Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
¡ Feliz Cumpleaños Scorpio58 !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: IN MEMORIAN
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 07/10/2005 03:57
Habana   
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Direccón del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza


Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 07/10/2005 16:37
Una aclaración necesaria
 

Motivados por su brillante trayectoria revolucionaria, por la limpieza de su vida, por la altura de su ejemplo y lo dramático de su muerte, los admiradores del Che Guevara tienden a idealizarlo y a imaginar sus horas finales como hubieran querido que fueran.

Próximos al 8 de octubre, efemérides de su muerte, otra vez se habla de su caída en combate.

De ese modo, los que han convertido a Ernesto Guevara en un símbolo del desinterés y de la consecuencia, de la capacidad de insistir y de luchar aun cuando sean lejanas las probabilidades de éxitos, creen rendirle un homenaje mayor.

Caer combatiendo era para el Che una posibilidad con que se familiarizó desde su juventud, una alternativa frente a la estuvo cuando se enroló en el Granma y con Fidel Castro desembarcó en Cuba para luchar contra una tiranía de la que únicamente conocía los relatos y por la liberación de un pueblo donde nunca había estado.

La posibilidad de que en su camino se interpusiera el hierro, no lo atemorizaba ni lo detenía. El propio Fidel Castro, al enumerar sus cualidades, señala como una especie de talón de Aquiles, su excesiva agresividad. Caer rifle en mano en la Sierra Maestra, en una quebrada boliviana, en las márgenes de Lago Tanganica o en cualquier lugar en que lo sorprendiera la muerte, era para él un riesgo calculado.

Mas, el Che Guevara no murió en combate sino que fue fríamente asesinado.

Matar al Che Guevara cara a cara, como hacen los soldados que luchan por una u otra causa, en guerras donde el respeto al adversario cuenta, hubiera sido un galardón para sus enemigos que han de cargar eternamente con el estigma de haberlo asesinado muchas horas después de haberlo capturado herido, inerme y extenuado.

Sus adversarios no tuvieron la altura y la humanidad que se necesita para curar sus heridas, aliviar su dolor físico o mitigar su asma. Ninguno se le aproximó para demostrarle el respeto que sienten los hombres de armas por los adversarios que opusieron viril resistencia. Al Che Guevara no lo mató un soldado, sino que lo ejecutó un verdugo.

No importa que quien tiró del gatillo fue un soldado ebrio, se sabe que aunque la orden de ultimarlo la dio el entonces presidente René Barrientos, este la recibió del embajador norteamericano en la Paz quien fue directamente instruido desde Langley, la sede de la jefatura de la CIA.

Herido y prisionero, el Che los aterró. La perspectiva de llevarlo a juicio los desbordó porque era obvio que no podrían soportar el peso de sus argumentos ni la presión de la opinión pública mundial. Las palabras del Che hubieran sido más mortíferas que sus balas.

Encarcelar al Che hubiera sido convertido el Continente en un permanente hervidero.

Por eso lo asesinaron.

 
 
 
 
 
 



 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados