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General: GOBERNAR SIENDO MINORIA!!
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Elpidio3747  (Mensaje original) Enviado: 15/06/2006 20:27

Gobernar siendo minoría
Trino Márquez

 
Jueves, 15 de junio de 2006

En 1966 Fidel Castro anuncia ante sus camaradas del Partido Comunista Cubano (PCC) que ellos -los amos del poder, los que habían construido campos de concentración en la isla, los que habían fracturado el país en dos pedazos, los que habían acabado con la relativa prosperidad que vivía el país a finales de los años 50- tendrían que acostumbrarse a gobernar aun siendo minoría. De este modo el comandante reconocía que su popularidad se había esfumado, y que sus mejores años se lo habían tragado los polvos levantados por las nacionalizaciones, las expropiaciones, las confiscaciones y los abusos de toda índole cometidos por el régimen contra los ciudadanos indefensos. A mediados de la década de los 60, Castro no despertaba el fervor de los primeros años de la revolución, cuando habría ganado cualquier elección, así se hubiese tratado de escoger el monje más casto y piadoso de las antillas. De aquel anuncio han transcurrido 40 años.

La última elección libre que hubo en Cuba fue en 1948, cuando resultó ganador Carlos Prío Socarrás, quien fuera derrocado de forma violenta por Fulgencio Batista, en marzo de 1952. Los isleños llevan casi 60 años sin saber lo que es una campaña electoral con varios candidatos, programas de gobierno diferentes, opciones políticas e ideológicas distintas, y medios de comunicación que difunden mensajes disímiles e, incluso, contradictorios. Los comunistas cubanos se defienden aduciendo que las elecciones en las democracias burguesas son simples mascaradas que esconden el carácter clasista y explotador del Estado capitalista, mientras que la “verdadera democracia” es la “democracia socialista”, donde todos los cargos, hasta el de portero, se escogen mediante el voto popular. Puras pamplinas, aunque en esto hay que darles la razón.

En Cuba votar forma parte de los ritos comunistas. Se vota del mismo modo que se le rinde culto al ego infinito de Fidel Castro, que se venera la figura del Che Guevara o que se exalta ese episodio irresponsable y criminal que fue, en 1953, el asalto al Cuartel Moncada. Se vota porque quien no lo haga sabe que su tarjeta de racionamiento vendrá aún más menguada, que recibirá con frecuencia inusitada la visita de la policía secreta, que será hostigado en el trabajo, en la escuela, en el barrio. En fin, se vota porque el costo de no hacerlo resulta demasiado alto y doloroso. Sin embargo, el acto de votar en la tiranía castrista carece del significado que ha tenido desde que se desarrollan a plenitud las democracias occidentales; esto es, luego de que el sufragio se universaliza y extiende a todos los sectores de la sociedad mayores de edad. En Cuba se vota para sobrevivir, no para escoger, pues las únicas opciones existentes son las que ofrece el PCC. Los comunistas controlan toda la sociedad, desde los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) hasta el Comité Central del partido y el Consejo de Estado, presidido, desde luego, por el doctor Castro. Nada se mueve sin el consentimiento y vigilancia del omnímodo Partido Comunista. La dictadura totalitaria trata de ocultar sus tenazas con elecciones que no pasan de ser sino simples bufonadas. El esquema que Castro implantó en medio de la Guerra Fría fue trasladó intacto a la era que comienza tras la caída del Muro de Berlín.

Haciendo los ajustes correspondientes, este es el modelo que trata de implantar el teniente coronel Hugo Chávez. Su propósito es claro: como, a diferencia de Castro, no puede decretar el régimen de partido e ideología única, ni suprimir las elecciones, lo más conveniente es prostituirlas. Convertirlas en un evento que carezca de la fuerza que poseen los comicios en los países donde efectivamente el Poder Público se constituye a partir del sufragio universal, directo y secreto. De estas tres características, el jefe revolucionario pretende acabar con la primera y con la tercera.

Con respecto a la universalidad del sufragio, son tantos los tropiezos y desincentivos que le coloca a la oposición, que resulta obvio que no desea que esta acuda a medirse en un proceso transparente con un candidato que la represente de forma genuina. El domingo 11 de junio en Aló, Presidente declaró que las capta-huellas y los cuadernos electrónicos van a ser utilizados en la cita del 3 de diciembre. En primer lugar, no es a él a quien corresponde tal pronunciamiento. Esta es materia exclusiva del Consejo Nacional Electoral, poder al que la Constitución le confiere la misma jerarquía que al Ejecutivo Nacional. En segundo lugar, la supresión de los cuadernos electrónicos y de las capta-huellas fue una conquista de la oposición en las elecciones legislativas del 4 de diciembre pasado. Por lo tanto, en este terreno no hay razones para retroceder. Lo único que explica su insistencia en el tema es su intención de impedir que la oposición acuda a la consulta, y que los comicios se efectúen dentro del coto integrado por el chavismo y los logreros que se prestarán para darle un barniz de legitimidad y amplitud a la consulta.

La otra intención, nada colateral, es suprimir la confidencialidad del voto. De sobra se sabe que los software permiten rastrear el voto, establecer la secuencia de los electores y llegar hasta el nombre y apellido del votante. Si esto se combina con la lista de Tascón y con la Maisanta, resulta fácil comprender el terror bíblico que sentirá el elector en el momento de votar por el candidato opositor. En este breve recorrido no estoy incluyendo el ventajismo oficial en todos los órdenes: uso del Gobierno y del Estado como instrumentos de la campaña oficial y de culto a la personalidad, las cadenas de radio y televisión, un patrón electoral y un Registro Electoral Permanente inflado y parcializado, y todas las demás piezas que forman el tablero institucional arreglado para que el teniente coronel gane sin sobresaltos la contienda de diciembre. Este conjunto forma un capítulo aparte.

Ahora bien, ¿qué hacer para modificar estas condiciones tan leoninas? ¿A partir de cuáles coordenadas es posible construir la fuerza social y política que, sin apelar a la violencia, doblegue la voluntad del autócrata? Desde mi perspectiva, la única opción democrática consiste en asumir el reto electoral tal como si estuviésemos en un país verdaderamente democrático, y, a partir de esa plataforma, tratar de conquistar (y reconquistar) las condiciones que permitan que el acto de diciembre sea un evento en el que valga la pena participar. A partir de la evaluación del curso de los acontecimientos la oposición tendría que decidir si concurre a las urnas o no. Sería lamentable que un retiro prematuro de la contienda le permitan a Chávez gobernar a pesar de ser minoría.



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