Mitos y falacias en una Cuba neocolonial Evelio Tellería Alfaro
21 de enero
El advenimiento de la Revolución Cubana echó por tierra mitos y falacias que por más de medio siglo de república neocolonial predicaron los regímenes burgueses.
Era el retrato de un país donde con falsas teorías y argumentos nada convincentes se pretendía mantener a las masas sumidas en un letargo fatalista, que frenaba todo desarrollo político, económico y social.
El notorio apotegma de que en Cuba se podía hacer una revolución con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército, fue uno de los tabúes que se desmoronó con la materialización de la estrategia de la lucha armada trazada por Fidel Castro Ruz, como única vía para derrocar al régimen de facto surgido el 10 de marzo de 1952 que encabezaba Fulgencio Batista, e instaurar una sociedad sin explotados ni explotadores.
De trabajadores, estudiantes y campesinos se nutrieron las filas del Ejército Rebelde como expresión de la unidad de las masas populares para enfrentar a una fuerza armada muy superior en hombres y pertrechos, además de financiada y entrenada por Estados Unidos.
La elevada moral y autoridad política del ejército del pueblo dio al traste con la maquinaria militar de una sangrienta dictadura que durante siete años enlutó al país.
Como una mezcla de entreguismo y frustración, la idea del fatalismo geográfico fue otro mito existente durante la Cuba del pasado. Sus defensores eran burgueses y políticos anexionistas, quienes afirmaban que dada la cercanía de nuestro país al poderoso vecino del norte, los destinos de la Isla en todos los órdenes quedaban inexorablemente a merced de la nación imperial.
De ahí, por ejemplo, la falsa tesis de que todo movimiento social en Cuba tenía que contar con el OK de Washington, de lo contrario era imposible su existencia y durabilidad. Otros planteaban que mientras Estados Unidos mantuviera su régimen, los cubanos no podían establecer otro diferente hasta tanto no ocurriera lo mismo en la cercana nación.
La historia, sin embargo, demostró todo lo contrario cuando desde enero de 1959 los cubanos por sí mismos emprendieron el camino de una sociedad justa.
Sería prácticamente interminable la lista de mitos y falsedades que la Revolución cubana destruyó como castillo de naipes a lo largo de más de cuatro décadas. Quienes preconizaban que sin el mercado norteamericano la economía cubana se esfumaba, que la mujer era incapaz de desempeñar diversas tareas laborales y que era imposible una sociedad sin discriminación racial, se equivocaron con el devenir de los años.
Cuba ha sabido diversificar y ampliar su comercio exterior, cientos de miles de mujeres se han incorporado a la producción y los servicios y hoy constituyen el 43 por ciento de la fuerza laboral del país. Se hizo realidad, asimismo, la igualdad de deberes y derechos ciudadanos para todos los cubanos, sin distinción de razas.
Son verdades tangibles que de una vez y por todas barrieron con los tabúes y falacias de la otrora república que vivíamos.