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De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 26/07/2005 21:57
¿El eje de qué?
Juan Gelman
Página/12 - Buenos Aires

La foto registra algo que debe haber revuelto varios hígados en la
Casa Blanca: el fuerte apretón de manos que el martes pasado se dieron
el sonriente vicepresidente iraní Mohammed Reza Aref y el no menos
sonriente primer ministro iraquí Ibrahim al Jaafani. El representante
de un país ex miembro y el de uno todavía miembro del "Eje del Mal"
emitieron el domingo 17 una declaración conjunta contra "el terrorismo
que se puede extender en la región y en el mundo" y acordaron la
construcción de un oleoducto de 40 kilómetros de extensión por el que
circularán 150.000 barriles diarios de crudo iraquí en dirección a
Irán, que regresarán refinados a Irak.

No es todo: Teherán financiará el oleoducto, venderá 200.000 toneladas
de trigo para atenuar el hambre en el país ocupado, le ofreció dos mil
millones de dólares de ayuda y puertos para que le lleguen mercancías.
Acompañado por ocho ministros de su gabinete, Al Jafaani visitó el
mausoleo donde reposan los restos de Jomeini, el padre de la teocracia
iraní, lo calificó de "clave del triunfo de la revolución islámica" y
expresó la esperanza de "eliminar las páginas negras que escribió
Saddam en el libro de los lazos Irán-Irak y abrir un nuevo capítulo de
hermandad entre las dos naciones" (salon.com, 21-7-05). Si se recuerda
la visita que hace 20 años Donald Rumsfeld realizó a Bagdad para
alimentar la guerra de Saddam contra los ayatolas iraníes, se
apreciará la densidad histórica de este nuevo golpe propinado a la
visión estratégica de EE.UU. en la región.

Nace de una paradoja: Irak, cuyas reservas de oro negro son las
segundas en importancia del planeta, anda escaso de petróleo. Las
tropas ocupantes no controlan por completo el centro-norte y el oeste
del país, los sabotajes insurgentes achican la producción petrolera de
Kirkuk, el suministro del energético proviene sobre todo de los
yacimientos de Rumaila en el sur y Bagdad carece de las instalaciones
necesarias para refinarlo. Hay más: Al Jaafari es tan chiíta como
Aref. El primer ministro iraquí estuvo exiliado nueve años en Irán, su
Partido Dawa formó parte del Consejo Supremo de la Revolución Islámica
en Irak –una invención del ayatola Jomeini destinada a sustituir a
Saddam– y seguramente espera que la sorprendente declaración
antiterrorista conjunta que se emitió en Teherán lo ayude a aislar a
la insurgencia sunnita. Por otra parte, el Dawa no oculta su voluntad
de que la ley islámica gane preponderancia en la sociedad iraquí. En
el nuevo borrador de la Constitución de Irak se prevé que tribunales
religiosos entiendan en cuestiones de la vida personal, especialmente
en lo que hace a las mujeres (The New York Times, 20-7-05). Bajo
Saddam Hussein, el Estado iraquí era laico. Bajo EE.UU., ya no lo
será.

El gobierno iraní imita a Washington, contra Washington, y avanza en
su estrategia petrolera. La semana pasada Teherán celebró "el serio
compromiso" contraído por la India y Pakistán para construir un
oleoducto que transportará petróleo iraní a los dos países.
Funcionarios indios y paquistaníes del ramo, reunidos en Nueva Dehli,
analizaron los aspectos técnicos, financieros, comerciales y jurídicos
del proyecto. Su costo ascenderá a 4,5 mil millones de dólares y se
concretará en el 2010, año en que –se estima– escaseará la energía en
Pakistán. Es evidente que la dictadura paquistaní, aliada fundamental
de la Casa Blanca en la región, no quiere pagar los costos del fracaso
estadounidense en Irak. Tampoco Nueva Delhi, a la que la secretaria de
Estado, Condoleezza Rice, transmitió "nuestras preocupaciones por la
cooperación Irán/India" en la construcción del futuro oleoducto (The
Daily Star, 15-7-05).

El proyecto sigue adelante y se han programado ya conversaciones
bilaterales entre Irán, India y Pakistán antes de converger en
negociaciones conjuntas. Por algo W. Bush propala alarmas constantes
acerca de las presuntas intenciones de Teherán de fabricar su propia
bomba nuclear, tal como aseveraba antes que Saddam Hussein tenía un
arsenal de armas de destrucción masiva que nunca se encontró. El
hambre de petróleo iraní es el motivo central, claro. El declarado
propósito busheano de "llevar la democracia a todo el mundo" contiene
tres palabras verdaderas: encubre el designio de imponer la hegemonía
norteamericana en "todo el mundo" para asegurar el abastecimiento de
energía de EE.UU., amenazado por el agotamiento de los yacimientos en
explotación. Se asiste a una lucha enconada por el control del oro
negro y sus reservas. La reciente instalación de gobiernos "amigos" –y
de bases militares– de la Casa Blanca en varias ex repúblicas
soviéticas de Asia no sólo persigue el fin de cercar a Rusia: también
el de impedir a Pekín el acceso a las reservas de gas natural y
petróleo de la cuenca del Caspio. China ya constituye una seria
amenaza para el proyecto hegemónico de Washington, pero tiene un talón
de Aquiles: sus fuentes de petróleo son escasas y la tasa de su
demanda energética crece anualmente más del 30 por ciento.

Años antes de Kosovo y de la ocupación de Afganistán e Irak, Zbigniew
Brzezinski, ex consejero de seguridad nacional de Jimmy Carter,
escribía la memoria del futuro en un artículo publicado por la revista
Foreign Affairs (número de septiembre/octubre de 1997). "Eurasia
–señalaba– posee el 75 por ciento de la población mundial, el 60 por
ciento de su PIB y el 75 por ciento de sus recursos energéticos." La
potencia que dominara Eurasia ejercería una influencia decisiva en dos
de las tres regiones económicamente más productivas, Europa Occidental
y el este asiático y controlaría, casi automáticamente, el Medio
Oriente y Africa. La forma en que se distribuya el poder en Eurasia
territorial tendrá importancia decisiva para la primacía mundial de
EE.UU. De esto se trata, pues. ¿Y la libertad? Bien, gracias.


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