Cacique, parevce que de moneto vuestra "hermandad" con la gusanería va dando sus frutos, ya mentís con igual desparpajo que ellos, en cosas comprobables, mira, para que aprendas histroia de tu propio país ( si es que no te has hecho ya yanqqui como los excubanos de Miami):
-El fotografo se llama RONDON, no Rondán, empezando por ahí.
-Fue una sublevación interna, si hubiera habido cubanos ayudando a un ejercito sublevado a estas horas otro gallo hubira cantado, recuerda Angola, Etiopía, Somalia, Bahía de Cochinos.
Entonces tu a estas horas estarías gritando hasta quedarte afonico ¡ Viva Fidel!
Ahora enterate de como se vió esto ( dime ¡ oh gran cacique! ¿ cuantos cubanos se tomaron prisioneros? ja, ja, ja)
Te recuerdo ¡ oh gran defensor de la democracia! que los venezolanos se sublevaron contra Betancourt, el "democrata" que había dado un golpe de estado junto con Perez Jimenez en 1945. Luego se hizo reelegir mediante las urnas, pero así es facil ¿ sabes?
¿No lo sabías?
POLITICA
Tres de los protagonistas de El Porteñazo recuerdan cuatro décadas después el último intento de la izquierda por derrocar a Rómulo Betancourt
Alejandro Botía
El fotógrafo venezolano Héctor Rondón obtuvo un Pulitzer en 1963 por esta gráfica durante el intento de golpe de Estado
En lo único en que coinciden Medina, Lairet y Morales es que en aquel momento no estaban dadas las condiciones para intentar un cambio abrupto de gobierno pues existía la convicción generalizada de que debía dársele una oportunidad a la democracia
Jonathan Freitas/TalCual
Pedro Medina Silva
Pedro Lara/TalCual
Víctor Hugo Morales
Jonathan Freitas/TalCual
Germán Lairet
Dos hombres se abrazan en mitad de la calle y la imagen recorre el mundo. Dos disparos casi simultáneos dejan entrar a través de la lente millones de haces de luz que luego se quemarán en la película para dejar constancia que de los dos hombres que se abrazan, uno es un cura y el otro un soldado, que hay una rebelión militar en Venezuela y que la imagen pertenece al 3 de junio de 1962.
Son cerca de las 10 de la mañana y las tropas del gobierno ya están entrando a la ciudad para aplastar la sublevación que empezó en la madrugada del día anterior y que pasará a la historia como "El Porteñazo", el último intento de los sectores militares de izquierda por derrocar un gobierno constitucional.
Los cabecillas de la revuelta son el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, el segundo comandante de la base naval en Puerto Cabello, capitán de fragata Pedro Molina Silva y el comandante de la base naval Simón Bolívar de La Guaira, capitán de corbeta Víctor Hugo Morales.
Junto a ellos, un grupo de civiles de izquierda encabezados por Manuel Quijada, Germán Lairet y Gastón Carvallo, provenientes de la Juventud Universitaria que combatió la dictadura de Pérez Jiménez, abrazan la idea de tumbar a Rómulo Betancourt para instaurar un verdadero gobierno nacionalista de índole popular.
Un mes antes, el 4 de mayo, se había producido El Carupanazo, primer intento aislado y fallido de un plan mediante el cual los sectores cívico-militares de izquierda pretendían generar el detonante para una reacción en cadena en todos los cuarteles.
Pero eso no ocurrió aquel 4 de mayo ni el 2 de junio cuando arrancó El Porteñazo, pese a que el proyecto maestro de los rebeldes preveía una acción conjunta en La Guaira, Carúpano y Puerto Cabello.
Cuarenta años después, tres de los líderes de la revuelta, Pedro Medina Silva, Germán Lairet y Víctor Hugo Morales, recuerdan los sucesos de aquella jornada, reivindican cada uno a su manera la acción que emprendieron y explican los errores que impidieron derrocar al puntofijismo.
Romanticismo armado
Los años sesenta fueron sin duda una época de gran efervescencia política. Acababa de triunfar la revolución en Cuba, estaban en pleno apogeo las luchas de liberación e independencia en Africa y Asia mientras en el Medio Oriente se desarrollaba el proyecto nacionalista de Nasser.
Paralelamente, el fin de la dictadura y la asunción de un gobierno represivo que desde el primer momento repudió a la izquierda, generó en estos sectores la sensación de que con la democracia se había frustrado un proceso popular de avance revolucionario.
En medio de este archipiélago de ideales, la teoría de la combinación de las formas de lucha como medio para destruir las superestructuras del Estado e instaurar un sistema sin explotadores ni explotados derivó en la necesidad de seguir el influjo de la gesta fidelista y de responder a la obligación de ejecutar actos heroicos.
Ya antes del Carupanazo y del Porteñazo los jóvenes civiles y militares de izquierda que auguraban la asunción de la patria buena, intentaron sin éxito un levantamiento en La Guaira, del cual, al final sólo quedaron unas dos centenas de estudiantes universitarios presos.
Dos días de combate
Pero en Puerto Cabello la cosa fue a otro precio. En la madrugada del sábado 2 de junio, Medina Silva, Ponte Rodríguez, Carvallo, Lairet y Quijada entraron a bordo de una lancha a la base naval y con ayuda de los infantes apresaron en poco tiempo a los altos oficiales de la unidad.
Ya con el control militar de más de 500 hombres, antes del amanecer salieron a tomar la estación de policía, la sede de la Digepol y la estación de radio local, liberaron a cerca de 80 guerrilleros detenidos en el castillo de Puerto Cabello y repartieron las pocas armas disponibles entre el pueblo que los apoyaba.
Pese a lo previsto, la Guardia Nacional no se sumó a la insurrección, lo que impidió el control tanto del aeropuerto como de las vías de acceso a la ciudad y facilitó la llegada de unidades militares enviadas por el gobierno de Betancourt.
Antes de las 10 de la mañana, los primeros batallones provenientes de Valencia comenzaron a llegar, dando inicio a un asedio que se mantuvo durante todo el día en medio de un fuego cruzado al que se sumaron bombardeos aéreos y descargas navales contra la base, recuerda Medina Silva. Mientras el sitio contra la ciudad se mantenía, dentro de la base, el teniente Justo Pastor Fernández logró vestido de cura, liberar uno por uno a los altos oficiales y retomar para las fuerzas leales al gobierno el control de la comandancia y paulatinamente toda la base. Así, Víctor Hugo Morales y Germán Lairet, quienes permanecían dentro de la unidad militar, fueron detenidos hacia las diez de la noche.
Con el arribo de unidades blindadas en la noche del sábado el asedio se convirtió en ofensiva a la mañana siguiente. Una descarga de artillería entre las 7 y 9 precedió la entrada de los tanques, cuya vanguardia, integrada por 20 hombres a pie, cayó abatida por tiros de francotiradores rebeldes. A partir de ese momento, la retoma de la ciudad se desarrolló palmo a palmo y calle por calle. Según los reportes militares, poco antes del mediodía del domingo se rindieron Ponte Rodríguez y Medina Silva, aunque éste último asegura que se mantuvo peleando hasta el día siguiente.
Sin embargo, ya al anochecer del 3 de junio, el gobierno tenía el control de la ciudad. Durante la madrugada tan sólo se registraron disparos aislados de francotiradores apostados en sitios estratégicos y antes del mediodía del lunes ya la rebelión había sido sofocada por completo.
Senderos que se bifurcan
Tras la detención de todos los insurrectos, se creó un tribunal de excepción que juzgó y condenó a los cabecillas (Ponte Rodríguez, Medina Silva y Morales) a 30 años. Los demás militares (cerca de 20 entre alféreces y suboficiales) a 25 y los civiles a 16 años.
Salvo Ponte Rodríguez que murió en prisión, los demás salieron antes de cumplir los primeros seis años de condena. Quijada fue indultado por Leoni a cambio de irse al exterior, Medina Silva, Lairet, Carvallo y otros escaparon de prisión, y el resto recuperó la libertad con Caldera.
Hoy en día, al mirar en retrospectiva Lairet reconoce que hubo "mucha improvisación y falta de organización" en todos estos intentos de insurrección, en los que privó más el romanticismo revolucionario que la táctica y la estrategia armada. De hecho, reconoce que la guerrilla e incluso El Porteñazo fueron un camino equivocado, un criterio que no comparte Víctor Hugo Morales, quien acusa a Lairet de haber sido embajador de Lusinchi y ministro de Trabajo de Carlos Andrés Pérez. Para Morales, El Porteñazo no sólo se ve reivindicado por el fracaso del puntofijismo, sino que constituyó un preaviso del sentimiento patriótico y revolucionario de la juventud militar y los movimientos civiles, que conservaron su esencia durante muchos años hasta llegar al 4 de febrero del 92. Sin embargo, Medina Silva, quien se convirtió al salir de prisión en comandante de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), acusa a Morales de venderse por 3 millones de bolívares mensuales que gana en la Asamblea Nacional y rechaza cualquier pretensión de prestar el significado de El Porteñazo a la simbología del chavismo, que a su juicio, es sólo "un arroz con mango pero sin mango".