Visibilizando al enemigo (Parte II). La ideología del miedo, un artículo de Robinson Salazar
Argenpress/ inSurGente.- El frente ideológico busca -y ha logrado hasta ahora- sembrar el miedo como una estrategia que construye escenarios de riesgos insertados en la subjetividad de los colectivos humanos. El objetivo es alterar los estados de ánimo en las personas que conduzcan a desordenarle las coordenadas que dan estabilidad a la vida cotidiana, puesto que la angustia, el temor y la sensación de estar en peligro los lleva a estados depresivos y de angustia colectiva. En esas condiciones necesitamos un salvador para eliminar al enemigo imaginario...
El uso del terrorismo como un enemigo impredecible, invisible y súbito lo posiciona en el subconsciente colectivo como algo que desconocemos, que jamás lo vamos a controlar y que está siempre presente en nuestras vidas, provocando un estado persecutorio permanente en nuestras vidas. Ya no controlamos nuestro espacio particular privado, necesitamos de la protección de un salvador, un guerrero o un estado que sepa usar la fuerza, la autoridad y los recursos necesarios para eliminar al enemigo imaginario, a costa de perder o permitir la invasión en nuestra vida privada.
Así se presenta el estado militar, con el juego del terrorismo ha encarcelado a la sociedad, limitándola a atrincherarse en su individualismo, a temer de los semejantes, a ver al otro como potencial agresor, a vivir con la incertidumbre pegada a la vida y alejada de toda posibilidad de hacer vida comunitaria, porque cada vez que lo hace, el riesgo aumenta. La fragmentación, el alejamiento de los espacios públicos de deliberación y convivencia, la necesidad de estar ligados a la televisión para recibir la información visual permanente y mantenerse preocupado por contratar un seguro, compañías de seguridad personal, etc., son los síntomas de una sociedad enferma que se dejó impregnar por el virus del terrorismo mítico.
Ahora bien, no sólo por razones políticas y económicas el Estado busca, para legitimar el uso de la fuerza e invadir la privacidad de las personas, encontrar culpables –aunque sean ficticios o ajenos a las acciones que se les imputan-, sino también por un recurso defensivo orientado a reducir la tensión que produce pensar algo terrible, lesivo de nuestra seguridad y nuestras vida; el estado,(4) como agente que intenta demostrar que controla y proporciona certidumbre, en esta contienda antiterrorista, en coyunturas propicias hace visible al enemigo, aunque esa visibilidad no está ligada al control o la destrucción absoluta de enemigo, sino como un elemento distractor que lo habilita como un ente capaz de atacar, imponer leyes, recortar las garantías constitucionales, etc., en favor de la seguridad.
Mostrar a Bin Laden, el rostro de un líder palestino, al líder iraní Mahmud Ahmadineyad, señalar a las FARC de Colombia, al presidente Hugo Chávez o los Cocaleros de Bolivia como agentes perturbadores que se encadenan al terrorismo, es una habilidad recursiva de los Estados Unidos para dar a conocer que hay capacidad estatal para identificar al enemigo, para ubicarlo y perseguirlo, aunque esta ,maniobra no sea creíble en lo inmediato, la labor de los medios de comunicación de transmitirla varias veces permea la subjetividad y la siembra en el subconsciente colectivo hasta dotar de una dosis significativa de tranquilidad a la colectividad y que a la vez se perciba como un triunfo de la inteligencia policial.
Las imágenes del enemigo, socializadas intencionalmente, lleva el cometido de impregnar el mundo de vida ciudadano con representaciones observables de quien le provoca los males, quien lo intenta aniquilar y quien es el portador del mal, o como expresan los estrategas norteamericanos, el eje del mal está ubicado.
Ese eje del mal tiene vínculos con la política antineoliberal, los reclamos, las manifestaciones, las movilizaciones populares, la defensa de los derechos secuestrados con lo maléfico, lo destructivo y el terrorismo.
La dicotomía Dios-la bondad versus el diablo-la maldad ha llevado a una militarización del espíritu. Una sociedad así inevitablemente generará conductas sintomáticas al polarizar también sus efectos y extremar sus posiciones. Y de ella se exigirá una mayor homogeneización para que nadie devenga en un sujeto peligroso. De ahí que la noción de rebelde quede abolida: todo innovador será no ya un provocador creativo, sino alguien bajo sospecha (5)...un terrorista.
El Populismo Radical y la construcción social del enemigoLa otra estrategia es la lucha contra el populismo radical, opción se abre con fuerza en la arena política América Latina, no como la alternativa que viabilice la emancipación pero si como una posibilidad de cementar la fragmentación e insularidad que se asoma en la sociedad.
El achatamiento del Estado, la nulidad de políticas públicas, la privatización de los servicios públicos de salud, vivienda y educación, la escasez de empleo y los riesgos de las pensiones por vejez, ha provocado que las conciencias y preferencias políticas de los ciudadanos y los desciudadanizados den las espaldas a los políticos y los partidos políticos, restándole utilidad a la política y descalificando a la democracia procedimental. Ante este escenario, los políticos se han encaramado en el carro del populismo, cuyo contenido es difuso, heterogéneo y multidireccional, que interpretando las palabras de Laclau, en sí es un movimiento multiclasista que incluye componentes opuestos como ser el reclamo por la igualdad de derechos políticos y la participación universal de la gente, pero unido, a cierta forma de autoritarismo a menudo bajo un liderazgo carismático. Puede incluir demandas socialistas con tendencia a vindicar la justicia social, una defensa de la nación y un protagonismo en el sujeto pueblo. (6).
En este populismo se ha encaramado la izquierda, o lo que se autodenomina izquierda, cuya búsqueda política no es semejante a la de los años setenta, ahora es menos confrontacional y más gradualista y pragmática, interesada en introducir reformas sociales que atenúen el impacto del neoliberalismo; pretende, dentro del marco del capitalismo, obtener mayor bienestar social a la población e instaurar un estado de derechos (7)
¿Qué aspectos de riesgo tiene el populismo radical en Latinoamérica y hasta donde los estrategas del imperio lo ven como riesgoso?
Ante la desolación que va arrojando la aplicación ortodoxa de las políticas neoliberales y la cada vez mayor cantidad de hombres y mujeres que se quedan sin posibilidad de llevar una vida digna, por carecer de los elementos básicos para la sobrevivencia, el grueso de la población está carenciada de satisfactores básicos, esto es, vive por debajo de los índice requeridos por un ser humano para su desarrollo medio.
La desresponsabilidad del Estado ante el cuadro de miseria y penurias, la indolencia de los políticos de oficio por asumir el reto de alterar el desorden en que vivimos y contrarrestar la inequidad creciente y la perversión de la practica política vigente que se nutre de los recursos públicos pero hace caso omiso a los reclamos ciudadanos está orillando a las fuerzas sociales a que asuman un papel más exigente, activo y protagónico en la realidad social que vivimos.
Sin embargo, no todos los políticos están conforme con los resultados obtenidos hasta ahora; la abstención progresiva, el descrédito de los partidos políticos, el poco significado que evoca la palabra democracia y la práctica política al margen de los canales institucionalizado, está generando un leve despertar en algunos partidos llamados de izquierda o que están interesados en insertarse en la área política y ser parte de la realidad social, que hasta ahora no lo son ni representan algo significativo para ella.
La opción populista no es la postura por abrazar un modelo o una alternativa que revoque lo que acontece; sino más bien, como anota Laclau, es una forma de construir lo político, cuando la política no está en el centro del debate ni es el eje orientador de la sociedad; es reconstituir lo político en una sociedad en donde los partidos no son opción de nada, el gobierno no ejerce el poder y la ingobernabilidad crece en la medida que progresa la inequidad, la miseria y la exclusión. Entonces, ante un horizonte negado y una inteligencia achatada, el populismo es una experiencia conocida que posibilita construir lo político.
Construir lo político no es riesgoso, antes por el contrario, nutre la realidad y abre el cielo de la carga de nubosidad que lo ensombrece; lo que se está dando y puede darse en el proceso de abrazar la razón populista es que las carencias y las demandas, que son muchas, que están en las amplias capas sociales y se han insertado en la extensa capilaridad social, puedan encontrar en esta construcción de lo político un cemento social que las una y desemboque en un arco convergente, plural, cívicamente tolerante, multiclasista, con capacidad de recuperar su memoria histórica y la caja de herramientas donde reposan todas las formas de luchas ancestrales y otra inéditas y las pongan en uso para reivindicar sus demandas.
Para poder dotar de ese cemento social que ligue a la gran constelación de actores sin derechos, pobres y desciudadanizados, se requiere crear un referente que se vea como oponente, como adversario o enemigo de la acción política popular, o sea, se abre la oportunidad de crear y construir socialmente al enemigo y este referente contrario puede no ser el Estado-Gobierno, porque las experiencias reciente de Ecuador, Argentina y Bolivia han demostrado que el verdadero poder no reside en el Estado, sino en las grandes empresas transnacionales y los centros financieros internacionales.
Mientras las masas desaten su furor y capacidad movilizadora para desplazar presidentes y deroguen leyes que no atenten contra las inconmensurables ganancias de los empresarios del imperio, no sucede nada, se opta por otra cara que represente al Estado-Gobierno y todo sigue igual. Esa lección es un episodio aprendido y los futuros movimientos van a redireccionar su lucha.
La construcción social de enemigo esta vez no va ser sólo tarea de los dirigentes que opten por abrazar el populismo radical, sino que se van a tener que abrir las compuertas a la participación popular, porque los aprendizajes que se ha obtenido en las experiencias de emprendimientos y construcciones en los espacios autónomos estratégicos, nos dicen que la lucha pude pasar de un populismo radical a una etapa de confrontación liberacional, como se muestra en Venezuela y Bolivia. (8)
Construir socialmente el enemigo no es una tarea de dirigentes, es una consecuencia lógica que se puede desatar cuando los vastos sectores populares y despojados se den cuenta que el enemigo verdadero no es el gobierno, sino todo aquel que lo despoja, le quita su trabajo, los persigue y criminaliza por ser inmigrante, la niega la tierra, le cierra las puertas de los hospitales y las escuelas a sus hijos, quien le arrebata su casa los que le prohíben acceder a los recursos que la naturaleza nos ofrece como el agua, la biodiversidad, etc. Justo aquí salta a la imaginación que el enemigo es quien le niega a vivir y contra él van a luchar.
Construir socialmente al enemigo es otra forma de construir lo político, de encaminar por un rumbo distinto la lucha; es una suerte de reencauzar la lucha y llevarla por los canales en donde está el factor o los factores que le impiden crecer o lograr sus metas.
El enemigo construido y referenciado es la recuperación de la esencia de la lucha, contra quien lucho y qué gano si lo despojo de lo que es mío.
Si es construido socialmente a partir de los espacios donde se nutren los procesos asamblearios, de intercambios de saberes, los foros deliberativos, las fabricas recuperadas, las microempresas comunitarias, las universidades, los talleres artesanales colectivos, en la calle, en las marchas, en los piquetes y cortes de ruta, en las manifestaciones reclamadoras de derechos, en las protestas contra el despojo de vindicaciones añejas, en los reclamos por mantener vigente los derechos humanos y ciudadanos, etc., son complementación de luchas, pero ante todo es acción política que busca la recuperación de la caja de herramientas de las prácticas políticas de antaño y recientes, que los coloque en la posibilidad de asomarse a la convergencia emancipadora que construyen los sujetos sin derechos.
Ese ejercicio de la construcción social del enemigo se puede dar de carácter social y participativo como se vienen ejercitando la política en América Latina, dado que las múltiples iniciativas locales, comunitarias y barriales tienen esos ingredientes que le dan un sello popular participativo.
También se nutre en la construcción de sujetos colectivos contingentes como lo que aconteció en Francia por la derogación de la controvertida ley laboral conocida como
Contrato del Primer Empleo (CPE), la cual ocasionó violentas protestas en todo el país.
En los Estados Unidos se mostró de nuevo el sujeto colectivo contingente en las masivas y explosivas manifestaciones en contra la ley HR 4437 o Acta de Protección de las Fronteras, Antiterrorismo y Control de la Inmigración Ilegal (Border Protection, Antiterrorism, and Illegal Immigration Control Act of 2005, Congresista republicano James Sensenbrenner Jr.) que inmigrantes a los criminaliza.
Por lo anterior, la construcción social del enemigo asume expresión orgánica en la discusión y los trasvasamiento de saberes y experiencias que van llenando el recipiente de la confianza y los intercambios; a su vez se fortalecen la solidaridad y las reciprocidades, lo cual permite que el cemento social vaya tomando forma y la cohesión se siembre en los grupos. Las distintas realidades en que cada grupo se desenvuelve se ve atravesada por la transversalidad de une enemigo común que no sólo tiene la intención de despojar de todo derecho a los sectores populares, sino de apoderarse de los recursos locales y nacionales, porque está en todo el mosaico de realidades que representan los actores involucrados en la lucha.
Visto así, el populismo radical es un peligro para los estrategas del imperio, por un lado, porque puede resolver el grave problema de la fragmentación y el autismo social que prevalece en sectores sociales de las sociedades latinoamericanas; asimismo, la construcción social de enemigo está redireccionando la lucha hacia las grandes empresas transnacionales y centros financieros del mundo; la lucha contra esos núcleos de poder puede ser amplia y diversa, desde la acción directa, como respuesta equiparable al despojo, hasta los bloqueos, boicot, corte de ruta por donde transitan contenedores, ferrocarriles, productos perecederos, toma de edificios, de muelles marítimos, aduanas, aeropuertos, cadenas televisivas, empresas de cadena comercial, parálisis de la producción , de la exportaciones y de centros de recepción y bodegas, cese de compra de productos pertenecientes a una empresa en particular o procedentes de un país agresor, huelgas con sentido de pertenencia y focalización de la lucha hacia objetivos económicos estratégicos, son los nuevos nichos politizar y reivindicar para lastimar enormemente los ingresos y poner en riesgo al sistema capitalista financiero y sus magnates.
Este escenario, es lo que preocupa, la posibilidad de que se de (más allá de lo observado hasta hoy) es tanto como la de que no se presente, de ahí que el populismo radical es un enemigo más del imperio.
Existe otra ventana analítica sobre los riesgos del populismo radical, cuyo argumento lo han construido intelectuales especialistas de la economía, quienes plantean que el neoliberalismo tiene dos manifestaciones, una radical de libre mercado ortodoxa, desprendida del estado, manejada por los organismos financieros y grupos de poder ligados al capital financiero, cuyo comportamiento es una apuesta a la especulación y un desinterés por el capitalismo productivo o de transformación, caso en América Latina de México y Chile; la otra cara del neoliberalismo es mas estatista, le da un lugar preponderante al estado para impulsar empresas, erogar subsidios, ligar los apoyos bajo una política de estado de medio plazo que posibilite un incremento en el PIB, en las exportaciones y generación de empleo, restándole importancia vital al capital financiero.
Lo anterior nos dice que hay dos versiones del neoliberalismo y las dos están en permanente tensión, el que le apuesta al libre mercado bajo la batuta del capital financiero y los que se cobijan en un capitalismo de estado, con toque autoritario, para incrementar la producción.
En medio de estos dos, aparece una tercera opción, sin dejar de ser capitalista, que se denomina populismo radical, mismo que practican una revaloración del estado como principio organizador de la pluralidad social y como ordenador de la articulación externa, pero también como actor que debe hacerse cargo de aquellos aspectos de la vida económica necesarios para el bienestar general en los que el mercado es incompetente o ineficaz. (9)
Tanto el capitalismo estatal asiático como el populismo que amanece en Latinoamérica, son contrapesos del capital financiero, porque limitan sus ganancias, desacreditan su labor y empíricamente son evidenciados, porque el capitalismo de estado genera crecimiento, aun con la dosis de autoritarismo que le agrega el estado; en cambio el capital financiero ahuyenta el empleo, desplaza a los trabajadores de sus puestos de trabajo, volatiliza a la economía y vive en permanente riesgo, por ello, la mayoría de las crisis en los países con crecimiento económico amparado en el capitalismo de estado han sido sometido a severas crisis provocadas por el capital financiero, como una muestra de la tensión y contradicción del capitalismo en su fase neoliberal imperial.
Como podemos observar, los tres ejes de orientación hacia donde el nuevo militarismo norteamericano se dirige transita por tres avenidas ideológicas que esgrimen como obstáculos para el ejercicio de la libertad y el libre mercado, cuyo fin se esconde en una estrategia militar que justifica la intervención y la presencia de tropas en aquellos países que denotan una debilidad institucional, un déficit de gobernanza, dirigidos por caudillos militares y violenten los derechos humanos (10)
La teoría de reconstruir el orden mundial del Siglo XXI bajo el argumento de que existen en América Latina países débiles o fracasados, cuya validez empírica es frágil, dado que bajo esa categoría están los países que muestran mayor convulsión política por el cuestionamiento que hacen a las políticas neoliberales y los niveles de organicidad que han logrado los sectores populares, los estrategas norteamericanos le anteponen otra lente observacional y justifican la imperiosa necesidad de intervenir en ellos por el riesgo de la gobernabilidad y el refugio de terroristas en sus territorios.
Notas:
4) (Abadi José E.. 2005. Los miedos de siempre, los terrores de hoy. Edit. Sudamericana, Argentina. Pág. 41
5) ibidem. Pág.43
6) Laclau Ernesto, 2005, La razón populista, FCE, Argentina. Pág. 17-18)
7) Vilas Carlos, 2005. “La izquierda latinoamericana y el surgimiento de regimenes nacionales-populares”, en Nueva Sociedad, No197, mayo-junio, Caracas, Venezuela, Págs. 84-99.
8) Salazar, Robinson. 2005. Democracia emancipatoria, Insumisos Latinoamericanos/Libros en RED, Argentina, Pág. 81
9) Vilas Carlos. Op Cit.
10) F. Fukuyama, 2005, La construcción del estado. Hacia un nuevo orden mundial en el Siglo XXI. Ediciones B. Argentina Pág. 114.119
Datos del autor: Robinson Salazar es investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa/México. Autor de varios libros: Lectura crítica del Plan Puebla Panamá, Democracias en riesgo en América Latina y Democracia emancipatoria