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De: CordialERNESTO1946  (Mensaje original) Enviado: 15/04/2006 03:59
LOS PROBLEMAS DE LA COSA
Raúl Soroa
LA HABANA, Cuba - Abril (www.cubanet.org) -
Cuenta un amigo que una vecina dueña de un pequeño salón de belleza puso un cartel en la entrada de su negocio: "Prohibido hablar de la cosa". Y es que hablar de la cosa en Cuba es parte de la cotidianidad, y reviste muchas formas y variantes. Todo el mundo se interesa por la cosa, preguntan cómo está la cosa, comentan sobre el estado de la cosa, se preocupan sobre cómo está la cosa, hay siempre quien trae la última noticia sobre la cosa, y todos le rodean, creando un ambiente de misterio alrededor del dueño de la información. La cosa puede estar de madre, puede estar que arde, puede estar malísima, se puede estar poniendo buena. Algún filósofo puede afirmar que lo bueno que tiene la cosa es lo malo que se está poniendo. La cosa es un ente abstracto, una situación dada. La cosa es la cosa.
Cuando alguien pregunta en la calle, todo el mundo sabe de qué se está hablando. Por ejemplo, dos amigos se encuentran camino al trabajo:
Amigo 1: ¿Y qué, mi hermano? ¿Cómo está la cosa?
Amigo 2: De bala, mi socio, se ha puesto mala la cosa.
Amigo 1: Bueno, ya sabes, ponte pa'las cosas.
Una vecina a la otra:
Vecina 1: Oye, mi amiga, ten cuidado, que la cosa está mala. Mira que ayer hicieron un registro en casa de Marina y se llevaron preso al marido.
Vecina 2: Mira qué cosa, con lo buena persona que parecía el hombre.
Vecina 1: Que parecía no, que lo es, es una excelente persona. Lo que pasa es que la cosa está muiy mala, mi amiga.
Vecina 2: Bueno, yo no tengo por qué preocuparme. Estoy puesta para las cosas, y guerra avisada no mata soldados.
Vecina 1: Bueno, sólo te lo comentaba porque como sé que tú andas en esa cosa de la ropa... Por cierto, ¿no te han traído más ninguna cosa de esas originales del lado de allá? Mira que quiero comprarle alguna cosa a Dieguito por su cumpleaños.
Vecina 2: Date una vuelta por la casa en cuanto se tranquilice la cosa.
Otra variante entre dos conocidos puede ser:
Conocido 1: Mi hermano, me hace falta hablar una cosa ahí contigo.
Conocido 2: Yo no tengo ninguna cosa que hablar contigo.
Conocido 1: Compadre, la cosa que te traigo es una bomba.
Conocido 2: ¿Qué cosa es?
Conocido 1: Mira, mi hermano, la cosa que...
La barbería, la bodega, el agro mercado, la parada de la guagua, son los sitios predilectos para hablar de la cosa. Lo bueno que tiene la cosa es que mientras peor se pone más se habla de ella. Tras la cosa el cubano se escuda para decir lo que quiere. La cosa aguanta todo, hasta nuestro miedo a decir las cosas por su nombre verdadero. Así, esa afirmación de que la cosa está mala tiene mil ángulos, y según la gestualidad que le acompañe los interlocutores comprenderán el significado real de lo que se dice.

La cosa está en candela, que arde, que chifla, la cosa está perdida, esa cosa vale un millón. ¿Ya te trajeron las cosas? ¿Ya arreglaste las cosas? ¡Si te agarran con esas cosas te van a meter un montón de años en la cárcel! El tipo dijo la verdad de las cosas, por no callarse las cosas lo metieron preso, acaba de traerme esas cosas, compadre, no pienses más las cosas, deja esas cosas, que te vas a buscar un problema, ya la gente no sabe qué cosa va a inventar para sobrevivir. Como decía aquella vieja canción del machadato prohibida -¿por qué cosa será?- hoy en Cuba "la cosa está que horripila y mete miedo de verdad".
En cualquier sitio donde se reúnan dos o más cubanos, la pregunta de orden es ¿Cómo está la cosa? Inmediatamente, con esa facilidad que tenemos para comunicarnos, con esa familiaridad que nos caracteriza, todos comenzamos a hablar de la cosa. Primero más en abstracto, a los pocos segundos y cada vez más en concreto, se comienza a hablar de la cosa, de esa cosa, de esa mala cosa que los cubanos sufrimos desde hace tantos años. Por eso, hablar mal de esa cosa puede ser peligroso.
El dueño de la paladar, el trabajador por cuenta propia, barbero, peluquero, tiene que tener sumo cuidado y velar que no se hable demasiado de la cosa en su tambaleante y siempre al borde del abismo negocio, siempre amenazado con el cierre por las autoridades, que ven en esa cosa de los negocios particulares una cosa peligrosa para la estabilidad de la Gran Cosa.
Por eso nuestra amiga del salón de belleza en cuestión no quiere que se hable de la cosa en su pequeño negocio. Esa es la razón del cartel. Además, nuestra amiga está cansada de la constante referencia negativa a la cosa por parte de sus clientes, de tanta palabrería inútil, de tanto chachareo que no lleva a ninguna parte. Por eso creo necesario hacer una sabia sugerencia: Basta ya de hablar tanto de la cosa, y hagamos algo por cambiar las cosas. Eso sí que sería una buena cosa.
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