Una lluvia de artículos, declaraciones y hasta pronunciamientos oficiales del gobierno norteamericano en ese sentido satura últimamente los circuitos de las agencias de noticias y los espacios principales de los medios de difusión en todo el mundo. Las organizaciones de elementos de origen cubano operando desde la Florida repiten, una y otra vez, sus acariciados planes para el hipotético día en el que, ante la ausencia definitiva de la dirección histórica del proceso revolucionario, puedan sus integrantes regresar a la Isla y retrotraerla al pasado sistema capitalista. El propio gobierno de Estados Unidos, que durante casi medio siglo vió esfumarse los innumerables proyectos de sus aparatos de inteligencia para dar muerte a Fidel Castro, proclama a los cuatro vientos el plan del presidente George W.Bush para la ansiada Cuba tras la desaparición física de la dirección histórica. Las nuevas esperanzas, como dijera en una ocasión el propio mandatario cubano, están basadas en el sueño de una accion de la Naturaleza para resolver lo que ha sido imposible para el Imperio más poderoso conocido por la Humanidad. La campaña en ese sentido constituye, en primer lugar, el más claro reconocimiento a la impotencia del amasijo de armas, agresividad política y diplomática y bloqueo económico y comercial ejercido por Washington contra La Habana desde el triunfo del primero de enero de 1959. Pero aún más allá de esa conclusión, que demuestra la irreversibilidad del proceso revolucionario, para los cubanos significa otra prueba no sólo de la falta de aprendizaje de las lecciones de la Historia por parte de Estados Unidos sino ignorancia de la realidad de lo ocurrido en Cuba durante casi 50 años. Un número incontable de analistas y especialistas de la Casa Blanca, el Pentágono, el Departamento de Estado y la CIA parecen resistirse a comprender que los profundos cambios estructurales e ideológicos ocurridos en la sociedad cubana marcan para siempre el futuro de la nación caribeña. Las generaciones forjadas al calor de la lucha de los primeros años de la Revolución y las nacidas posteriormente en medio del huracán social y polìtico provocado por ese fenómeno, se unen hoy a los jóvenes que cultivan el mismo pensamiento desde las aulas del semillero de centros educacionales construìdos para ellos. La fortaleza con la cual toda la población enfrentó duros períodos de dificultades y escasez impuestos durante años por la política norteamericana, al igual que la resistencia ante agresiones directas, invasiones y terrorismo, mostraron el nivel de conciencia adquirido. Las páginas de desinterés personal escritas por los internacionalistas cubanos en distintos países del planeta se unen al reconocimiento a los avances cientìficos y educacionales cubanos y al rechazo al bloqueo en los organismos internacionales como mentís al aislamiento del país y confirmación del prestigio obtenido. Estas menciones a algunos aspectos de lo que es y representa la Cuba de hoy ridiculizan, por ejemplo, al divulgado proyecto norteamericano que se propone alfabetizar a un pueblo sin analfabetos o vacunar a niños que están libres de enfermedades pues son vacunados todos los años. Ante tal cúmulo de hechos, no existe duda de que el poderoso vecino del Norte vuelve a equivocarse al asumir la estrategia de aspirar a nuevas generaciones de dirigentes de la Isla proclives a doblegarse ante sus exigencias y a hacer retroceder el reloj de la Historia. Todo ello sin contar que, como cruel ironía del destino, puede tropezarse con la proliferación de una instancia ya existente en Cuba, nada exclusiva por cierto y cada vez con mayor número de integrantes gracias a la calidad superlativa de la atención médica nacional: el Club de los 120 años. |