De: mfelix28 (Mensaje original) |
Enviado: 06/05/2006 22:27 |
Lo que sueñan los viejos cubanos de Miami http://www.eldiariony.com/noticias/columnistasdetail.aspx? sectionId=48&Txtid=1037966
Hay un programa de televisión en Miami, en un canal menor, que se llama A mano limpia y lo dirige un caballero dominicano llamado Oscar Haza, un hombre elegante y distinguido, siempre sonriente, que ejerce su magisterio desde una especie de stool, o taburete alto, al parecer muy peligroso porque si alguien se cae, corre el riesgo de dañarse seriamente la columna vertebral.
Lo peor del caso es que los invitados del señor Haza suelen ser gentes de avanzada edad y un día se caen del stool y le van a poner un pleito a la emisora. Lo correcto sería que usaran sillones cómodos para que los invitados se sintieran más a gusto. La edad merece más respeto.
La semana pasada, a petición de un amigo, decidí ver el programa de Haza y me pareció excelente, de acuerdo con los parámetros de Miami. Es decir, es apropiado. Estaban invitados a sentarse en las stools dos caballeros cubanos de mucho linaje. Uno, un descendiente del general Carrillo, uno de los héroes de la guerra de independencia cubana, llamado Salazar Carrillo, que es economista y ejerce como tal. El señor Salazar Carrillo lleva años afirmando que es absolutamente imposible que Castro no se haya caído ya, de acuerdo con los postulados más elementales de la economía. El otro invitado era el señor Pablo Alfonso, columnista del Miami Herald, es decir, de su suplemento en español. El señor Alfonso, que es calvo, se ha especializado, desde hace muchos años, en un solo aspecto de la historia de Cuba. Es decir, la muerte de Castro. Se sabe que lo ha matado doce veces y no ha acertado in una sola.
A medida que Castro va envejeciendo, el señor Alfonso va experimentando un cierto regocijo, aunque nunca se sabe lo que puede pasar, porque Alfonso es bastante viejo. Lo suficiene para que un día nos de una sorpresa.
Bien, ya están presentados los tres personajes de esta triste historia. Los tres estaban sentados en sus respectivas banquetas y parecían muy regocijados. El tema de la reunión era, al parecer, la muerte de Castro.
Los tres, desde un principio, formalizaron el acuerdo de que la muerte de Fidel era ya inminente. Pero el dominicano les tenía preparada una sorpresa. Al fondo del escenario tenía instalada una pantalla. Y, de pronto, encendió la pantalla y apareció Castro hablando. Al parecer, se trataba de una filmación reciente. Castro, que tiene 78 años ya, aparecía hablando y moviendo la mano, como suele hacer siempre. Sin duda, Castro está viejo y no puede hacer nada para evitar el peso de los años. No lo puede hacer nadie.
Lo interesante era que los tres individuos estaban disfrutando la vejez de Castro, como si fuera una promesa, como una señal de triunfo.
El hecho de que Fidel Castro haya durado 46 años en el poder, desafiando todos los intentos para asesinarlo, sobreviviendo a diez presidentes americanos, desde Einsehower, que hicieron planes para deshacerse de él, incluso por medio del atentado, ese hecho extraordinario que revela la tenacidad de la revolución por consumar la plena independencia de Cuba, frente a la amenaza de los Estados Unidos, es algo que los adversarios de la revolución, los pocos que quedan en el vasto cementerio que es Miami, no sabe interpretar. Es triste que la contra revolución, siempre auspiciada por Washington, no entienda que es una derrota el hecho de que basen sus esperanzas en la muerte de Castro y no en los esfuerzos que podrían hacer sus pocos partidarios.
Es una contra revolución estrictamente funeral. Los cementerios de Miami están llenos de cubanos que durante 46 años trataron de luchar contra la revolución sin resultados. Los muy pocos que quedan hablando del tema basan todas sus esperanzas en que Castro se muera. La vejez de Castro no la interpretan como un triunfo político, sino como una esperanza para los sepultureros, sin darse cuenta que ellos, ya tan viejos, han fracasado. A estas alturas, el hecho de que Castro envejezca y siga al frente del proceso, no puede alterar el resultado final. |
|