En Irak han muerto 2.000 soldados de EE.UU. El militar caído número dos mil de la guerra en Irak, murió el martes en San Antonio, Texas. "El sargento George Alexander Jr, de 34 años, oriundo de Killeen, Texas, falleció en el Centro Médico Brook del Ejército, de heridas recibidas en Samarra, Irak, el 17 de octubre" se lee en un comunicado del Departamento de Defensa. "Cada muerte duele en el corazón", había dicho pocas horas antes el presidente George Bush, durante un discurso ante en un almuerzo con una asociación de militares en Washington. Aunque el presidente no se refería directamente a Alexander, cuyo deceso no era oficial, ni siquiera al conteo que desde la víspera llevaban los medios de comunicación, dejó claro que habría que seguir haciendo sacrificios. Luto familiar Dos años y medio después de la invasión de Irak y tras una breve guerra oficialmente declarada como terminada, muchos ciudadanos empiezan a resentir las complicaciones que ha traído al país y a sus familias. La discusión no se centra sólo en los $ 200.000 millones de dólares que hasta ahora ha costado el esfuerzo bélico y el posterior apoyo a la reconstrucción. Ni siquiera en la inexistencia, hasta ahora, del arsenal de destrucción masiva que fue la excusa para la invasión. O en el aumento de la gasolina que muchos vinculan al nerviosismo del mercado por lo que pasa en el Medio Oriente. Cada soldado caído deja una familia y una comunidad en luto. Muchos sienten el orgullo de que sus hijos se entregaran por una causa justa: atacar al terrorismo internacional y esparcir la democracia, argumentos en los que el presidente Bush insistió en su discurso del martes. Para otros, la pérdida los ha hecho repensar las cosas. Como le sucedió a Cindy Sheehan, cuando perdió a su hijo. Ella asegura que antes creía en las razones del presidente. Ya no. Tras protagonizar una acampada de protesta en las cercanías del rancho de los Bush en Texas, Sheehan se convirtió en la imagen de un movimiento incipiente pero que parece ir cobrando fuerza. Por cada Sheehan se encuentran también padres orgullosos que piensan que el sacrificio de sus hijos es un precio que hay que pagar para defender la libertad, amenazada desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. ¿Otro Vietnam? Nadie espera que se repitan las manifestaciones de los tiempos de la Guerra de Vietnam, al menos no el corto plazo. Pero cada vez son más numerosas las protestas de quienes quieren que "regresen lo muchachos". Muchos analistas destacan que aunque el presidente Bush ve caer su popularidad hasta un 40%, su nivel más bajo, la oposición demócrata no parece estar capitalizando el descontento. En una sociedad tan polarizada como esta, expresarse demasiado abiertamente contra la guerra en Irak, es entendido a veces como estar en contra a la guerra al terrorismo, y eso puede ser percibido como antipatriótico. En realidad, muchos no necesariamente protestan por vocación pacifista, sino por la "egoísta" y comprensible razón de que no quieren ver morir a su gente en un país extraño y por una causa que les parece cada vez más desdibujada. Razón de estado "Ya los liberamos de Saddam Hussein, ¿por qué los iraquíes no pueden defenderse ellos solos?" se preguntan muchos, quizá sin prestar demasiada importancia a la desarticulación nacional que significó la invasión. Se enfocan si en la desarticulación que implica para sus vidas, para sus pequeños pueblos, muchos de los cuales viven alrededor y en función de bases militares en Estados Unidos. En algunos se cuentan por docenas los jóvenes muertos en Irak. Allí es cuando la guerra llega a casa. No en las imágenes de televisión, sino en el retrato que queda del que nunca regresará. Y allí -consideran muchos- es que está el verdadero problema para el gobierno. Porque para muchas de estas familias, la razón de estado quizá no sirva de consuelo. BBC Mundo |