La cuadratura del círculo Por muchos años la educación preescolar no fue considerada en toda su importancia. Sin embrago, cada vez más aumenta la preocupación de los especialistas por desarrollar programas que permitan atender educativamente a los niños desde las edades más tempranas. Aunque el proyecto revolucionario de los círculos infantiles, que cumple 45 años, se convirtió en paradigma mundial, el dilema actual es que no hay plazas para todos.
Margarita Barrio y Dora Pérez
«Cuando paso por mi círculo infantil tengo que detener el paso. Son tantos los recuerdos. Allí fui feliz. Mi ‘seño’ era muy cariñosa, y yo tenía muchos amiguitos. Al principio fue difícil, no quería separarme de mi mamá. Luego, le decía adiós desde la reja, daba la espalda, y me iba contenta. Sabía que ella vendría luego a buscarme, y yo estaría bien».
Así recuerda Fatia Menéndez su etapa preescolar. Hoy está en la Secundaria Básica, y asegura que un día será educadora de un círculo infantil.
Muy similar es la experiencia de Anabel Gutiérrez: La ‘seño’ Coralia andaba siempre conmigo, y todavía voy a visitarla. A mí me gustan los niños, viéndolos jugar me siento feliz.
«En el círculo aprendí muchas cosas. Cuando llegué a la escuela, mientras otros muchachos lloraban porque no querían quedarse, para mí todo era normal, estaba feliz. Tuve muy buenas notas en el preescolar, y hasta ahora, que estoy en quinto grado, no tengo problemas con los estudios, ni en las relaciones con mis compañeritos».
Son muchos los que guardan bellos recuerdos de los círculos infantiles, pues aunque fueron creados para beneficiar a las madres, los más favorecidos han sido los niños.
En Cuba se llegó a la conclusión de que los pequeños deben ser educados en su primer año de vida por sus padres. Por ello se alargó la licencia de maternidad retribuida a 12 meses.
Según expresan los especialistas, la educación preescolar es fundamental, pues en esa etapa el niño alcanza el 70 por ciento de la base para su posterior desarrollo. En los tres primeros años adquiere la lengua materna, el desarrollo sensorial y el dominio de la marcha, imprescindible no solo para caminar, sino para ampliar las relaciones con el entorno. Estas son adquisiciones que después se perfeccionan, pero que se producen en ese momento. De cuatro a seis años hay que prepararlo para la escuela.
EL DILEMA DE MAMÁ
«Cuando yo tuve a la pequeña Claudia ya me había separado de mi esposo. Para mí, era imprescindible comenzar a trabajar enseguida que se venció la licencia de maternidad», recuerda Lilián Núñez, quien labora en la Empresa de Correos de Cuba.
«Tuve suerte, porque el círculo me llegó enseguida. Al principio sentí un poco de preocupación con dejar allí a la niña, pero poco a poco, cuando conocí al personal del centro, me di cuenta de que no habría ningún problema».
Lilián es una de las tantas madres favorecidas por el sistema de educación preescolar en Cuba. Al triunfo de la Revolución, en el país no existía este tipo de institución. No era usual que la mujer trabajara en la calle. La mayoría se dedicaba a los quehaceres del hogar y al cuidado de los hijos.
El Estado revolucionario amplió las perspectivas de la mujer. El estudio y el trabajo se convirtieron en metas para la realización personal, sin distinción de sexo. Sin embargo, las responsabilidades de una madre no podrían ser obviadas. Por eso surgieron los círculos infantiles, donde los pequeños están debidamente atendidos y educados. Son un sueño que se mantiene, a pesar de los avatares que han debido sortear, por las dificultades económicas.
Pero la insuficiencia de estos centros es un verdadero dolor de cabeza para no pocas madres. Así lo confirmó a estas reporteras Cristina Enríquez, técnico medio en Construcción Civil. Ella solicitó uno para su hija Hayna, y se lo dieron cuando la niña tenía 16 meses.
«Empezó en un círculo muy bueno, en Diez de Octubre. Pero después me mudé y tuve que sacarla de ahí. Un traslado es casi más difícil que un nuevo ingreso, especialmente si hay cambio de municipio, como era mi caso. Me hicieron un proceso nuevo que demoró seis meses, hasta que me otorgaron uno en Plaza, también muy bueno. Me demoré más porque en muy pocos círculos había segundo año de vida, que era el de mi niñita en ese momento».
—¿Cuán importante es para tu niña ir al círculo infantil?
—Es vital. Allí ha aprendido muchísimo: a desenvolverse, a comer e ir al baño sola, a ser más sociable. Uno nota el avance enseguida.
—¿Qué aspecto crees que deben mejorar?
—Hay que cuidar más el estado de las instalaciones. Las educadoras siempre están acudiendo a nosotros para cualquier problema que se presenta. «Por favor, si hay algún papá plomero, o pintor, o carpintero...», nos dicen. Ellas no tienen medios para nada.
Muy similar a la de Cristina es la experiencia de Graciela Martínez, del municipio de Playa. Ella solicitó el servicio antes de que su pequeño cumpliera el primer año. Pero este nunca llegó. Se abrió una nueva matrícula, pero su hijo nunca fue aceptado, pues las capacidades eran limitadas y el organismo al que pertenece no es de los priorizados.
«Asumí que cumpliría dos años y no me lo iban a aceptar, entonces ‘resolví’ con una amistad. El círculo es muy bueno, pero hay mucha inestabilidad con el personal, porque nadie quiere trabajar allí, no sé por qué. La directora es magnífica, tiene mucho interés: allí no falta un juguete, una camita, nada. Pero hay escasez de educadoras y poca respuesta del municipio ante los problemas. Generalmente somos los padres los que solucionamos todo».
—¿Qué hiciste durante el tiempo que el niño no tenía círculo?
âTuve que acudir a una cuidadora. Una señora muy buena, que le enseñó muchas cosas, pero me cobraba 150 pesos y me lo cuidaba de 8:30 a.m. a 4:30 p.m. Eso me obligó a solicitar un régimen especial en mi empresa, entrar más tarde e irme más temprano, y llevarme trabajo para la casa. Por suerte aceptaron, si no, hubiese tenido que renunciar.
ATENCIÓN EDUCATIVA PARA TODOS
Irene Rivera Ferreiro, directora de Educación Preescolar del Ministerio de Educación, explicó a JR que la aspiración es que todos los niños fueran a los círculos infantiles, siempre dándoles prioridad a las madres trabajadoras. Sin embargo, por razones económicas, se ha limitado la construcción y el acceso se hace difícil, incluso para las que tienen un vínculo laboral.
La funcionaria puntualizó que Cuba tiene actualmente una población estimada de 828 369 niños entre uno y cinco años de edad. Si se tiene en cuenta esta cifra, se puede afirmar que esas instituciones no brindan una cobertura significativa. «En los 1 112 círculos con que contamos —explicó—, hay una matrícula de más de 121 000 niños, con lo cual se benefician más de 114 000 madres.
«No obstante, no se sabe realmente cuántas trabajadoras necesitan de este servicio. Unas no desean solicitarlo, y otras, las más, no lo hacen porque saben que no se lo otorgarán».
Según Irene, el mayor significado que tienen los círculos infantiles es el tipo y la calidad de la atención educativa que ofrecen, el personal con que cuentan y el perfeccionamiento alcanzado en esa labor durante estos 45 años.
Para dar solución a la cobertura educativa en las edades preescolares, se puso en práctica desde 1992 el programa Educa a tu hijo, en el cual participan actualmente más de 550 000 niños que no van al círculo infantil.
Este método de vías no institucionales, se basa en la educación de la familia para que sea esta la que influya directamente en los pequeños. En su preparación, que se realiza en la propia comunidad, participan los médicos de familia, las educadoras de los círculos infantiles y la FMC. De esta manera, el 99,5 por ciento de los pequeños tiene alguna atención educativa.
NANAS POR CUENTA PROPIA
La solución óptima para las madres trabajadoras es el círculo infantil. Sin embargo, ante la imposibilidad de ampliar las capacidades de esos centros, el país aprobó el cuidado de los niños por particulares, para lo cual el Ministerio del Trabajo ha establecido regulaciones.
El Ministerio de Educación, por su parte, no lo considera una acción educativa, porque no están preparadas para enseñarle al niño lo que requiere en esas edades. Es solo una persona que brinda un servicio para que la madre pueda trabajar. Por ello, no se les autoriza a llevar a los pequeños al programa Educa a tu hijo, concebido solo para la familia.
Sin embargo, muchas madres deben acudir hoy a ellas como única opción. Por ejemplo, Hilda Pérez, había hecho su solicitud para el círculo. En la Dirección Municipal de Educación le decían que no había capacidad. La licencia de maternidad se vencía y unas compañeras de trabajo la acompañaron por el barrio, en busca de una cuidadora particular.
«Así conocí a Sara. Tuve suerte, porque es una persona excepcional, muy dedicada, de muy buen carácter y que quiere mucho a los niños. Ella les enseñaba los números, las letras, los colores, canciones y juegos. A veces los sacaba a pasear por el barrio. Además, se celebraban los cumpleaños y se hacía una despedida a los que empezaban la escuela.
«Incluso, mi hija tenía locomoción tardía, y el roce con los otros muchachos le aceleró su desenvolvimiento».
Marina, la pequeña de Hilda, recuerda a Sara como una abuelita. «Jugábamos mucho, hacíamos chistes, cuentos. Ella era muy cariñosa, y nos trataba con amor. Ahora, cuando esté de vacaciones, voy a ir a verla, yo nunca la he olvidado».
Tan buenas referencias nos llevaron a casa de Sara Jiménez, en el municipio de Plaza de la Revolución, quien inmersa en su labor, nos recibió rodeada de siete niños. Aseguró que son muchachos del barrio, con lo cual ayuda a sus madres para que puedan trabajar.
«Ellas traen la merienda, el almuerzo, y yo se las termino de preparar y se las doy. Les tengo un horario rígido para cada cosa, y luego de almorzar los aseo y los acuesto a dormir».
—¿Cuánto cobra usted por su trabajo?
—Ciento cincuenta pesos. Hay quien pide mucho más, pero ellas son madres que no tienen altos ingresos.
«Llevo más de 20 años cuidando niños, y creo que cuando este grupo vaya para la escuela no voy a seguir. A mí me gusta, y me siento útil, pero es una gran responsabilidad, y ya estoy vieja. En tanto tiempo no he tenido un problema, ni un accidente, nada; pero ya mis fuerzas disminuyen».
Sin embargo, no siempre se encuentra a la persona apropiada. María Suárez, una mamá a la que le daba lástima poner a su hijo en un círculo infantil, porque «estaba muy chiquitico», pensó que con una cuidadora particular estaría mejor atendido.
«Fui a ver a dos que me recomendaron. La primera no me gustó. Tenía un portalito muy chiquito, y de ahí se bajaba a una especie de césped, pero con una altura bastante grande, a mi entender peligrosa para un menor. Además, era el niño mío nada más. Al final, no me decidí.
«La segunda tenía un batallón de muchachos, alrededor de 15. Entonces pensé: ‘¿cómo puede atenderlos a todos, y a la vez hacer las cosas de la casa? ¿quién los vigila cuándo ella les prepara el almuerzo?’. Y también me fui».
—¿Cómo resolviste entonces?
—Hasta que el niño cumplió los dos años y medio, que entró al círculo, me lo cuidaron mi mamá y mi abuela. Si no, hubiera tenido que dejar el trabajo. Pero nunca más volví a buscar a una cuidadora particular. No tengo nada en su contra. Sé de muchas madres que optan por ellas, y les va muy bien. Pero es algo muy delicado. Uno no conoce las costumbres de nadie. Y además, si pasa algo, ¿a quién le reclamas? Con el Estado es diferente. Además, en el círculo aprenden infinidad de cosas, las educadoras y las asistentes son personas preparadas. En definitiva, para eso se hicieron esas instituciones.
En relación con el tema de las cuidadoras, JR realizó una dinámica de grupo con padres cuyos hijos fueron o son atendidos por ellas. En general, la veintena de participantes elogió el esmero con el que estas personas atienden a los niños y el cariño que les brindan.
Solo cuestionan por qué no existe un apoyo por parte del Ministerio de Educación a quienes ejercen este importante oficio, para brindarles herramientas iguales o parecidas a las que poseen las educadoras de los círculos infantiles, cuando están resolviendo una incuestionable necesidad social.
«Mi mamá lleva al niño a las actividades de las vías no formales una vez a la semana —dijo a estas reporteras Zenaida Ramírez, técnica farmacéutica. Pero el resto de la semana él está con la señora que lo cuida. Sería bueno que ella pudiese recibir algún tipo de asesoramiento, para que estos muchachitos vayan a la escuela sabiendo lo mismo que los demás. En definitiva, si yo lo mando con ella es porque no hay capacidad en los círculos, no porque yo quiera».
EN EL CíRCULO INFANTIL
Llegar al círculo infantil es siempre conmovedor. No solo por la ternura que emana de los pequeños, sino por la abnegación, paciencia y humildad con que asumen su trabajo las educadoras.
Radenia Gómez, subdirectora del círculo infantil Seguidores del Che, del municipio capitalino de Plaza de la Revolución, asegura que este es el trabajo más hermoso. «Los niños tienen un don natural para darse a querer. A veces uno viene triste de la casa, y entonces uno de ellos te dice: ‘seño, un beso’, y se te olvidan los problemas».
Ese centro tiene una matrícula de 113 niños, de tercero a sexto año de vida. Con ellos trabajan cuatro educadoras y siete auxiliares pedagógicas. Como en otras instituciones de su tipo, no se atiende a pequeños de segundo año de vida, por no contar con personal para esa labor.
«Este es un trabajo que tiene que gustarle a una. A veces comienzan muchachitas y descubren que no les gustan suficientemente los niños, y se van porque encuentran otras opciones más ‘productivas’.
«No creo que el salario sea bajo, incluso nos pagan antigüedad. Pero esta labor requiere de mucha entrega, aquí no se pueden traer problemas personales, porque el niño es el centro. Somos iguales que los médicos, tiene que gustarte lo que haces, porque lleva una carga importante de sacrificio y entrega. Si el niño se siente feliz, una también lo es».
A pesar de que puntualmente se reparan algunos círculos infantiles, no parece estar cercana la posibilidad de poner en práctica un plan para ampliar sus capacidades. Y aunque la atención educativa en la edad preescolar no se ha descuidado, la familia, y especialmente las madres trabajadoras, mantienen el dilema de llevar a su niño a una cuidadora particular, o esperar cinco años para integrarse de nuevo a la vida laboral.
La educación preescolar por el mundo
Por muchos años, la educación preescolar no fue considerada en toda su importancia. Sin embargo, cada vez más aumenta la preocupación de los especialistas por desarrollar programas que permitan atender educativamente a los niños desde las edades más tempranas.
En América Latina, por ejemplo, apenas alcanzan entre un 10 y un 30 por ciento de cobertura en la atención a estas edades. Sin embargo, expresión de la creciente preocupación por mejorar esta situación es la cada vez mayor participación de especialistas en el Congreso Internacional de Educación Inicial y Preescolar, que convoca Cuba cada dos años, al cual acuden miles de personas vinculadas al sector, en busca de las mejores técnicas para su trabajo.
Un ejemplo del prestigio alcanzado por Cuba en la Educación Preescolar, fue su selección como sede de la reunión de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP), de la cual son miembros 70 países.
«El programa Educa a tu hijo es un paradigma para la educación inicial en el mundo», afirmó durante su visita a La Habana la doctora Selma Simonstein, presidenta de la OMEP. «Creo que otros países deben ver la experiencia comunitaria cubana; por eso estamos aquí, para apreciar cómo las comunidades se expresan, cómo han interiorizado la educación de sus hijos».