12.- La revolución científica y tecnológica ha permitido un impresionante desarrollo de las fuerzas productivas junto a una enorme capacidad de control y manejo de la naturaleza. Sin embargo, en contradicción con tales posibilidades creadas, que permitirían satisfacer las necesidades humanas y proteger el medio ambiente si se las aprovechara socialmente, lo que se tiene a la vista es el despilfarro de los recursos naturales para satisfacer un consumismo voraz, su aprovechamiento en beneficio de la ganancia y no del ser humano, la concentración creciente de la riqueza, la destrucción implacable del medio ambiente. Se calcula que las dos terceras partes de los bosques del mundo han sido destruidos, y corresponde a los países capitalistas desarrollados más del 80 por ciento del envenenamiento ambiental. El impresionante desarrollo de las fuerzas productivas choca abruptamente con relaciones de producción caducas y un modo de vida impuesto por el capitalismo que amenaza el futuro mismo de la humanidad. La tragedia que enfrentan los trabajadores a las puertas del siglo XXI, inclusive en el seno de los países desarrollados, es mucho peor que ser condenados a la desocupación crónica y a la pérdida del valor de sus salarios: sobran, representan números que deberían desaparecer, no los necesita el capital ni siquiera para explotarlos. La situación en los países del Tercer Mundo, es todavía peor. En ellos viven, según Naciones Unidas, más de l,200 millones de personas bajo la línea de pobreza; l,500 millones de personas carecen de agua potable; 1,000 millones de adultos son analfabetos funcionales; 500 millones de niños están sin escuelas; 800 millones se encuentran desempleados. Todo esto en la llamada “era del conocimiento”. El monopolio de la ciencia y la tecnología se ha convertido en otro de los instrumentos de dominio, opresión y explotación de los pueblos, en lugar de colocarse al servicio de la humanidad.
13.- Las capacidades acumuladas permitirían solucionar los más agudos problemas: hambre, miseria extrema, desocupación, educación, salud, protección del medio ambiente, etc. A ello se opone, sin embargo, la naturaleza irracional, deshumanizada y expoliadora del sistema capitalista, su afán desmedido de lucro, su modo de vida consumista e individualista, su afán concentrador de la riqueza. Si bien el desarrollo vertiginoso de la revolución científico - tecnológica le ha permitido al capitalismo salir de su crisis y pasar a la ofensiva, ésta es contradictoria y deleznable. La razón de ello está en que el desarrollo de las fuerzas productivas se verá frenado y distorsionado inevitablemente por la envoltura de las relaciones de producción capitalistas que impiden su libre desenvolvimiento. Es un hecho, por ejemplo, que la desocupación en los países capitalistas se ha convertido en un problema estructural, crónico, con tendencia creciente; o que la elevada productividad lograda choque con mercados que tienen su respectivo límite, conduciendo con ello a próximas crisis de sobreproducción y de caída de tasas de ganancia de consecuencias imprevisibles; o que el sistema financiero y especulativo ciego e incontrolable domine la economía mundial.
14.- No se debe pasar por alto que en el mundo se comercia anualmente entre 2.5 y 3 trillones de eurodólares de bienes y servicios, mientras el mercado financiero y especulativo transa 75 trillones, es decir 25 veces el valor del comercio mundial sin el respaldo productivo del caso. No estamos ante una economía ordenada e integrada sino en caos. La anarquía de la producción hoy es más prominente que nunca. El estallido de la crisis en cadena en Asia Oriental ha puesto en evidencia la fragilidad de los âdragonesâ y âtigresâ cuyos modelos de desarrollo están en cuestión y que necesitaron del auxilio desesperado del sistema financiero internacional y del FMI para evitar su bancarrota. La disputa por los mercados está en expansión y arreciará inevitablemente. El mundo globalizado económica, política y culturalmente que buscan imponer según el molde norteamericano, no representa ningún futuro promisor para la humanidad ni será aceptado ni tolerado. En esas condiciones hablar de libertad, democracia, independencia, justicia social, paz o derechos humanos, resulta un contrasentido. Las conquistas y posibilidades abiertas por la revolución científica y tecnológica, bien miradas las cosas, confirman que ya no pueden ser contenidas bajo los anillos de hierro del capitalismo, y que sólo en el socialismo encontrarán su verdadero cauce al servicio del ser humano y en salvaguarda de su entorno medioambiental.
15.- El imperialismo, como fase superior del capitalismo, no es estático. Si bien representa su faceta más expansionista, parasitaria y en descomposición ( una de sus características parasitarias consiste en que destina enormes recursos a la especulación financiera en lugar de aplicarlos a fines productivos, de modo que el dinero gana dinero sin pasar los procesos de producción, de creación de riqueza), no por ello deja de adecuarse a las nuevas condiciones. Creer que su derrumbe será automático o que está condenado a la parálisis, es un grave error que se pagará caro. Lo es también sobreestimarlo. Si es verdad que las contradicciones que están en su base son insuperables, es verdad igualmente que puede manejarlas mientras no tenga al frente la fuerza alternativa capaz de derribar su fortaleza. El imperialismo que analizó Lenin difiere en no pocos aspectos del imperialismo actual, de las formas de dominio de las naciones y los pueblos y de sometimiento de los trabajadores en sus respectivos países. Su esencia sigue siendo la misma, pero no siempre sus métodos. Está virtualmente terminado el sistema colonial; en su lugar ensancha el neocolonialismo teniendo como mascarones de proa organismos como el FMI, el BM, la OMC, la OTAN, etc., y como locomotoras al capital financiero, el monopolio de la ciencia y la tecnología, la informática y las comunicaciones, el mito del mercado globalizado, el modo de vida y los valores del capitalismo. Si antes era el control de territorios, ahora prefiere la posesión de las riquezas y el control de los mercados, el saqueo planetario. Marx demostró en el Manifiesto Comunista, en febrero de l848, que el capitalismo âprogresivo con relación al feudalismo- ârompe inevitablemente las fronteras nacionales en busca de mercadosâ. âEspoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partesâ. Engels, a su vez, escribió en l880: âlas contiendas locales van adquiriendo volumen nacional y surgen las guerras comercialesâ¦hasta que por fin, la gran industria y la implantación del mercado mundial dan carácter universal a la lucha, a la par que le imprime una inaudita violencia. El que sucumbe es arrollado sin piedadâ. Esta descripción es una exacta radiografía de lo que viene ocurriendo hoy día, solo que en una dimensión inmensamente mayor.
16.-La esencia de la âmodernización capitalistaâ luego de la crisis del modelo keynesiano y del derrumbe de la ex URSS, más conocida como neoliberalismo, no es otra cosa que la reestructuración capitalista utilizando la revolución científico - tecnológica para generar una mayor expansión de la productividad del trabajo, optimizar la tasa de ganancia de los monopolios, eliminar las barreras aduaneras y las regulaciones al capital, intensificar la sobreexplotación de los trabajadores a quienes se arrebata sus derechos sociales y laborales adquiridos. Sin embargo, pese a lo impresionante de estos avances tecnológicos, y del aumento de la masa de bienes y de capital acumulado, el capital imperialista no ha logrado siquiera igualar y mucho menos superar las tasas de ganancia y de productividad que se registraron antes de la crisis de 1970. Ello significa que con cada crisis le es más difícil satisfacer lo que es condición esencial para la existencia del capitalismo: la obtención de crecientes y sostenidas tasas de ganancia. El capitalismo imperialista en su etapa de globalización cuasi mundial no ha logrado los resultados que esperaba y por el contrario ha exacerbado las contradicciones a un nivel que se vislumbra inmanejable, si nos atenemos a fenómenos como los del caos financiero y el mayor empobrecimiento de la mayoría de países del mundo. Por ello es que no puede considerársele como un sistema triunfante capaz de garantizar armonía y estabilidad. La prolongada recesión en Japón, el crecimiento modesto de la Europa comunitaria, las señales claras de crisis en los EE.UU. luego de una década de crecimiento sostenido, son una clara demostración de que los años que vienen serán tumultuosos, donde los trabajadores y los pueblos se aprestan a presentar batalla con igual dimensión planetaria. Seattle es una clara señal al respecto.
17.- Todo esto muestra que la continuidad de sociedades basadas en la explotación del hombre por el hombre, con su acumulación y distribución desigual de la riqueza, torna imposible, bajo cualquier sentido, que los seres humanos puedan alcanzar sobre esa base la justicia social, la democracia plena, la prosperidad común, la igualdad de posibilidades, la libertad verdadera, la paz y la solidaridad, en comunión racional con su medio ambiente, patrimonio común de todos los hombres y mujeres de la tierra. Lo que queda claro es que el capitalismo jamás dejará de lado la explotación y la opresión, ni abandonará su esencia rapaz y expansionista, injusta e inhumana. La humanidad, si aspira a alcanzar la plenitud de su desarrollo, bienestar e igualdad, en un mundo de paz y justicia, poco o nada puede esperar de un sistema que polariza al tiempo que excluye del disfrute de sus conquistas materiales y espirituales a los trabajadores. Esta es una contradicción objetiva, inherente al tipo de desarrollo capitalista que no puede ser resuelta sino por medio de una revolución social que sacuda sus cimientos y abra paso a un nuevo sistema económico y social: el socialismo. La sociedad moderna ha generado las premisas objetivas para dar este salto cualitativo. Los inmensos recursos económicos, científicos, tecnológicos, culturales, acumulados por la humanidad o que están en vías de conquistarse, indican este camino como el único posible para salvar a la humanidad del colapso que madura en las entrañas del capitalismo, de una polarización frenética donde unos pocos, sin detenerse en consideraciones sociales o éticas, acumulan enormes fortunas mientras la inmensa mayoría es excluida y condenada a la pobreza, el atraso y la muerte. Estamos, pues, no sólo ante la necesidad de un cambio de sistema económico - social, sino también de civilización