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General: Ho Chi Minh
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De: Gran Papiyo (Mensaje original) |
Enviado: 02/05/2005 01:04 |
Ho Chi Minh, artífice de la victoria de Viet Nam Autor: MARTA ROJAS Ho Chi Minh fue el artífice estratégico y conductor de su pueblo hasta la victoria definitiva el 30 de abril de 1975, aún después de haber muerto a los 79 años. El peso de sus ideas y ejemplo fueron tan fuertes y arraigadas en el Partido que fundó y en la población toda que aplastó al ejército norteamericano. La victoria sin precedentes, dada la fuerza y métodos implacables empleados por el enemigo, se tornó en un estigma para el imperialismo yanki y en motivo de vergüenza para millones de norteamericanos. Qué coincidencia, también en un mes de abril, la política imperial de Estados Unidos sufrió una derrota sin precedentes en las arenas de Playa Girón. Pero hablemos de Ho Chi Minh, nacido el 19 de mayo de 1890 en la aldea de Kim Lien, distrito de Nam Dan en la provincia de Nghe An (Trung Bo). En aquella época los colonialistas franceses acababan de ocupar Viet Nam. Su padre era un educador rural, Pho Vang, doctor en letras chinas. Se anota que este hombre, querido por los aldeanos, nombró a su tercer hijo Nguyen Sing Coog y que por tanto ese fue el nombre original de Ho Chi Minh, cuya madre se llamó Hoang Thi Loan. Fueron los abuelos maternos del niño, muertos los padres cuando él tenía apenas 10 años, quienes terminaron de criarlo. La tradición de estudio en aquella familia campesina le fue transmitida al futuro constructor de la patria vietnamita. También la hidalguía y arraigo a la tierra natal. En 1909, bajo la dominación francesa, al padre de Ho Chi Minh lo habían nombrado mandarín, en contra de su voluntad, enviándolo a dirigir un distrito en Viet Nam del Sur (Nam Bo), antigua Conchinchina, pero su aversión a ese cargo público de los colonialistas fue tal que obligó a estos a retirarle el nombramiento, mas no le permitieron regresar a la aldea de origen, confinándolo a otra donde él y su familia padecieron las mayores penurias. En tiempos remotos en Nghe An, donde nació el futuro patriota, según registra la milenaria historia de Viet Nam âantiguo imperio de Anamâ fueron derrotados 300 000 soldados de las dinastías feudales, batidas por el héroe Quang Trung. La historia de alguna manera se repite y la capital de Nghe An (Vinh) fue destruida por sus habitantes antes de que fuera ocupada por los colonialistas franceses. De todo esto y más debió conocer el joven que un día decidió salir a conocer el mundo para aprender las luchas modernas y, formado como hombre libre e intelectual de su época, liberar a su tierra oprimida. Un historiador vietnamita llamado Tran Dan Tien reconstruyó parte de la vida de Ho Chi Minh, a quien conoció personalmente. Trazó un itinerario indispensable. El joven (Ho Chi Minh) se enroló en un barco como pinche de cocina, nombrándose Ba. Conoció varios continentes, asumió el patriotismo como deber. En Francia se hizo llamar Nguyen Ai Quoc y fue uno de los fundadores del Partido Comunista Francés; criticó a no pocos de sus miembros porque él no podía comprender que un comunista permaneciera impasible ante un régimen colonial como el que padecía Viet Nam, su propia patria, así como otros países de África, algunos de los cuales él había conocido cuando navegaba, y era simplemente el marinero Ba. La lucha contra el colonialismo en cualquier lugar del mundo fue su primera batalla política. Conoció a la antigua Unión Soviética, había bebido del marxismo leninismo. Llegó a aprender varios idiomas, entre ellos el inglés, en Londres, donde trabajó fregando platos durante ocho horas diarias y encontraba tiempo para estudiar, y preparar su lucha por la libertad. En París se empleó como pintor y colorista para subsistir y escribió incansablemente sobre la causa de su pueblo en diferentes publicaciones. Perseguido por sus ideas políticas y acciones a favor de la libertad de las colonias, y en especial de Viet Nam, pasó a ser un luchador político y a la vez promotor de la independencia por cualquier medio. De todos los diarios franceses solo el Populaire, órgano oficial del Partido Socialista francés publicó sus primeros escritos. Jean Longuet, nieto de Carlos Marx y diputado al Parlamento de Francia era el director del periódico y le abrió las puertas tan pronto lo conoció. Longuet lo llamó, tal vez por primera vez en su vida "querido camarada", y además lo estimuló a continuar la lucha. Por entonces el joven Nguyen Ai Quoc no sabía redactar perfectamente en francés, pero logró hacerlo a la perfección. Así pudo leer en sus lenguas originales, sin ninguna dificultad, a Víctor Hugo y a Zolá, a Shakespeare y a Dickens así como al intelectual chino Lu Tsin. Y había aprendido algo de español. Se le abrirían pronto las puertas de L'Humanité donde incluso publicó en dos partes su primer cuento y el periódico le pagó nada menos que cien francos, una cifra no muy generalizada en aquella época para otros famosos autores. Pronto redactaría el ensayo "El proceso de la colonización francesa". En contacto con exiliados de Argelia y otros territorios de ultramar, decidió fundar la Liga de las Colonias con vistas a liberar a sus pueblos. Por supuesto que la policía gala amenazó con expulsarlos de París. Pero él y sus compañeros fundaron "a escondidas" el periódico Le paria y aunque muchos de los trabajadores vietnamitas y de otras colonias eran analfabetos, estos contribuían con el dinero que podían a fin de sostener la publicación. Transcurridos unos años ya era el líder indiscutible de su pueblo. Sufriría prisión en Shanghai, donde en una masacre en la cárcel lo dieron por muerto, pero salió prácticamente de la tumba y siguió trabajando por la independencia, en China y luego en la propia tierra vietnamita. Ello lo acercaba a su objetivo. Ya tenía un grupo decidido, inteligente y de fidelidad probada a la causa y estaba apto para cortar las amarras del colonialismo. Para abrir el camino a un Partido Comunista vietnamita, había fundado en 1925 la Unión de la Juventud Revolucionaria de Viet Nam, en Cantón, y la Unión Comunista; entrenó a cuadros para dirigir e introducir el marxismo leninismo en Viet Nam. Cuatro años después aparecieron las primeras organizaciones comunistas en el territorio vietnamita, aunque eran pocas aún, estaban preparadas para responder a la convocatoria el 3 de febrero de 1930 a una Conferencia Internacional Comunista, preparada por él. De esa manera se unirían las diversas organizaciones de esa ideología en Viet Nam, formando el Partido Comunista de Viet Nam y a seguidas de este el Partido Comunista de Indochina, que devendría en el Partido de los Trabajadores de Viet Nam, con el propósito de hacer primero la revolución nacional, democrática y luego la revolución socialista. Ho Chi Minh se había permeado de lo mejor de la Revolución bolchevique, y luchaba incansablemente por la liberación de las naciones oprimidas en un estilo propio. En su país fundaría el Viet Minh (Asociación por la Independencia de Viet Nam) y habría de construir las bases para los levantamientos armados con vistas a tomar el poder, lo cual culmina en la Revolución de Agosto, y el 2 de septiembre de l945 declaró la fundación de la RDV (República Democrática de Viet Nam), en Hanoi. En la primera legislatura de la República es elegido Presidente. Pero los colonialistas franceses, aliviados los traumas del final de la Segunda Guerra Mundial, regresarían a sus posiciones en Indochina. El Ejército Popular debía actuar y con él la lucha política y la elaboración estratégica genial de guerra de todo el pueblo concebida por Ho Chi Minh y extraordinarios líderes formados por él como Pham Van Dong, Nguyen Giap y Le Duan, entre otros. La guerra por la independencia comenzó en todo Viet Nam. Fue cruenta, así como atroz la hambruna de su pueblo. El ejército francés fue derrotado por medios tan cruentos como ingeniosos y valientes. Había ocurrido un fenómeno de David contra Goliat tan espectacular que una vez conocido, dejó atónito al mundo, en 1954. Los vietnamitas, guiados por Ho Chi Minh horadaron la tierra y apresaron al general francés en su despacho de una "fortaleza inexpugnable". Mas, tampoco había acabado la lucha. Como diría José Martí en La Edad de Oro: "También y tanto como los más bravos, pelearon, y volverán a pelear los pobres anamitas, los que viven de pescado y arroz y se visten de seda, allá lejos, en Asia, debajo de China". | Corre 1960. Ho Chi Minh, en el II Congreso del Partido, proclama la línea para la transformación y construcción socialistas en el Norte y apoyar a los patriotas del Sur, no importa con cuánto cuenten los títeres colocados por los Estados Unidos. Combatientes ya habían viajado a Hanoi, y prepararon el camino. Bentré había sido el símbolo un año antes, en 1959. Una mujer, Nguyen Thi Dinh, luego vicecomandante en Jefe del Frente Nacional de Liberación, tuvo la responsabilidad de alzarse con un grupo de campesinos, contra el ejército títere y los primeros ocupantes norteamericanos. Ho Chi Minh aplicaba en el Norte el marxismo leninismo, en las condiciones concretas de su país, combinando sabiamente y con originalidad de guerrillero las tradiciones de los vietnamitas, el pensamiento revolucionario político más avanzado y la guerra popular, de unión nacional en el Sur. La fuerza de las masas fue y seguiría siendo su bandera. En julio de 1969 le pregunté, en la última entrevista que ofreció a un periodista extranjero, en qué basaba su cálculo para derrotar a los yankis en el Sur y reunificar el país, en qué residía su confianza. Me respondió llanamente: "en la fuerza y grandeza del pueblo vietnamita reside, según mi opinión, en su resistencia; reside en la unidad, fundamentalmente, y en que goza del apoyo de los pueblos del mundo y, como ejemplo, está el hermano pueblo cubano. Cuando los cubanos, en la otra parte del globo terráqueo, organizan actos y manifestaciones en solidaridad con nuestra lucha eso nos estimula mucho, pero sobre todo los discursos de Fidel nos gustan mucho. Nosotros seguiremos luchando decididos a vencer. Lo hemos dicho y lo reiteramos". Esto lo dijo en julio. Falleció en septiembre de aquel mismo año. Sabríamos entonces que en mayo ya tenía escrito su testamento donde decía: "En la lucha antiyanki y por la salvación nacional en realidad tendremos más dificultades y sacrificios, pero estamos seguros de que obtendremos la victoria total". La victoria total ocurrió el 30 de abril de 1975. --------------------------------------------- Fuente: Granma, 25/04/05 | © | Centro de Información para la Prensa de la Unión de Periodistas de Cuba | | ARRIBA | INICIO | SALUDOS REVOLUCIONARIOS (Gran Papiyo) |
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De: mfelix28 |
Enviado: 02/05/2005 08:45 |
Apoyo Crónica Vietnam (1).- El general Giap, el 'Napoléon Rojo' que expulsó a franceses y estadounidenses de Vietnam
HANOI, 29 Abr. (EP/AP) -
Durante los años cincuenta y sesenta, el legendario general vietnamita Vo Nguyen Giap fue una pesadilla para franceses y estadounidenses, el hombre que acabó con un siglo de dominio colonial galo en Indochina y el cerebro militar de la desconcertante guerrilla comunista de Ho Chi Minh que acabó con las pretensiones de Estados Unidas en su país. Actualmente, a sus 93 años de edad y tres décadas después del final de la Guerra de Vietnam, el 'Napoléon Rojo' se mantiene agudo y sereno.
"Vietnam es un país heroico, pero sigue siendo pobre", declaró hoy a Associated Press en su vivienda de Hanoi, de estilo francés colonial. "Ahora tenemos que afrontar otro 30 de Abril luchando contra la pobreza y el atraso a fin de hacer un Vietnam más fuerte y próspero", añadió.
En todo caso, conserva la fe en que su país soprenderá otra vez al mundo luchando una guerra pacífica para conseguir la prosperidad. "La gente no creyó que Vietnam pudiera derrotar a los franceses y a los americanos, pero logramos hacerlo", afirmó. "Ahora podemos superar definitivamente la pobreza y el atraso; Vietnam será un país fuerte y próspero, cual es mi deseo", añadió.
A juicio de Giap, la fecha del 30 de abril de 1975 sigue siendo la más gloriosa en la dilatada historia bélica de Vietnam, aparte de marcar el final del largo ciclo de guerras sufrido por su país, incluidas las que mantuvo contra la dominación colonial de Francia.
Ese día, del que mañana se cumplen 30 años, las fuerzas comunistas de Ho Chi Minh ocuparon Saigón, la capital de Vietnam del Sur, dejada a su suerte por Estados Unidos tras la derrota del poderoso imperio norteamericano, y entraron con sus tanques en el Palacio Presidencial, donde consiguieron que el presidente Duong Van Minh anunciara su rendición a través de la radio nacional.
"Ninguna otra guerra de liberación nacional fue tan feroz o causó tantas pérdidas como esta guerra" contra Estados Unidos, declaró Giap. "Algunos amigos internacionales nos aconsejaron que nos limitáramos a conservar el Norte y que no combatiéramos contra los americanos, pero nosotros seguimos luchando porque para Vietnam nada era más precioso que la independencia y la libertad", añadió.
EL 'NAPOLEON ROJO'
Giap fue el cerebro militar que se ocultaba tras las guerrillas vietnamitas. El 'Napoleón Rojo' fue un militar enérgico que asumió peligros que muy pocos hubieran afrontado, a menudo sacrificando numerosos combatientes en beneficio de las necesidades estratégicas.
Consiguió vencer a los franceses en Dien Bien Phu tras ordenar a sus soldados que arrastraran la artillería pesada a través de montañas escarpadas, y en 1968 sorprendió a los estadounidenses en la ofensiva de Tet, en la que ordenó atacar las ciudades del sur, incluida Saigón, una operación que marcó el principio del fin para las aspiraciones militares de Estados Unidos.
El general Giap sigue vistiendo con su uniforme militar y recibiendo a dirigentes de todo el mundo que visitan Vietnam. Miles de vietnamitas y de ciudadanos de otros países han pedido audiencia con él, pero deberán esperar a causa de la frágil salud del viejo militar. Con todo, Giap continúa siendo un héroe nacional, la figura más venerada en Vietnam después de su legendario presidente Ho Chi Minh.
La esposa de Giap desde hace 59 años, Dang Bich Ha (78 años de edad), con la que se casó en segundas nupcias --su primera mujer falleció en una prisión francesa--, continúa junto a él y asegura que la vida se ha vuelto, con el tiempo, más fácil para toda la familia. "Mi marido ha cargado sobre sus hombros la mayor parte de las dificultades", declaró. "Como esposa suya, he intentado dar lo mejor de mí, pero todas las dificultades se han superado", añadió.
"Tengo hacia mi padre la responsabilidad de cuidarle bien y conservar todo lo que le pertenece", afirmó, por su parte, uno de los cinco hijos de Giap, Vo Dien Bien |
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De: mfelix28 |
Enviado: 02/05/2005 16:22 |
Tambien había cubanos en Vietnam. (Con estos no se reunía maceo, ¿ verdad?) http://www.jrebelde.cubaweb.cu/2005/abril-junio/mayo-1/elcamino.html El camino de la jungla
Testimonio del coronel (r) Roberto Léon González, quien dirigió a un grupo de cubanos en uno de los mayores secretos de la guerra de Vietnam
Luis Raúl Vázquez Muñoz Fotos: José de la Rosa y archivo del entrevistado
CIEGO DE ÁVILA.— El murmullo del avión invitaba a dormir; pero a la mente le retornó la figura del comandante Raúl Díaz Argüelles, cuando dijo: “Nadie puede saberlo, León”. Y lo volvió a ver, con las cejas apretadas, antes de repetir despacio y con voz baja: “Nadie, León. ¿Entendiste? Nadie”.
Y así fue. Solo lo conocían los necesarios, incluido el grupo de 23 cubanos que ahora volaba en el avión, y aún entre ellos el secreto había permanecido. Viajaban con la fachada de constructores civiles y la única arma que portaba cada hombre era un machete guardado en el equipaje.
De todos modos las interrogantes estaban y el comandante Pablo Roberto León González las debía imaginar. Estas comenzaron a finales de septiembre de 1973, cuando fue llamado a la Décima Dirección del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y allí Argüelles lo instruyó. En noviembre recibían a 43 vietnamitas y durante seis meses les enseñaron las vías de montaña en Pinares de Mayarí y todos los secretos de la construcción de carreteras en la Escuela de La Coca, en Campo Florido; sin embargo, los cubanos que los atendieron, por una orden firme de León, omitieron hacer las preguntas que los carcomían por dentro.
Los asiáticos, con sus sonrisas impenetrables y su andar silencioso, tampoco mencionaron la guerra; y, por lo tanto, las incógnitas, junto a las de quiénes eran ellos y para qué estaban en Cuba, quedaron en un limbo de complicidad que nadie rompió. Sin embargo fue precisamente en Hanoi, la capital de Vietnam del Norte, donde León sintió la primera alarma.
Era el 11 de agosto de 1974, acababan de aterrizar, y su segundo, el mayor Justo Julián Chacón López, le informó. Chacón, el ingeniero Enrique Silva Galiano y el especialista en piezas de repuesto, Orlando Prado Ledo, habían llegado antes para explorar las zonas del Sur. Todo marchaba bien; pero el hotel donde se alojaban, el Ki Liem, era un hervidero de especialistas cubanos en los más diversos oficios.
Un grupo de ellos preguntó: —¿Y ustedes qué son? Chacón sonrió. “¿Nosotros? Somos peloteros”. Los técnicos abrieron la boca. —¿Peloteros? “Sí, sí: peloteros”. —¿Y también vienen a enseñar a los vietnamitas? Chacón movió la cabeza. “Sí, sí..., claro”. Los cubanos permanecieron callados. Al final encogieron los hombros y dijeron: —Caramba, qué bien.
EL SECRETO MEJOR GUARDADO
Nunca más preguntaron y nadie se esforzó por imaginarse que aquel grupo de cubanos venía a ampliar el Camino Ho Chi Minh, uno de los misterios mejor guardados por los vietnamitas durante la guerra. Lo iniciaron en 1959 y durante 15 años lo convirtieron en un sistema de vías en medio de la jungla por el que se escurrieron los pelotones de soldados rumbo al sur, para sustentar la lucha por la reunificación del país. Los americanos vivían obsesionados con él. Marcaron su posible ruta en los mapas, cubrieron de bombas los bosques que lo ocultaban, regaron censores térmicos en la selva para detectar el avance de los hombres y, sin embargo, los vietnamitas continuaban pasando.
Fidel lo conoció con exactitud la noche del 16 para el 17 de septiembre de 1973. Dormía, después de regresar del Frente Sur, cuando el primer ministro Phan Van Dong, y el comandante del Ejército, el general Giap, lo despertaron y en un mapa le detallaron sus 16 000 kilómetros de largo. Luego pidieron entrenamiento de técnicos suyos en Cuba, equipos para ampliarlo e instructores cubanos en el terreno. A cada pedido, el líder cubano dijo que sí, con una sonrisa.
Dos meses más tarde partían hacia Cuba los 43 soldados-ingenieros que serían atendidos por el MINFAR en la Escuela de Campo Florido. Aunque salieron vestidos de civil por Moscú, en el aeropuerto de Rabat, en Marruecos, la inteligencia norteamericana los fotografió y pensaron que eran un grupo de tanquistas que iban para La Habana a recibir cursos sobre un nuevo modelo de tanque soviético que los vietnamitas lanzarían al combate.
Fue uno de los tantos despistes que hizo respirar a los implicados en el secreto. Sin embargo, las tensiones no tardaron en aparecer. Comenzaron en el puerto de Haiphong, de Vietnam del Norte, el 24 de septiembre de 1974, al atracar el buque Imías con el equipamiento comprado a los japoneses. El capitán bajó preocupado. “¿Qué pasa?”, preguntó León. El marino dijo: —En Tokio agarramos a un intruso en la bodega. Y la voz se le oyó más grave. —A lo mejor sabotearon la carga.
UN FANTASMA EN EL PUERTO DE HAIPHONG
Y el fantasma de La Coubre volvió. En el buque y a toda la redonda solo permanecieron los hombres necesarios, a la espera de los zapadores cubanos y vietnamitas que revisaron cada milímetro del barco y de cada bulldózer antes de ser izado. El 11 de octubre la carga estuvo en tierra.
Solucionados los detalles de última hora, entre estos pedir el lubricante a Cuba para echar a andar los equipos, pues en Vietnam del Norte no existía el tipo requerido, las motoniveladoras, los camiones, las autogrúas y todo lo demás, en su mayor parte, fue montado en tren hasta el distrito de Vinh y, de ahí, en una caravana de más de cien vehículos gigantes, manejados por los operadores vietnamitas, que atravesaron el Paralelo 17 hasta la provincia de Quan Tring, en el mismo Frente Sur.
Un cubano, al saber que andarían por 250 kilómetros de caminos reventados por las bombas, se lamentó: “Sufrirán más que si los bombardearan”. Pero llegaron, y de inmediato se iniciaron las clases, las que incluían el manejo de los laboratorios móviles traídos también de Japón a bordo del Imías.
Para llegar a los alumnos, León y sus 22 hombres debían caminar dos kilómetros hasta al río Ben Hai. Abordaban unas canoas con motores fuera de borda, que remontaban la corriente zigzagueando entre las rocas que sobresalían del agua o escabullendo los peñascos que se mantenían ocultos bajo la superficie. Luego subían un farallón y, en un claro tranquilo y rodeado por la selva, encontraban las cabañas de la escuela.
Parecía el lugar más desprotegido del mundo, si no fuera por las escuadras de soldados que de pronto aparecían en fila india por los linderos del bosque, apenas sin hacer ruido, para desaparecer sin dejar rastro y sin inmutar la voz de los traductores y la expresión impenetrable de los alumnos.
Sin embargo, pese al remanso de paz, las marcas de la guerra estaban cerca y surgían por doquier mientras se hacían las clases prácticas y se asfaltaban los kilómetros indicados por el mando vietnamita. “Por todas partes se recogían cascotes de metralla —cuenta León. Podías llenar camiones con lo que se descubría. Otras veces eran unos bolones de acero y nos explicaban que eran parte de las bombas de racimo. Una vez encontramos una inmensa. Había quedado enterrada, sin explotar, y tenía aletas en la punta. Pero el susto grande fue un día en que uno de los buldózeres ampliaba un trillo para tirar después la carretera. La máquina echó para alante y en eso sonó una explosión. La cuchilla y los brazos del bulldózer salieron volando. El vietnamita que lo manejaba se bajó atontado. Dio unos pasitos, como si fuera un sonámbulo, y se desmayó. Primero dobló una rodilla, luego estiró un brazo y se regó, poquito a poco por la tierra, sin que lo pudieran levantar de nuevo”.
SONRISAS EN UN VACÍO DE LA MUERTE
El puente de Ham Rom parecía un brazo de 80 metros de largo, medio torcido; pero renuente a caer en el río que le pasaba por debajo. León veía a las filas de aldeanos pasar sonrientes, cargados de avituallamiento, cuando escuchó: “Aquí derribaron 116 aviones”, y se viró para el oficial que lo acompañaba en el recorrido.
Pidió que explicara y el uniformado contó que los americanos se habían ensañado con el puente. Sin embargo, para llegarle, tenían que lanzarse en picada por el cañón dejado por tres lomas, que los vietnamitas llenaron de baterías antiaéreas para así formar una cortina de fuego.
El oficial extendió el brazo: “Caían en picada, se veían muy claros, con toda la pintura del fuselaje. Cuando pasaban por ahí —y apuntó al vacío— salían convertidos en unas bolas de fuego, que lanzaban chispas por todas partes”.
León lo observó con detenimiento. Tenía la misma sonrisa de todos sus compatriotas; tal parecía que Vietnam era el país de la alegría. Lo sospechó al ver a las mujeres del distrito de Han Nam, que bajaban, en hileras interminables y con sus vestidos negros, por las laderas de las montañas y cargadas con canastas llenas de arcilla para reparar a mano las compuertas de una presa destruida por los bombardeos. También lo presintió mientras las veía colgadas en los precipicios de las montañas, mientras hacían a martillo y cincel el talud de las carreteras para el Camino Ho Chi Minh.
Lo único que les cambiaba eran los ojos. Los de aquellas mujeres y los de este vietnamita, que lo acompañaba a la entrada del Ham Rom, transmitían cierta serenidad, ligada con satisfacción. En cambio fue diferente la expresión que encontró en las facciones de otro oficial.
Días antes avanzaba por una carretera, cuando de pronto la selva se convirtió en un lugar vacío. Todo era tristeza pura. Ni siquiera soplaba el viento y los árboles se veían con los gajos caídos y sin hojas. Lo que antes era una muralla vegetal infranqueable, ahora estaba convertida en un potrero de pastos derretidos y tristes por un amarillo que no podía ser de este mundo. León palpó el ambiente de cementerios que había en el lugar. Comentó: “Esto lo hizo el fuego, ¿verdad?”, y miró al oficial. Ahí estaba la sonrisa; pero los párpados se habían entrecerrado. “No, no lo hizo el fuego”. “¿Entonces, qué fue?”. El hombre tomó aire y, por primera vez y solo por un instante, la tristeza de los ojos se juntó con la expresión de los labios. Permaneció con la vista fija en la llanura de muerte que tenía delante y murmuró:
“Esto lo hizo el Agente Naranja”.
LA JUNGLA NO HABLÓ
El 23 de febrero de 1975 el general Don Si Nguyen apareció en la escuela. Roberto León no lo vio, pues estaba en Hanoi rindiendo el parte; pero el mayor Justo Julián Chacón López se asombró de los rasgos enérgicos que se le veían en el rostro y el carácter abierto y jocoso que exhibió el militar en comparación con la parquedad habitual de los alumnos del centro.
Sin embargo, detrás de ese temperamento se escondía uno de los cerebros del Camino Ho Chi Minh. Era el jefe de retaguardia de la Zona Uno, por donde pasaba el Camino, y uno de los causantes de que los norteamericanos vivieran desquiciados. Muchas veces los rangers despegaron en helicópteros, pensando sorprender a los guerrilleros, cuando descubrían que estaban en una trampa y que los avisos emitidos por los censores no provenían del calor de los soldados, sino de los búfalos puestos en la zona por los hombres de Don Si Nguyen.
Ese día, después de recorrer la escuela y mientras departía con los oficiales cubanos, dijo como distraído: “Si todo sale bien, creo que en mayo conocerán a Saigón”. A lo mejor no lo entendieron. Pero noches más tarde en el campamento se oyó un cañoneo duro y pesado. Cada explosión parecía un bramido y se quedaba en un eco antes de apagarse. León permaneció atento unos segundos y dijo: “Parecen americanos, y están tirando como a 40 kilómetros de aquí”. Días después, los murmullos del bosque se callaron de pronto y un martilleo, constante y seco, se regó toda la noche por la selva. Al amanecer, León y la tropa veían las marcas dejadas por las esteras de los tanques. Unas veces eran columnas de camiones que avanzaban repletas de soldados vietnamitas por las carreteras que se habían acabado de asfaltar. En otras, los vehículos aparecían en medio de la jungla, sin saber cómo habían llegado y cubiertos de ramas de árboles.
“Era una ofensiva en grande y las tropas nunca dejaron de pasar, día y noche, día y noche. Sin descanso”, cuenta León. Era más grande aún. El ataque se desencadenaba en cinco direcciones al mismo tiempo e iba a acabar con la jugada del presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu. Firmados el 27 de enero de 1973 los Acuerdos de París, en los que se fijaba la retirada de los Estados Unidos, el espionaje había detectado —y así se lo habían hecho saber a Fidel— que la facción de Thieu preparaba en su capital, Saigón, una crisis para acentuar la guerra e impedir el retiro total de los yanquis. Por lo tanto se necesitaba reparar las autopistas y asfaltar el Ho Chi Minh y sus enlaces con las demás carreteras y así propiciar el paso de los ejércitos del norte.
Para finales de abril, los cubanos y sus alumnos vietnamitas habían concluido la teoría y se concentraban en las clases prácticas, que los llevaron a pavimentar 2 420 metros en distintas carreteras. De ellos, 1 710 fueron entre las cordilleras de montañas que ocultaban al Ho Chi Minh, en medio de un calor de 40 grados que forzaba a los caribeños a andar con una toalla mojada en la cabeza, mientras que por las noches el frío los obligaba a acostarse con ropas y a taparse con dos mantas. Todas las mañanas, un coronel o un teniente coronel vietnamita llegaba a la escuela y le informaba a León de la marcha de los combates. Los datos se marcaban en un mapa, colgado en la pared, en cuya superficie las anotaciones se fueron extendiendo. El día 30, al despertarse, los cubanos lo hicieron todo como era costumbre. Revisaron el interior de las botas y debajo de las camas para comprobar si había alguna serpiente. Remontaron el Ben Hai y empezaron las clases. León recuerda que en su cabaña se sintieron unos pasos en el piso de madera. En la puerta estaba el coronel, con una sonrisa diferente. Ya no se veía tan impenetrable como otras veces, y menos aún cuando se paró delante del mapa sin pronunciar una palabra. Miró a León, marcó un punto en el plano, en el extremo más sur del país, y dijo con los ojos brillantes. Hoy tomamos Saigón |
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De: tango |
Enviado: 02/05/2005 16:22 |
M felix, Si Vietam tuviera que escoger hoy, relaciones con Cuba castrista o con los USA, que tu crees que escogerian. Leyendo este discurso, me parece que la respuesta es obvia. Solamente, las inversiones USA en Vietnam ya llegaron a mas de dos mil milones de dolares y el intercambio comercial esta cresciendo a mas de 16% anual. hasta ya hay arreglos militares y educativos. Con la creciente bilerancia china, veo una union geop politica de los USA con japon y Vietnam en el futuro. Ya se habla de que los gringos estan en la antigua base sovietica, como dicen los pibes, Que Tal Abdul..... Tango Remarks by Ambassador Michael W. Marine Texas Tech 5th Triennial Vietnam Symposium March 17, 2005 Thank you very much. It’s a pleasure to be here today. I am honored to have the chance to speak on a subject that I have come to know a little bit about and about which I hope to learn more over the next few days. Looking at the schedule for this year’s Conference, I was struck by the range of topics and the depth and breadth of the expertise of the presenters and panelists. Events such as this provide us – both American and Vietnamese participants – with the chance to look back and compare notes, but also to take stock on where we are and share thoughts on where we are going. In that spirit, I would like to use my time today to share my thoughts on where the U.S.-Vietnam relationship is and the direction I think it’s headed. As many people have noted during this Conference, this year is a very important and symbolic one for the bilateral relationship. The year 2005 marks not only the 10th anniversary of the normalization of bilateral relations but also the 30th anniversary of the end of the war. It is a good time to take stock, to measure our progress and to focus on the way ahead. Since the normalization of relations in 1995, we have created significant ties in the areas of trade and investment, health, education and culture, and security, to name just a few. The bilateral relationship is increasingly complex and multifaceted. Since the Bilateral Trade Agreement came into force in December 2001, trade – in both directions – has mushroomed and now forms a firm basis for a mutually beneficial relationship. As a growing economic partner, Vietnam offers unusually promising prospects for greater interaction with the United States. Consider this: Vietnam is a nation of more than 82 million people with a per capita annual income of only $537, according to the World Bank. This income, however, is growing at an extremely rapid, and at least for the moment at a sustainable rate. Vietnam also has aspirations to become an industrialized nation by the year 2020. Regardless of whether you consider that a realistic target, you must acknowledge that Vietnam’s large population is highly energetic and entrepreneurial, devoted to education and training, and very young. On top of that, more than 1.5 million Vietnamese-Americans reside in the United States. Many of these people have close links to Vietnam, creating a human resource base and a source of capital that is awakening to the opportunities to create economic and commercial links between Vietnam and the United States. As a consumer market and as a potential supplier to the United States market, Vietnam has spectacular potential. Encouraged by the success of the Bilateral Trade Agreement, the United States has been actively supporting Vietnam’s efforts to become a member of the World Trade Organization this year. Our burgeoning economic relationship helps to promote the growth of Vietnamese civil society, encourages the Government of Vietnam to speed up the pace of its economic reforms and draws Vietnam deeper into the rules-based international trading system – all developments we think will enhance the quality of life for Vietnamese people and the security and stability of the Southeast Asian region. The end result will be a stronger, more vibrant society and a country that is a powerful, stable force for security and progress regionally and internationally. Let’s look at the past to see what we can expect in the future: as a direct result of the lower tariff levels negotiated as part of the Bilateral Trade Agreement, Vietnam’s exports to the United States rose by some 128% in 2002, 90% in 2003 and another 16% in 2004, while our annual exports to Vietnam, boosted by the sale of some Boeing aircraft, have roughly tripled over those three years. The growth in trade on both sides – greatly outpacing economic growth – shows what happens when you take an axe to the artificial barriers that were standing in the way of U.S.-Vietnam trade. One of the most successful elements of our bilateral commercial relationship has been the aviation sector. Boeing has achieved significant success in supplying aircraft to Vietnam Airlines as that carrier has undertaken rapid expansion of its fleet and routes. Boeing appears set to further bolster its strong position in Vietnam with an initial sale of four of its new 787 aircraft, expected to be concluded shortly. The signing of a bilateral air services agreement between the United States and Vietnam in late 2003 hallmarked another breakthrough in the aviation sector. As a result of this accord, in December 2004, direct commercial flights between our two countries were reestablished when United Airlines initiated daily direct flights between San Francisco and Ho Chi Minh City. Vietnam’s national carrier, Vietnam Airlines, is also contemplating starting its own direct service to the United States. Investment is another key aspect of the U.S.-Vietnam bilateral relationship. It is now in its relative infancy but has tremendous potential. Vietnam’s official figures show that total U.S. direct investment rose in 2004 to just over $1.28 billion, but this understates the real total. This data does not include investments by U.S. subsidiaries in Singapore and elsewhere in the region, such as nearly $1 billion by Conoco-Phillips alone. When you add in these investments the total of realized U.S.-related investment through 2003 jumps to $2.6 billion. Vietnam wants more U.S. investment to help make up for a lack of domestic capital and to build up its technological and human resource base. U.S. capital adds jobs, skills and economic opportunities for the 1.5 million young Vietnamese entering the job market each year. Attracting these investments from the United States and elsewhere will be crucial if Vietnam is to sustain the high economic growth rate it needs to reach its modernization and industrialization objectives. I get out of Hanoi as much as I can, and I regularly meet political and business leaders outside the capital. They always ask me for “more investment from the United States.” It would be nice if I had a magic dial in my office that I could turn to increase the flow: I’d give it a little crank, and voila – more U.S. investment in Haiphong or Danang. But obviously, I can’t. American investors make their decisions on the basis of expected returns and predictable risks. If American investment is flowing to other countries other than Vietnam, it is because investors perceive those markets as offering a greater reward/risk ratio. If Vietnam wants more of that relative scarce capital, it has to improve that ratio in Vietnam. Return on investment is one area that the Government of Vietnam can, and should, improve: they can do this by reducing the cost of investing in Vietnam. Decision makers for U.S. companies must take into account the costs of bureaucratic inefficiency, unpredictable taxes and fees, onerous licensing and regulatory obstacles, and corruption when determining the costs of any investment. Today, Vietnam is still considered a relatively more expensive and riskier investment destination because those problems exist more frequently in Vietnam than they do in other competing investment locations. And on top of that, tenuous rule of law and potential legal and tax obstacles to doing business – such as the unexpected tax on new vehicles that automakers like Ford encountered after building a $100 million plant in Vietnam – pose additional risk factors that potential investors must weigh when exploring the possibilities of doing business in Vietnam. The result is that despite the extremely high potential for rewards, Vietnam remains an uncertain investment option for many American businesses. Here again, though, the future is bright and shining: the risks and problems with investing in Vietnam are being whittled away one by one from many different directions, from central government officials implementing Bilateral Trade Agreement and WTO commitments to legal reformers establishing Vietnam’s commercial code to dynamic local officials willing to champion the rights of foreign investors in order to secure badly needed jobs and technology. That’s the trend in Vietnam: the rewards of investing in a booming economy keep going up, while the costs and risks of doing business keep going down. The Vietnamese Government’s task is to keep these two trendlines moving in the right directions. Helping Vietnam maintain its economic growth in the face of transnational challenges is an area where the United States is making significant contributions. President Bush named Vietnam one of fifteen priority countries to receive assistance from his Emergency Plan for AIDS Relief. A key reason why President Bush chose Vietnam as the 15th priority country - and the only one in Asia - is because there is a very real chance that the epidemic can be controlled there with prompt action. If we fail, however, the human and other costs will be enormous. Having served in Kenya in the late 1990’s, I have seen first-hand the devastation HIV/AIDS can cause in a vibrant nation. The assistance we are providing - $17 million last year, $25 million this year and similar levels expected in the future - will help to limit the spread of this terrible disease and provide for the care of people living with HIV/AIDS. It will also play a pivotal role in keeping Vietnam on track to modernize its economy and to integrate fully into the world marketplace. The same concerns motivate our efforts to work with the Government of Vietnam in efforts to combat Avian Influenza. The spread of this and other infectious diseases threatens lives and livelihoods with drastic possible consequences for regional stability and, in worst-case scenarios, the entire world. The United States and Vietnam have a clear mutual interest in combating these threats. Significantly, over the last ten years the U.S.-Vietnam relationship has developed in ways that many pundits considered highly unlikely, if not impossible. For example, in the area of defense and military-to-military contacts, our ties have moved ahead very quickly. In November 2003, Vietnamese Minister of Defense General Phạm Văn Trà visited Washington, where he met with Secretary of Defense Rumsfeld. This was soon followed by the first-ever visit of a U.S. warship to the Socialist Republic of Vietnam. We now have cooperative programs underway in military health and are exploring how our two militaries can work together on education programs. Military and defense issues are often the most sensitive in any relationship, so these deepening ties are an important sign of the greater trust and spirit of cooperation our two countries now share. The United States and Vietnam no longer have any circumstances under which it is plausible to imagine our militaries fighting each other – the United States respects Vietnam’s sovereignty and territorial integrity and forthrightly opposes any efforts at separatism or other challenges to Vietnam’s borders. Instead, we have many areas of mutual interest in regional and international security. Our current defense cooperation represents the first steps in finding an appropriate way for our nations to meet the 21st century’s security challenges together. As we mark the 30th anniversary of the end of the war, we must not forget those on both sides who made the ultimate sacrifice during that terrible conflict. The best way to do this is to remain steadfast in our efforts to achieve the fullest possible accounting for our missing personnel from the Indochina conflict. Cooperation on this humanitarian mission provided the initial impetus that enabled us to move relations forward, and this work remains one of our top priorities. Right now, there are teams spread out across Vietnam conducting investigations and recovery activities. I want to thank the dedicated men and women – both American and Vietnamese – who work so hard to find answers for the loved ones of these soldiers. I also regularly urge the Vietnamese government to maintain its high level of cooperation and to take concrete steps to allow full access to all archival records, renewed joint activities in the Central Highlands, and a concerted effort to conduct underwater recoveries. We also have a growing relationship with Vietnam in areas that were once considered quite sensitive, such as counterterrorism and law enforcement. Although there is much more that I believe we could be doing – particularly in the field of law enforcement – we have made progress in recent years, most notably in last year’s signing of the bilateral Counter-narcotics Agreement. This agreement facilitates training programs in which Vietnamese law enforcement officials benefit from the experience and expertise of their American counterparts in stemming the movement of drugs into and through Vietnam. We are hopeful that by building bridges this way, we will be able in the future to expand our cooperation to include more direct cooperative efforts to shut down drug traffickers and other criminal organizations. U.S. drug officials have cooperative, operational relationships with their colleagues around the world – from China to Eastern Europe to South America and Africa. These partnerships – cop to cop, putting brains and experience to work to take down criminals – are necessary because criminal networks of drug and human traffickers care nothing about borders and can exploit any bureaucratic impediment to interdicting them. Right now, Vietnamese reluctance to work directly with operational law enforcement officers from the United States or any other country makes Vietnam a potentially weak link in combating transnational crime. In recent months, we have garnered a few success stories, persuading the Vietnamese to seize drug money from a courier and to arrange for several individuals wanted in the United States to be deported from Vietnam. Now, we need to use these openings to build a deeper, more productive working relationship. I am confident that, over time, Vietnamese law enforcement officials will see the merits of working with us. I encourage them to do so sooner rather than later. Many Americans are puzzled by the way our ties with Vietnam have expanded into so many areas in such a short period of time. I think one of the best explanations is the realization – on both sides of the Pacific – of the importance of stable and productive relations. Although our shared history is not a happy one, it is clear now that Vietnam and the United States have no strategic differences. In fact, there are many areas in which the interests of the United States and Vietnam overlap or are virtually identical. Another common interest between Vietnam and the United States is in the area of security. Both countries desire peace in the Asia-Pacific region and believe that there can be no economic growth and prosperity without a stable security environment. Vietnam also shares our opposition to the development and spread of Weapons of Mass Destruction (WMD), and we are pleased that, as fellow members of the International Atomic Energy Agency’s (IAEA) Board of Governors, we are able to discuss with our Vietnamese counterparts global issues of mutual interest. Vietnam, through APEC, has publicly called upon the DPRK to visibly honor its commitment to give up its nuclear weapons program. This is of no small significance considering the traditionally close ties between Hanoi and Pyongyang. Vietnam and the United States also stand together in opposition to the global scourge of terrorism. Vietnam’s leaders have spoken out in no uncertain terms about the need to fight terrorism, and Vietnam has been an active participant in regional counterterrorism efforts, particularly in the context of the Association of Southeast Asian Nations. The United States and Vietnam also have a mutual interest in seeing that Asia remains a safe and stable place in which all peoples are allowed to exist, develop and trade peacefully and in which security challenges such as WMD proliferation, terrorism, international crime and drugs and environmental threats can be addressed in strong Asia Pacific regional institutions. Asia needs an open and inclusive regional institutional architecture through which Asia-Pacific nations can work effectively to handle issues as diverse as nuclear weapons smuggling and tsunami relief. That architecture should be transparent, should be inclusive and it should respect the rights and interests of small states as well as large ones. We see APEC - the Asia Pacific Economic Cooperation Forum - as a key element of that architecture and support the development of other institutions that meet those conditions. Vietnam and the United States have a shared interest in that regard, particularly with Vietnam serving as APEC host next year. Of course, in any bilateral relationship, whether between close allies or newfound partners, there will be friction and areas of disagreement. In fact – and, to some extent, counter-intuitively – the closer two countries become and the broader their relationship is, the greater the number of problems can arise. I think this is where the United States and Vietnam are now, but it’s not something we should rue or seek to change. There will always be areas in which the United States and Vietnam don’t see eye-to-eye. This doesn’t mean we should whitewash or ignore areas of disagreement for the sake of the overall relationship. Nor does it mean we should hold one aspect of bilateral relations hostage to another. Rather, the challenge is how we manage – and, hopefully, find ways to overcome - our differences so that they don’t overshadow or weaken the overall relationship between both countries. One area in which we have our differences with Vietnam is human rights, including religious freedom. As the Department of State has described in the Human Rights and Religious Freedom Reports, the United States Government has serious concerns about the human rights and religious freedom situations in Vietnam. The Government of Vietnam continues to be intolerant of political dissent and significantly restricts freedom of speech, the press, assembly and association. It is true that Vietnam is clearly less repressive now than it was a decade ago, with the Vietnamese people enjoying more individual freedom and increasing control over their own lives. On that continuum, there has been great progress. And the Vietnamese Government proudly and rightly touts its progress in delivering “collective” human rights such as education and poverty reduction. Much more is possible, however. We need to demonstrate to the Vietnamese authorities that expanded personal freedoms and increasing emphasis on and adherence to the rule of law will set the stage for greater international integration and increased engagement with the United States. To express our concern about the state of religious freedom in Vietnam, including the ability of some Vietnamese citizens to exercise freely their religious beliefs, last September the United States designated Vietnam as a Country of Particular Concern for religious freedom violations. The plain fact is that although millions of Vietnamese practice a wide variety of faiths, not an insignificant number of Vietnam’s citizens are not free to worship and practice as they would like. And, this is something we cannot ignore. The Government of Vietnam asks us to focus on the majority who are content, and who are free to practice or not practice their religion as they see fit rather than concentrating on the relatively few who complain that they are oppressed. But it is the treatment of the minority, the respect of the rights of those who may be opposed to the government, that defines whether a country respects human rights. And, though it may anger the Vietnamese authorities, we will not stop advocating for those who have suffered for their beliefs. We have seen some encouraging signs that the situation for believers is improving. The Prime Minister of Vietnam recently issued an Instruction on Protestantism which, among other things, clearly prohibits forced renunciations of faith. We are also encouraged by the recent promulgation of the implementing regulations for last year’s Ordinance on Religion. These regulations should make it possible for churches not yet registered with the Government to register their activities and carry out their religious beliefs peacefully and without fear of interference. This is exactly the kind of protection of religious rights that represents religious freedom. We are hopeful that, with the implementation of these new legal instruments and continued progress in the area of religious freedom, this issue can move to the positive side of the bilateral ledger. Another welcome sign of progress was the release on the occasion of the Tet amnesty of a number of prisoners of concern, including Dr. Quế and Father Lý. However, there remain in Vietnamese prisons a number of individuals who are there solely for the peaceful expression of their beliefs or the practice of their faiths. These include journalist Nguyễn Ve Bình, Catholic Brother Nguyễn Thiên Phùng, Dr. Phạm Hồng Sơn, essayist Nguyễn Khắc Toàn and Hoa Hao monk Bùi Tun Nhã, and I have urged and will continue to urge the Vietnamese authorities to release these individuals and others like them. I hope all of you will show the same interest and concern and do what you can to support this cause. We also remain concerned about conditions in the Central Highlands. The ethnic minorities living there have a number of legitimate grievances that the authorities have not yet adequately addressed, including poverty, job discrimination, land-rights problems and restrictions on religious freedom. In dealing with these and other issues that require our attention – and there will without a doubt be other issues we haven’t even thought of that will require our attention – I see it as my responsibility, and the responsibility of my staff in the Vietnam Mission, to help to minimize distrust between our two countries by maximizing communication and fostering understanding. I know to some of you this may sound like a diplomatic nicety, but I can assure you it isn’t. When one considers how far apart the United States and Vietnam once were, how implacably against each other we were – and it wasn’t that long ago – I believe it’s a testament to efforts in both countries to build bridges, foster communication and create an atmosphere of trust and understanding that we have been able to accomplish what we have over the past decade. I can assure you that these efforts will continue. To build mutual understanding, public diplomacy efforts in Vietnam have focused on education and training of officials, journalists, students and the general public about American values and systems as well as highlighting the importance of people-to-people exchanges as part of our overall bilateral relationship. Vietnam has the largest Fulbright program in the world which enhances not only opportunities for academic exchange but for Vietnamese scholars to return home and help develop Vietnam’s growing sectors in science, technology and the social sciences. But it’s not just the work of embassies and government officials that can build bridges and bring our two countries closer together. Events such as this Conference, by allowing participants from both our countries to sit down and share ideas, can play a key role in eliminating misunderstanding and creating trust. Educational exchanges, cultural tours, tourism – all the things that don’t often make it into calculations about national power and foreign relations – have an incalculably important role to play in the U.S.-Vietnam bilateral relationship. So in many ways, it’s incumbent upon you – scholars and educators and others with ties in both countries – to use your expertise, your experience and your contacts to do what you can to help to continue to build this still very young, and increasingly important, relationship. I for one will continue to do all I can, and I hope that you share my hope and optimism for the future and will continue to do your best as well. Thank you.
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De: mfelix28 |
Enviado: 06/05/2005 21:46 |
Martí y el Tío Ho Raúl Valdés Vivó, rector de la Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba y miembro del Consejo Asesor de la revista Tricontinental. José Martí dijo que la música era más bella por lo que sugería que por lo que expresaba. Así también puede pensarse de su maravilloso artículo âUn paseo por la tierra de los anamitasâ, publicado en La Edad de Oro, la revista que no solo es para los niños, sino para cuantos aspiran a ser realmente humanos, no importa la edad, y que fue escrita para todos los tiempos. Esa admirable crónica representa el primer paso en la larga marcha unida de dos naciones hermanadas por la historia que, como solía decir el presidente Ho Chi Minh –a mí y a Melba Hernández1 nos lo dijo varias veces–, por estar situadas en las antípodas, cuando una duerme, la otra vigila. Martí adelantó que la nación vietnamita acabaría por sacudirse todo yugo colonial y conquistaría lo mismo que él quería para la nación cubana y los pueblos de Nuestra América: la plena independencia, la soberanía absoluta, la libertad, la dignidad. Lo advirtió con la misma sutileza de las tácticas de los revolucionarios a los que el Tío Ho supo despertar, educar, organizar y llevar a cada combate, incluso los definitivos en el destino histórico de Vietnam, librados después de su muerte física. Y así les cuenta Martí a los niños cómo piensan los anamitas: â...cuando los franceses nos han venido a quitar nuestro Hanoi, nuestro Hue, nuestras ciudades de palacios de madera, nuestros puertos llenos de casas de bambú y de barcos de junco, nuestros almacenes de pescado y arroz, todavía, con estos ojos de almendra, hemos sabido morir, miles sobre miles, para cerrarles el camino. Ahora son nuestros amos; pero mañana ¡quién sabe! 2 Detrás de esta frase se advierte el genial enfoque dialéctico de nuestro Apóstol que se expresa en palabras pletóricas de sabiduría, en ese mismo artículo: “...todos los hombres tienen las mismas penas, y la historia igual, y el mismo amor... el mundo es un templo hermoso, donde caben en paz los hombres todos de la tierra, porque todos han querido conocer la verdad, y han escrito en sus libros que es útil ser bueno, y han padecido y peleado por ser libres, libres en su tierra, libres en el pensamiento” 3. Basado en lo que sus lecturas le habían dado a conocer de un proceso histórico singular, afirmó: “También, y tanto como los más bravos, pelearon, y volverán a pelear, los pobres anamitas, los que viven de pescado y arroz y se visten de seda, allá lejos, en Asia, por la orilla del mar, debajo de China” 4. Pero donde Martí realmente asombra es en su análisis a fondo de la cuestión de la independencia de Vietnam, mostrando una resistencia permanente aldea tras aldea, como escuela suprema de educación para conquistarla algún día: “Pueblo a pueblo se ha estado defendiendo un siglo entero del francés, huyéndole unas veces, otras cayéndole encima, con todo el empuje de los caballos, y despedazándole el ejército: China le mandó sus jinetes de pelea, porque tampoco quieren los chinos al extranjero en su tierra, y echarlo de Anam era como echarlo de China: pero el francés es de otro mundo, que sabe más de guerras y de modos de matar; y pueblo a pueblo, con la sangre a la cintura, les ha ido quitando el país a los anamitas” 5. Ahí Martí caracteriza la superioridad material del capitalismo sobre el feudalismo, respectivamente representados por la rica potencia colonial francesa y la miserable nación asiática. La última, asentada en una estructura social económicamente atrasada, sufría el azote fatal de la división de sus hijos. Igual que en lo militar, en la esfera académica, Francia también superaba a Vietnam, lo que motivó que en su temprana adolescencia, recorriendo en barco medio mundo, marchara Ho Chi Minh a vivir en la metrópoli âcuyo yugo le era insoportableâ con el solo propósito de adquirir la cultura del llamado Occidente. Precisamente a él le correspondió hacer la síntesis entre ese acervo y el no menos valioso del Oriente, y en esto se encuentra una de las razones más profundas de las victorias del pueblo vietnamita durante el siglo XX. Con ese mismo entendimiento de la cultura, que Martí sintetizó al advertir que ser cultos es la única manera de ser libres, los cubanos entramos en el siglo XXI poniendo por delante, como escudo y espada del socialismo, la cultura general integral. En su afán por vincularse siempre con las masas populares, designándose a sí mismo con un seudónimo de militante clandestino que pudiera traducirse al español como Juan Sin Patria, o el Juan Sin Tierra del poema de Nicolás Guillén (Nguyen Ai Quoc, en vietnamita), Ho Chi Minh llegó a figurar entre los fundadores del Partido Comunista Francés. Le cupo ese honor sin afrancesarse, como el internacionalista natural que era, y para exigir que ese partido de los trabajadores le prestara más atención a la solidaridad con los pueblos coloniales, lo que luego demandó en la Internacional Comunista, donde desempeñó importantes tareas como uno de los responsables para Asia. Ha entrado en la leyenda real que Ho Chi Minh trabajó por la revolución durante un año disfrazado de bonzo budista, en lo que hoy es Tailandia, y en 1930 formó el Partido Comunista de Indochina, matriz de las vanguardias revolucionarias de Vietnam, Lao y Camboya. Para este poeta, como Martí, sabios los dos, que usaban el silencio como arma, el atraso cultural que acrecentaban el colonialismo extranjero y el feudalismo local era un enemigo tan poderoso como las clases sociales privilegiadas a derrocar. Sin embargo, ello no impedía que, instintivamente, las masas oprimidas comprendieran que la esfera de la cultura podía ser un terreno propicio para sus reclamos libertarios. Lo consigna emocionado Martí: “Desde que viven en la esclavitud, van mucho los anamitas a sus pagodas, porque allí les hablan los sacerdotes de los santos del país, que no son los santos de los franceses: van mucho a los teatros, donde no les cuentan cosas de reír, sino la historia de sus generales y de sus reyes: ellos oyen encuclillados, callados, la historia de las batallas” 6. Como si fuera testigo presencial –y siempre lo era llevado por su vastísima cultura y su portentosa imaginación–, Martí describe el interior de las pagodas del lejano país, y poéticamente presenta las cuatro verdades predicadas por Sidharta Gautama, el príncipe que se hizo mendigo y fundó el budismo. Con su visión tan precisa descubre la raíz histórica de la creencia: “Miles de años han pasado, y hay miles de pagodas. Allí van los anamitas tristes, que ya no encuentran en la tierra ayuda, y la van a pedir a lo desconocido del cielo” 7. El cierre de la crónica no puede ser más sugerente: es el anuncio de la gran rebelión anticolonial que Ho Chi Minh convirtió en la épica Revolución de Agosto, ocurrida 50 años después de la caída de Martí en combate contra el mismo tipo de opresión: âDe la pagoda salen callados, con la cabeza baja, con las manos en los bolsillos de la blusa azul. Y si un francés les pregunta algo en el camino, le dicen en su lengua: âNo séâ. Y si un anamita les habla de algo en secreto, le dicen: â¡Quién sabe!â â8 Otros pasos trascendentales, yendo por el mismo camino emancipador, han dado juntos Martí y el Tío Ho, y las dos revoluciones nacidas de sus corazones. El autor material del asalto al cuartel Moncada hizo del Apóstol el autor intelectual de aquella hazaña, con la cual el pueblo cubano retomó nuestras gestas anticoloniales de 1868 y 1895 con el espíritu de Maceo en Baraguá, reviviendo la Revolución popular derrotada en 1933. La gloriosa acción fue el inicio de la lucha por la conquista de la independencia real, pues la tiranía de Batista era apenas otro régimen del género de los instalados por los franceses en Indochina o el muy sanguinario de Saigón, al servicio del mismo imperio que durante 60 años martirizó, empobreció y humilló al pueblo cubano. Mientras el Che escribió, primero de su puño y letra, y luego en la escuela donde lo asesinó la CIA en Bolivia, con su propia sangre, que la estrategia revolucionaria debía ser crear dos, tres, muchos Vietnam, el Comandante en Jefe Fidel proclamaba lo que millones de cubanos, sensibilizados por Melba, sentían: la disposición sincera y firme a dar por aquel Vietnam que se desangraba por todos los pueblos del mundo, hasta nuestra propia sangre. Ahora la estrategia consiste en unir todas las voces, elevar al unísono todas las voluntades, defender pueblo a pueblo cada posición conquistada por las fuerzas del progreso social, para cerrar el paso al imperio del Norte revuelto y brutal, que Martí calificó de Roma americana, comparándolo en su poderío, crueldad y también indeclinable ocaso histórico, con aquel otro imperio al que conducían todos los caminos. Las guerras programadas de antemano, a las que se les busca mentirosa justificación, que emprenden aventure-ramente los fascistas neoliberales yanquis, repiten las que sufrieron antes el pueblo coreano, el pueblo vietnamita, el pueblo laosiano, el pueblo camboyano, tantos pueblos africanos, y en estos tiempos los pueblos de Palestina, Yugoslavia y Afganistán, y se ciernen ahora sobre todo el Medio Oriente y el nordeste de Asia. No son producto de la fortaleza, como pueden parecer, sino de la debilidad histórica. Es el afán inútil de afianzar la hegemonía de Estados Unidos, cabeza y sostén de la dominación de los monopolios transnacionales, y de prolongar el momento inexorable de su hundimiento en la más telúrica crisis financiera y económica, que mucho antes del 11 de septiembre viene dando de sí. Cuba y Vietnam, por lealtad a sus maestros inmortales, condenan el terrorismo y llaman a evitar el terrorismo de Estado al que acude en su prepotencia y miedo al futuro, el gobierno imperialista norteamericano. Lo mismo que Martí el Tío Ho –una y otra vez lo escuché de sus labios, mientras sus dedos acariciaban aquella pequeña barba semiblanca y le brillaban los ojos almendrados– confiaba en el despertar del pueblo de Estados Unidos. Tuvo razón. A la grandeza del pueblo vietnamita que supo vencer la agresión de Estados Unidos, se unieron la protesta de toda la nación que con Martin Luther King honró a Abraham Lincoln y la solidaridad internacional de la entonces Unión Soviética, China, Cuba, y de todos los pueblos del planeta. Esa es, asimismo, la confianza que siembra el discípulo mayor de Martí –nuestro Fidel–, al destacar que la mayoría de los norteamericanos actúan a favor de la justicia apenas descubren que los han engañado los injustos. Lo prueba el apoyo que dieron a nuestro pueblo para el rescate del niño secuestrado por la mafia de Miami, y su rechazo persistente al bloqueo genocida. La confianza de Fidel será justificada también en la lucha universal por liberar a los cinco héroes prisioneros del imperio. Si un capricho del almanaque otorgó el mismo día de nacimiento al Titán de Bronce (Antonio Maceo, general mambí de nuestras guerras de independencia) y al Guerrillero Heroico (Che Guevara), otro hizo que el día en que Martí se inmolaba de cara al sol en Dos Ríos, cinco años antes, en una de esas aldeas pobres de la región central de Vietnam, Anam precisamente, naciera Ho Chi Minh. Pronto los dos gigantes se dieron las manos en lazo indestructible y emprendieron la marcha que nada ni nadie podrá detener, yendo juntos en acto de amor por la humanidad y, ante las dificultades, los peligros y los enemigos, avanzando de combate en combate, de victoria en victoria. Notas y Referencias: 1 Melba Hernández, asaltante al cuartel Moncada y Heroína de la República de Cuba 2 Martí, José: Un paseo por la tierra de los anamitas, en OC., T. XVIII, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p.459-470 3 Ibídem 4 Ibídem 5 Ibídem 6 Ibídem 7 Ibídem 8 Ibídemn Arriba Director: Ulises Estrada Lescaille / Subdirectora: Teresa Valdés Betancourt / Editora: Arleen Rodríguez Derivet / Correctora: Yenia Gonzáles / Diseño Web: Vilma Rubiera Quesada Calle C No.668 Esq. a 29, Vedado, La Habana, Cuba Teléfonos: 833-4048 y 830-3177 Fax: (53-7) 33-3985 E-mail: tricon@teleda.get.tur.cu |
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