
proceso, hay una realidad incontestable: a casi 200 años de la
Independencia, España parece haber vuelto a América Latina con
intención de quedarse. Zapatero también.


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