Por: Héctor M. Ramírez. *
A ningún Presidente del mundo le cuesta nada reunirse con su equipo de asesores y planificar un bello proyecto, donde cada uno de los ciudadanos tendrá resuelta hasta la más mínima necesidad médica. Cualquiera lo elabora en un papel, y luego se lo explica a las masas populares, las cuales se llenan de regocijo creyendo que de verdad se podrá cumplir. Planificar y decir es fácil, pero mérito sería poder llevarlo a la práctica, lo cual no pudo hacer Fidel.
El mundo entero se ha creído que Cuba es una potencia médica, lo cual es totalmente falso. Cuando los rusos nos mantenían llegamos a estar mejor que algunos países subdesarrollados, pero luego caímos por un abismo inmenso. Fidel tiene en la Habana algunos centros de investigación médica, y algunos departamentos especializados dentro de hospitales, que son los que les muestra al mundo para que se crean lo que no es. En ellos también realiza congresos médicos internacionales, donde son los extranjeros quienes traen el aporte, pero quedamos nosotros bien nombrados porque fuimos la sede.
Es cierto que tenemos especialistas muy buenos, profesionales muy sacrificados que hacen milagros trabajando sin los mínimos recursos. Por eso la salud es otro de los temas fantasmas de Fidel Castro. Sí, claro que es una potencia médica para los extranjeros que vienen y son atendidos con las mejores condiciones y les cobran bien caro en dólares; pero a ese nivel no tenemos entrada los cubanos. Ni siquiera nos permiten entrar al hotel del hospital donde se hospede algún amigo extranjero que haya venido a atenderse.
Desde que Fidel llegó al poder empezó a pronosticar un nivel de desarrollo que no se puede alcanzar con una economía tan cerrada. Exagera tanto en sus discursos que hasta nosotros nos creímos que de verdad éramos una potencia médica mundial. Como todos sus proyectos comunistas, éste también fracasó. Graduó médicos, enfermeras y técnicos, y construyó hospitales y otras instalaciones médicas. Pero si todo eso no tiene una base económica que lo sustente, y no hay recursos para mantenerlo, claro que no sirve.
Hay que partir de que ningún sistema de salud puede ser potente si los médicos viven tan miserablemente. A pesar de estar limitados, como todos los demás cubanos, por ese sistema de leyes esclavista, tienen una situación económica que no les deja relajar el cerebro como para concentrarse con éxito en esa labor tan importante. Un médico especialista que lleve muchos años trabajando puede tener un salario mensual de alrededor de $ 600, que son en Cuba unos 25 dólares. Eso no le alcanza ni para la comida de una semana. Entonces con qué amor e interés pueden trabajar esos profesionales.
Muchos cirujanos tienen que salir por la mañana sin desayunar, con la preocupación por todas las necesidades que dejó en la casa; que tal vez no tiene nada de comer para la familia. De ahí a luchar para ver cómo logra llegar al hospital porque no hay transporte. Si se ha puesto de suerte con el sindicato y se ha ganado una bicicleta, entonces va en ella para llegar sudado a atender a sus pacientes. Ya en el hospital le sube la sangre a la cabeza, porque cualquier cosa que va a hacer no hay los recursos, y tienen que estar todo el tiempo inventando otras vías para consultar y operar, y chocando con las limitaciones burocráticas establecidas por la dictadura. Es decir, no tienen potestad para innovar en su puesto de trabajo, ya que Cuba es el país donde más hay que cumplir las cosas al pie de la letra.
El mundo no se imagina la terrible situación que tiene nuestro sistema de salud, ni el pueblo cubano conoce el sistema que rige en la mayoría de los países. En los mejores hospitales de la Capital, el más simple servicio se convierte en una pesadilla, porque no hay los recursos para una mínima atención, ni para la higiene. La gente se pasa meses para lograr hacerse una placa, un ultrasonido; y años para lograr un estudio completo.
Los hospitales parecen simplemente puestos médicos en medio de una guerra. La mayoría de la gente se va peor que como llegó. Hemos visto muchas veces personas que han entrado con una enfermedad y han adquirido otras, y familiares que van a cuidar al paciente y terminan ingresados y en peor estado; entonces tres y cuatro personas de una misma casa internados a la vez. Los hospitales de Cuba no tienen el personal médico y técnico necesario, ni los equipos. La alimentación no sirve ni para los animales.
Producto de la miseria y falta de higiene, a cada rato aparecen enfermedades que no se conocen ni saben cómo tratarla. A mediados del 2001 se desató un virus por todo el país que mató algunos niños y cientos de ancianos. Era parecido a un catarro malo, sólo que éste duraba más, y demasiado peligroso para la vida. Hubo hospitales en cuarentena.
La situación era grave, y el gobierno no jugó su papel. Metidos en el asunto de los cinco espías prisioneros en USA, no prepararon al pueblo para la extrema urgencia que había. No se puso nada en los medios de difusión, ni se hizo un estudio para clasificar el virus y recomendar las medidas a la población. Todavía la gente no sabe qué era. Por ejemplo, en Mayarí la única medida que se tomó fue ingresar a todos los niños menores de cuatro años y ancianos mayores de sesenta. Y la gente hablaba de uno 60 fallecidos sólo en ese municipio.
Hay que ver cómo se están muriendo cientos de cubanos anualmente debido a que no son diagnosticados correctamente desde el inicio, y luego ya es tarde. La mayoría de las personas que enferman en Cuba tardan en comenzar a recibir el tratamiento, pues los especialistas fallan demasiado con los diagnósticos. Los pacientes cubanos generalmente nunca obtienen tempranamente un diagnóstico correcto de su enfermedad, sino que les ponen un tratamiento, al cabo de un tiempo se lo cambian, y así está mucho tiempo. Gran cantidad están muriendo de cáncer, y del aumento de otras enfermedades sobre todo en las provincias.
Continuará……………………….
* Héctor Manuel Ramírez Rodríguez. Autor del libro: “Cuba, Un pueblo esclavizado”, el cual fue escrito día a día en Cuba, en la clandestinidad, con riesgo de la vida y mediante mil estratagemas y penalidades, como los del samizdat soviético.