Dictadura en Cuba: Apología del Control Social
2005-12-15
Por Dr. Ramiro Anzit Guerrero:
Nacido en Buenos Aires (1976). Abogado (USAL). Magíster en Estudios Estratégicos (INUN). Doctorando en Relaciones Internacionales y en Derecho Penal (USAL). Autor del libro âTerrorismo, Análisis de un Condicionante Criticoâ y coautor de la âLas Religiones
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En el siglo XVIII, época del Iluminismo, las obras de Rousseau, Hobbes y Montesquieu sobre la teoría del Estado, se apoyaban en la idea del Contrato Social. En la misma, se argumentaba que los hombres se reunían libremente en sociedad conforme a una serie de acuerdos que garantizaban el orden y la convivencia.
El uso originario del término Control Social, podemos hallarlo en los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, y dentro de un problema específico del país que eran las olas de inmigrantes que presentaban un desafío importante al Estado en su necesidad de integrarlos. La variada cosmovisión cultural, religiosa e ideológica, demandó la necesidad de localizar vías sociológicas de integración que superaran estas diferencias culturales.
Durante el siglo XIX el Control Social estaba dado precisamente por el contractualismo, pero sobre todo en la corriente hobbesiana: este postulaba que la sociedad se ponía de acuerdo en delegar parte de su libertad para que el Estado decida por sus vidas. El Estado era el garante de la armonía dentro de la sociedad; puesto que, para Hobbes, el hombre naturalmente tendía a ser un anarquista que buscaba su propio interés, y no el interés común.
Por entonces, se consideraba que el Control Social no estaba relacionado con el Control Político. El sociólogo norteamericano Edward Ross, al que se le adjudica la paternidad científica del término Control Social, utilizó dicha categoría enfocándola a los problemas del orden y la organización social, en la búsqueda de una aceptación de valores únicos y uniformadores de un conglomerado urbano que estaba compuesto por diversos valores culturales, raciales, religiosos, producto de la gran inmigración que los Estados Unidos recibió a fines del siglo XIX y principios del XX.
El Control Social en Ross excluía en cierto modo los controles estatales, tanto legales como políticos, los que en la práctica demostraron su escasa eficacia para organizar la sociedad. Dentro de la misma línea de pensamiento, el sociólogo alemán Max Weber realizaba duras criticas al manejo político de los Estados Unidos (su sistema partidocrático: eran puros partidos a la caza de cargos, que modificaban el programa objetivo según las probabilidades de la captación de votos), pero destacaba el nivel de organización social, hecho que ya Tocqueville había visto en la joven Nación un siglo antes. De esta manera, el Control Social, era asumido por la sociedad a través de la interacción social persuasiva.
Posteriormente, hace su aparición la Escuela de Chicago, que tiene como seguidores a George H. Mead (Psicología Social) y John Dewey (Filosofía Política), entre otros, influidos por la corriente del pragmatismo. Esta escuela hace referencia a los procesos de interacción como base de la comunicación social, otorgándole a esta última una capacidad cohesionadora y estructuradora del consenso en las grandes urbes estadounidenses.
A causa de la Gran Depresión Económica que tuvo su epicentro en los Estados Unidos (1929-1930) â que termina siendo un efecto bola de nieve para el resto de las naciones industrializadas â, se produce una transformación del papel del Estado en la economía: este comienza a asumir un papel centralizador estratégico del control de la sociedad, a través del New Deal del presidente F. D. Roosevelt, inspirado en la teoría económica keynesiana. La principal arma para dicho control fue el Derecho y su maquinaria, la burocracia estatal. Se produce así una ruptura entre la teoría sociológica y la praxis del Control Social en los EE.UU., que ahora tenía al Estado como principal protagonista.
La estructura burocrática – un fenómeno tardío en las sociedades modernas – implica la concentración de los recursos materiales de administración en manos del Estado. Max Weber solía decir que “el mecanismo burocrático es a las demás organizaciones como la máquina es a los modos de producción no mecanizados”. Es de notar, que por los años veinte, en la URSS bajo la dirección de José Stalin, se estaba realizando el proceso de concentración económico burocrática más grande de todos los tiempos a través de los Planes Quinquenales que planificaban la vida presente y futura del pueblo soviético.
Es en esta línea histórica y filosófica que La dictadura castrista desde 1961, tomó como baluarte en sus discursos la lucha contra la propiedad privada y los capitalismos como medio de erradicación de la incultura, la pobreza y el despotismo, luego de lo cual el ciudadano cubano podría ingresar al paraíso marxista leninista de una sociedad sin distinciones.
44 años después podemos observar que ese supuesto paraíso, fue un parasito que fue absorbiendo a las fuerzas vivas de la Perla del Caribe, a la vez que sometió a su población a un sistema de control social cercano al âGran Hermanoâ de George Orwell.
Para realizar estas acciones âcontrarrevolucionariasâ y de desarticulación de los disidentes al régimen, Fidel Castro optó, y sigue optando, por la persecución de los que cuestionan al sistema. Uno de los casos mas paradigmáticos y recientes es la prohibición a las representantes de las organización de esposas de presos políticos por oponerse a la dictadura castrista, denominadas las Damas de Blanco, de asistir a la entrega del premio Sajarov que les otorgó por su labor en el área de los Derechos Humanos, la Unión Europea.
De esta forma Castro y su Nomenklatura o aristocracia del socialismo, pretenden hacer de cuenta que estas luchadoras por los derechos fundamentales no existen, y de esa forma creen que pueden ocultar a los medios de comunicación del mundo, la falta de libertad de expresión y de necesario disenso que debe poseer toda nación que se digne de ser libre y soberana.
El error de Castro es no advertir que los presos políticos son un símbolo vivo de la debilidad del régimen, a la vez que sus proclamas son aun más escuchadas al estar potenciadas por la calidad de mártires que toman los disidentes proscriptos por el sistema. Un gobierno seguro de la adhesión del pueblo, no requiere de encarcelamiento de sus opositores ideológicos, sino por el contrario, las dictaduras son las que requieren del control social para poder contener el malestar de los ciudadanos.
Solo en el mes de marzo de 2003 se encarcelaron a 78 opositores reconocidos por su trayectoria profesional, muchos de ellos periodistas, esto quiere decir que el régimen estaba dirigiendo sus redadas o purgas a las personas más capacitadas de la actual sociedad cubana, intentando de esa manera dejar a la población sin referentes intelectuales que puedan despertarlos del sueño socialista.
Esta situación es internacionalmente repudiada, inclusive por los intelectuales de izquierda que siempre vieron en la Cuba controlada por Castro, al arquetipo de gobierno ideal y refugio de las utopías socialistas. La cuestión reside en que las acciones que esta realizando la dictadura castrista, ya son injustificables hasta por los más adictos al gobierno. A esto se suma la decisión de buena parte de la población de empezar a manifestar sus diferencias, a pesar de la posible represalia, como en el caso de Oswaldo Payá, el ideólogo del plan Varela, que procura y pretende que comiencen los cambios democráticos en la Isla.
A la propuesta de Payá se sumaron once mil adhesiones de ciudadanos de diferentes sectores, que ven en el proyecto Varela una nueva oportunidad a las crisis que padece el país. Cabe destacar que muchas de estas personas fueron encarceladas por promover al proyecto. Un dato importante y que destaca la importancia de la oposición encabezada por Payá es su origen humilde, nacionalista y católico sin vínculos con los Estados Unidos, que podría producir un efecto domino en las clases humildes de Cuba, y de esta forma la dictadura de Castro se vería rodeado entre dos aguas en relación a los opositores, debido a que por un lado estarían los intelectuales y por el otro el ciudadano común, uniéndose así todos los sectores de la sociedad en reclamos de cambios reales en el actual sistema pero por medio del mismo sistema legal que actualmente esta en vigencia.
Como dice un dicho oriental âEl tigre no ataca por ser tigre, sino por temorâ y esto es exactamente lo que esta teniendo el gobierno de Fidel Castro, reacciones de violencia asimétrica que requieren de toda la fuerza represiva del Estado para mantener el control social, ya que no tiene la legitimidad que deriva de la adhesión libre del Pueblo. A pesar de lo anterior, Castro se ha cuidado de encarcelar a Payá, ahora líder de gran parte de la oposición dentro del territorio cubano, por las consecuencias negativas que tendría en la ya dañada imagen internacional del régimen.
Sin duda que un sistema político que necesitó tener a través de sus 46 años de dictadura, de más de 500 mil encarcelados por ser disidentes, 44.000 fusilamientos, gran parte de la población en el exilio y de la que se encuentra en el país con deseos de emigrar, solo encuentra como vía de supervivencia el exterminio de la oposición y de todo lo que considere como una amenaza. Pero sin duda como decía el ilustre José Martí:
“Se van... se van... Con ellos se va el día.
Se van... se van... Todo entre sombras queda.
Ahora a luchar para una nueva vida,
a trabajar para una patria nueva,
Pensando en esa patria del futuro,
los resortes del alma se me quiebran.
Sala, sala desierta, resucita...
¡Cadáver de esperanza..., Dios te encienda!”.
(Obra âPatria y Libertadâ)
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