Hugo Chávez hizo públicas las charlas en privado. Y Vicente Fox salió mal parado

Por Oscar Raúl Cardoso - Clarín

En cuatro siglos imperiales la inteligencia romana produjo varias maravillas pero pocas de tanta precisión como cuando acuñó la frase "información es poder", anticipándose en milenios al presente. Aquel aforismo romano era para una época en que la información era escasa; hoy cualquier lector de un diario dominguero, dicen los expertos, recibe en la lectura del ejemplar más información que la que un romano imperial adulto acumulaba en la totalidad de su vida.

La abundancia de información del presente poco tiene que ver con el poder de quien la acumula, obligando a la inteligencia curiosa al ejercicio permanente de discriminar lo valioso de lo innecesario en los datos que se le ofrecen. Casi se podría decir que sólo la información valiosa y, por tanto, escasa es la única que realmente habilita el poder.

Hugo Chávez decidió que el uso público de su conocimiento de lo sucedido en la reciente Cumbre de las Américas —imágenes y audio— en la que fue protagonista le daría valor agregado en la puja política que mantiene con el estadounidense George W. Bush y con quien aparece como el principal representante de éste en América latina, el mexicano Vicente Fox. La excusa para esto fue el frustrado consenso para la zona de libre comercio que propone Washington al hemisferio.

Chávez empleó su espacio de cada fin de semana —el programa Aló Presidente— para acompañar una dura embestida contra Fox con testimonios de las sesiones secretas de la cumbre que dejaron mal parado al mexicano. Esta decisión tiene dos niveles de análisis. El primero es saber si quebró las reglas de juego —escritas o no— de las relaciones entre jefes de Estado. Aunque los mandatarios llegan a las citas con expectativas recíprocas de reserva, cada uno sabe que el riesgo de la divulgación está presente y que son literalmente dueños de la información que producen.

Es común la filtración deliberada de funcionarios de menor rango, pero en la cima ninguno de sus miembros firma compromisos o está obligado al silencio por acuerdo escrito alguno. Los presidentes podrán gritarle "bocón" al venezolano, pero no pueden decir que violó algún compromiso. Hay un corolario. El hecho de que le vuelva a pasar a Fox, quien en esta "clase presidencial 2005" aparece como el alumno que atrae la chanza pesada de sus pares. En marzo del 2002 —cuando se aproximaba una cumbre de la ONU sobre la pobreza en Guadalajara— Fox llamó a Fidel Castro y le pidió que no estuviese cuando arribara Bush y que se abstuviera de criticar demasiado al estadounidense. Castro, que como muchos mandatarios graba sus conversaciones, decidió denunciar las presiones dando a publicidad el diálogo. Fox no mejoró sus reflejos políticos con el tiempo.

El otro nivel es si Chávez tuvo algún objetivo secreto; jugar una carta contra Fox en los días en que enfrenta una difícil víspera de sucesión favoreciendo al aspirante de la izquierda —el PRD— Manuel López Obrador quien crece sobre el encogimiento popular de Fox. Esto sería injerencia en los asuntos mexicanos, pero tampoco quedaría fuera de los márgenes habituales como cuando un embajador estadounidense demoniza a un candidato indeseado —le sucedió a Evo Morales en Bolivia— o cuando el departamento de Estado hace circular información sobre el programa nuclear iraní para demostrar que no tiene "fines pacíficos".