La Agencia Central de Inteligencia (CIA) da muestras visibles de desesperación con Fidel Castro. No es para menos; por un lado, perdió casi medio siglo XX tratando infructuosamente de asesinarlo y por el otro, ha llegado a la amarga conclusión que todos sus perfiles psicológicos sobre Castro –confeccionados en buena medida con la información aportada por renegados y traidores— han fracasado estrepitosamente. Sencillamente tienen ante si un colosal adversario al que –créase o no— todavía desconocen.
Lo anterior –y las reiterados conclusiones de analistas de inteligencia, politólogos, cubanólogos y castrólogos, de que no hay nada que hacer en Cuba mientras Castro viva— parece explicar, en parte, que la CIA comience a tomar sus deseos por realidades. Solo así –pues la CIA no está escasa de escándalos y el prestigio de sus evaluaciones anda cuesta abajo--, podríamos entender su disparatada de que el dirigente cubano padece de la Enfermedad de Parkinson.
Después de todo, el gobierno cubano va a tener que agradecer a la CIA por sus campañas contra Cuba; pues, a la larga –como dice el dicho— terminan saliéndole por la culata. Su desesperada campaña de que Cuba fabricaba armas biológicas –destinada al parecer a afectar el impacto positivo de la visita del ex presidente Carter a la isla, en mayo de 2002— terminó convirtiéndose en propaganda positiva para el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y para otras instituciones del llamado Polo Científico cubano, que vieron publicitados sus avances científicos e incrementada la demanda internacional de sus tecnologías y productos.
Estoy seguro que esta nueva campaña de la CIA, dirigida a presentar al dirigente cubano como enfermo de Parkinson, terminará elevando el prestigio de la medicina cubana e incrementará el turismo de salud hacia el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN). Después de todo, si un enfermo de Parkinson al que se le diagnosticó la enfermedad en 1998 –como afirma la CIA de Castro-- es capaz de mantenerse de pie, frente a un auditorio, dando un discurso coherente y analítico, sin que le tiemble el pulso, durante seis horas, bien vale la pena averiguar que médicos, qué tratamiento o que medicamento de excelencia lo hacen posible.
No es un secreto que la CIA confecciona sobre los líderes mundiales. Generalmente confeccionan un --destinado a sus campañas de propaganda masiva— y un cuyo contenido se reserva sólo para el uso de los estrategas de la comunidad de inteligencia o políticos estadounidenses de alto nivel. Contrario a lo que pudiera creerse, estos perfiles no sólo se realizan de los líderes o potenciales líderes señalados como “enemigos” de Estados Unidos; también pasan por el diván a amigos, aliados y lacayos. En un de José María Aznar López que me han hecho llegar –supuestamente actualizado por la CIA a inicios de este siglo— puede leerse, entre otras cosas, lo siguiente: “es un hombre trabajador, ambicioso, disciplinado, buen polemista, mal orador (…) con predilección por los vinos tintos de calidad superior, los habanos, un buen libro y el equipo de football Real Madrid…”
Como experimentado observador y analista de la situación cubana, me permito sugerirle a la CIA que, en vez de dedicarse a especular con la salud de Castro, se emplee en darle mayor y mejor seguimiento informativo a las actividades del Profesor Doctor Eugenio Selman-Housein Abdo y a su Club de los 120 años, pues estoy casi seguro que es por ahí por donde andan los tiros. Más vale que estén oportunamente preparados para advertirle a los políticos norteamericanos que estén listos para afrontar problemas si la salud del líder cubano –que sólo tiene 79 años, vive motivado, es un inveterado optimista, tiene buena salud, realiza ejercicios físicos, se alimenta adecuadamente y con moderación, busca una cultura general integral y proviene de una familia longeva— lo lleva a vivir 120 años con actividad satisfactoria.
Lo verdaderamente curioso –y lo que probablemente explique sus fracasos— es que la CIA, con sus enormes recursos de inteligencia no se haya percatado –en toda su magnitud—, que Castro no es un enemigo que quepa en estereotipos ni al que se le puedan aplicar modelos matemáticos o programas de computadoras.
El famoso mal de Parkinson de Castro viene a demostrarnos que la CIA no puede con él y, entonces, actúa como la zorra de la fábula que salta, salta y salta tratando de coger las uvas y cuando no lo consigue dice para consolarse: “están agrias”.