La cosa está que apesta
inSurGente.- Desvíos de fondos caritativos, mordidas empresariales, robo a indígenas norteamericanos, sobornos, evasión de impuestos y otras naderías, constituyen el impulso vital del Congreso de los EEUU. Nada tiene de extraño en dos cámaras en las que no ser millonario es una rara excepción casi siempre transitoria. Hasta The Washington Post se ha dado cuenta que con personajes y prácticas como las del ex portavoz republicano en la Cámara de Representantes, Tom Delay, y de su amigo también mafioso Jack Abramoff, es decir, con los congresistas y lobistas al uso y sus actividades habituales, “la democracia representativa no puede funcionar”. No puede funcionar, desde luego, más que como lo que es en realidad: el resultado del monopolio político de la gran élite empresarial de los EEUU. La situación no es exclusiva de las instituciones estadounidenses, todas las democracias representativas del Consenso de Washington han alcanzado el modelo de corruptocracia o están en el camino.
Prensa Latina.- La renuncia definitiva del representante Tom DeLay al liderazgo de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes es insuficiente para la salud del partido gobernante en Estados Unidos, afirma hoy el diario The Washington Post. En un editorial, el influyente rotativo, considera que la dimisión del congresista, implicado en un sonado escándalo de corrupción, si bien era necesaria no constituye la solución de los problemas de los oficialistas en el legislativo.
"Los republicanos -comenta el Post- no sólo necesitaban la renuncia de DeLay, sino también cambiar la forma en que el partido ha actuado bajo su dirección en la Cámara baja".
En opinión del periódico, la democracia representativa no pude funcionar cuándo prevalecen prácticas como en las que incurrió el legislador, sobre todo las asociadas al ex poderoso lobista Jack Abramoff, principal acusado en un caso de corrupción.
Durante el proceso investigativo de ese escándalo salió a flote que Abramoff, a cambio de influencias, canalizó 50 mil dólares a la esposa de DeLay, para lo cual se valió de una organización de caridad.
Incluso, el otrora jefe de gabinete del congresista, Edwin Buckham, viabilizó, por medio de la Red Familiar Americana, la recepción de un millón de dólares en pagos confidenciales de ejecutivos de energía rusos vinculados al ex lobista.
Otros legisladores asociados al activista congresional, y por ende bajo investigación, son los representantes republicanos Bob Ney, presidente del Comité de Administración de la Cámara baja, y John T. Doolittle.
El lunes último Abramoff llegó a un arreglo con la fiscalía, en el cual se declaró culpable de tres de los seis delitos en su contra, con el objetivo de disminuir los años de cárcel que le podrían esperar.
Admitió que cometió fraude por decenas de millones de dólares contra tribus indígenas norteamericanas, sobornó a funcionarios del gobierno, y evadió impuestos.
Este sábado el diario Houston Chronicle destacó que, al parecer, las aspiraciones de DeLay de recuperar su cargo en la dirección republicana no se cumplirán, porque un grupo de sus propios correligionarios pidió la elección de nuevos líderes.
"Es claro que debemos designar a otro jefe que se gane la confianza de los estadounidenses, afirmó el representante Jim Ramstad".
Lo sucedido con Abramoff demuestra que no sólo necesitamos nuevos líderes, sino un cambio de rumbo. Si Delay está involucrado o si supo lo que sucedía, siempre es responsable de su conducta, añadió el representante Jeff Flake.
La Corte Suprema de Justicia (CSJ) confirmó que evaluará la legalidad de un programa de distribución de electores, diseñado por el representante republicano Tom Delay.
El esquema, presentado en Texas, ayudó recientemente a los legisladores republicanos a ganar más escaños en el Congreso de la nación.
La CSJ anunció que analizará la constitucionalidad del mapa de distritos electorales trazado por Delay, quien ese estado tiene pendiente una causa por lavado de dinero.