¡Viva Viva Cuba!
Mañana se estrenará en todo el país la película Viva Cuba, de Juan Carlos Cremata, la mejor respuesta de una familia César Gómez Chacón En unos días —se estrena el próximo 18 de julio—, los padres llevarán a sus hijos a los cines, ¿o será al revés?: los hijos deberán llevar a sus padres a ver la película Viva Cuba, del joven realizador cubano Juan Carlos Cremata Malberti, el mismo que hace apenas tres años nos puso a todos a reír y a meditar con su ópera prima Nada. “Viva Cuba es una película que defiende el derecho de los niños a ser tenidos en cuenta, cuando sus padres toman decisiones importantes que los afectan. Por eso espero un cine lleno de niños, porque ellos serán los adultos de mañana”, me dijo Juan Carlos sobre su cinta, que algunos privilegiados acabamos de ver durante una proyección especial para los pequeños actores de La Colmenita y sus familiares. No podía ser de otra manera: el filme es también hijo del proyecto infantil que dirige su hermano Carlos Alberto Cremata. Los dos actores principales, Malú Tarrau y Jorgito Miló son “colmenitos” casi desde la cuna, y el mismo Carlos Alberto hace un personaje en el filme. La mamá de estos dos talentosos jóvenes, la conocida coreógrafa y directora de televisión Iraida Malberti, es la codirectora de Viva Cuba, y su mamá Sara, la abuelita de los Cremata, es también la abuelita en la cinta. Pero no son los únicos. Si uno lee con detenimiento los créditos, se dará cuenta de que los apellidos Cremata y Malberti están repetidos otras veces, y trabajan también un par de primos que llevan otros apellidos. Estamos ante una obra hecha con el talento y el cariño inmenso de esta increíble familia cubana. De Viva Cuba se ha hablado mucho, aun antes de su estreno oficial. Ya hizo historia en el recién concluido Festival de Cannes 2005, al ganar el Gran Premio Ecrans Juniors, otorgado por un jurado de niños. Hacer reír, cuando todavía no se han secado las lágrimas, y hacer que los espectadores hagan pucheros en medio de sus propias carcajadas, es algo —lo sabía Chaplin— que pocos directores logran. Pero seguro se hablará y escribirá todavía mucho más de esta cinta real-maravillosa. Dejemos a los críticos de cine hacer su trabajo. Acerquémonos mejor a la historia de amor y vida que está detrás. DESDE LO PROFUNDO DEL DOLOR En 1976 Iraida Malberti era una mujer todavía joven, con mil sueños por realizar. Logró casarse con Carlos, el amor de su vida, y tener con él a sus tres hijos; los niños crecían sanos, y les iba muy bien en la escuela. Eran una familia inmensamente feliz. Pero un día de octubre, la terrible noticia: “Han derribado el avión de Cubana donde viajaba tu esposo”... “en Barbados”... “dos bombas en pleno vuelo”... “no hay sobrevivientes”... Carlos Alberto, Tin, era un jovencito de 16 años, muy apegado a su padre. Aquella noche del 6 de octubre le explican lo del accidente del avión. Mi papá es invencible âpiensa enseguidaâ, es mi ídolo, mi héroe, seguramente salvó a todo el mundo⦠âJuanqui, no te preocupes, hay un problema con papi, pero a él no le ha pasado nadaâ, le dice enseguida a su hermano Juan Carlos. Juanqui no entiende bien lo que está pasando. Los han venido a buscar en medio de la noche. Confía mucho en las palabras de Tin. Camina junto a él en silencio. Pero unos instantes después… ¿Por qué hay tanta gente llorando en la puerta de mi casa?... ¿Qué le pasó a mi papá? Casi 29 años han pasado. Iraida Malberti, Carlos Alberto y Juan Carlos Cremata, junto al menor de sus hermanos, José Carlos, también actor, no han podido recuperarse de aquel hecho irreparable: Carlos Cremata Trujillo, el esposo y el padre amantísimo y amado, no regresó nunca de aquel fatídico viaje de trabajo, como despachador de vuelos de Cubana de Aviación. El crimen terrorista puso fin a sus 41 años de vida, y destrozó para siempre la felicidad de su familia. Sin embargo, lejos de refugiarse en la tristeza, de encerrarse en su desdicha, y convertirlas en odio y deseos de venganza, los Cremata Malberti han demostrado lo que significa sembrar amor y repartir alegría a los demás. Tin dirige desde su fundación a los niños de La Colmenita. Siempre da la impresión de que están jugando. Por momentos, cuando todos parecen agotados por las largas horas de ensayo, o después de cada actuación, se toman de las manos, hacen una rueda y cantan, y ríen… ¡Hay tanto de maravilloso en todo lo que hacen! La Colmenita anda de gira por Europa. Tin seguramente aprovecha los momentos de descanso para relatar, como acostumbra, las historias graciosas de las jugarretas de su padre. Se le ilumina el rostro con una gran sonrisa cuando cuenta: ââ¦y entonces se forma la discusión de aquella pareja. Papi, que era muy chismoso, se queda allí de pie frente a ellos, en el pasillo de la guagua, entretenidísimo, mirándolos discutir, hasta que llegó nuestra parada, y nosotros: âPapi, papi, la parada, el punto de los Camilitosâ¦â, y él como si nada. Mi hermano y yo nos bajamos, y yo creo que él siguió hasta la playa de Marianao, con tal de saber cómo terminaba aquella broncaâ¦â. Iraida Malberti nunca volvió a casarse. Ha hecho su vida en la televisión, siempre rodeada de niños y programas infantiles, varios de los cuales dirigió y escribió con sus propios hijos: Cuando yo sea grande es uno. Allí los actores eran tan chiquiticos, que parecía imposible que pudiesen hacer algo bien frente a las cámaras. El resultado fue asombroso. Paciencia debe ser una palabra muy cercana a esta madre y a sus hijos. En La Colmenita, Iraida es una especie de abeja reina, pero que trabaja y lucha a la par de las abejitas y los zánganos. Iraida, Carlos Alberto —que es hoy diputado al Parlamento cubano— y Juan Carlos son frecuentemente entrevistados por la prensa. Nunca se les ha escuchado decir una frase descompuesta; por el contrario, sus mensajes al mundo y al pueblo cubano son mezcla de amor y ternura, de tristeza contenida y de legítimas ansias de justicia. Tin estuvo hace unos meses en Panamá, en representación de los familiares de las víctimas del crimen de Barbados, y pudo mirar frente a frente, a los ojos, al asesino de su padre, durante aquel juicio contra Luis Posada Carriles y otros terroristas de origen cubano. ¿Qué pasará hoy por su mente, cuando parece que el descarrilado Posada vuelve a escapar de la justicia, otra vez con la ayuda de sus tutores de Miami y Washington? “Tengo la esperanza de que el pueblo norteamericano, el mundo todo, no permita que continúe libremente sembrando su odio”, dijo Tin hace poco en un acto público. UNA GALLETA SIN MANO La gente a veces confunde a estos dos Carlos Cremata, o piensan que es una sola persona, que hace teatro y cine a la vez. Pero Juanqui, el ya reconocido realizador cinematográfico, se ha hecho de una personalidad muy propia, bien diferente a la de su hermano, y tan especial como las dos excelentes películas que ha dirigido. Nada fue mucho derroche de todo, menos de lo material. Una obra distinta, llena de talento, ingenio, poesía, alegría y amor, e igualmente premiada en varios festivales internacionales. Viva Cuba le sigue los pasos, pero amenaza con dejarla atrás. Solo minutos después de finalizar su preestreno, todavía interrumpido por los besos de los niños de La Colmenita, Juan Carlos, sin quitarse el sombrero ni las gafas oscuras que lo caracterizan, soltó de un tirón sus más profundos sentimientos: “Mi padre está en cada cosa que hago; creo que la mejor manera de recordarlo, de homenajearlo, es dando lo mejor de mí. En este momento, cuando no solo por nuestro país, sino por todo el mundo, se está librando una batalla contra el terrorismo, poder gritar en voz alta: ¡Viva Cuba!, que fue precisamente lo que no querían aquellos que lo mataron, o los que apoyaron y financiaron a los que lo mataron a él y a tanta gente inocente durante todos estos años de Revolución, es como darle una galleta sin mano a esos que pretendían y aún pretenden callarnos. “Esto es lo que quiero decir con la película: ¡Viva Cuba, vivan los niños, vivan los padres, viva el cine; que viva la televisión! Pero sobre todo quiero que los cubanos, en cualquier lugar donde estén, la recuerden y la sientan como su película; y tengan la posibilidad de repetir una y otra vez, junto con los niños y los adultos del mundo entero: ¡Viva Cuba!; y que se entienda que este es un país diferente, por su carácter auténtico. Un país único que tiene el derecho y el deber de vivir!”. |