Esta declaración, a pesar de que constituye un manifiesto de dialéctica revolucionaria, un cambio significativo en el discurso oficial cubano en más de un orden, y una advertencia de trascendentes implicaciones, no ha sido objeto en Cuba de la atención que necesita, a pesar de haber sido reclamada así por Fidel y haber subrayado luego esa necesidad el canciller Felipe Pérez Roque. La entrevista que sigue busca contribuir a responder desde Cuba al desafío de esa pregunta revolucionaria. 1) Los peligros “internos y externos”: la necesidad de mirar la realidad “tal cual es” ¿Cuáles son las causas que lo generan en esta fecha? Luis Suárez Salazar: Como científico social, creo que los procesos socio-político-ideológicos siempre están determinados por múltiples y complejas causalidades internas y externas, vinculadas entre sí. Por ello, me resulta difícil identificarlas todas. Sin embargo, entre las causas que, en mi modesta opinión, “generaron” ese discurso creo imprescindible resaltar, sin orden de prelación, la conciencia que han adquirido los compañeros y compañeras de la máxima dirección del país y, en primer lugar, Fidel acerca de la persistencia en nuestra sociedad de múltiples problemas que todos los días alimentan descontentos existentes en amplios sectores de la población, incluidos los sectores del sujeto popular activamente comprometidos con la obra de la Revolución. En particular, los constantes descontentos provocados por los comportamientos burocráticos de diversas instituciones político-estatales; por los desequilibrios existentes entre los ingresos y egresos de la población; por la falta de adecuados estímulos materiales y morales al trabajo socialmente necesario (que no debe confundirse con “el empleo” y mucho menos con el empleo estatal); y por los rigores de la vida cotidiana. Esos rigores son mucho más hirientes a causa de los negativos comportamientos éticos de algunos dirigentes político-administrativos, de ciertos militantes del PCC y de la UJC, así como por las diferencias derivadas de las desigualdades existentes en nuestra sociedad que no provienen del trabajo y de otros ingresos obtenidos de forma legítima. A su vez, las estructuras político-institucionales existentes han demostrado una escasa capacidad para identificar y resolver las causas que originan esos descontentos. De lo contrario, ¿cómo explicar que la prensa, que los medios de comunicación social, que los órganos del Poder Popular, que los Ministerios y las Empresas estatales, que los sindicatos e, incluso, que el Partido y la UJC no hayan podido abordar de manera “preventiva” buena parte de los problemas resaltados por Fidel? ¿Cómo explicar que años atrás haya sido necesario acudir a los estudiantes universitarios para conocer los graves problemas que estaban afectando a diversos sectores de la población? ¿Cómo explicar que ahora se haya tenido que acudir a los Trabajadores Sociales para tratar de encontrar solución a esos y otros problemas? En segundo lugar, y vinculado a lo anterior, creo que hay que incluir la creciente conciencia existente en los compañeros y compañeras de la máxima dirección política acerca de la proliferación en diversos dirigentes y cuadros político-estatales de valores y conductas alejados de la utopía socialista-comunista cubana como el individualismo, el consumismo, el irrespeto a la propiedad social y al ordenamiento jurídico del país, el latrocinio, la “doble moral”, la corrupción, el nepotismo, el burocratismo y la resignación o la apatía frente a los diversos problemas que afectan el funcionamiento de algunas estructuras del sistema político-institucional, de los aparatos educativo-ideológicos y de la socio-economía del país. 2) Desigualdades, insuficiencias y corrupción. La fe teológica y la fe revolucionaria Jesús Arboleya: Las causas que generan la permanencia de este debate en Cuba son sin dudas las insuficiencias de la conciencia revolucionaria que se pretende -y se requiere- para el progreso del Estado socialista. Estas insuficiencias se relacionan ahora con algunas secuelas negativas originadas en el llamado “período especial”. Aunque no creo que puedan reducirse a este evento -y el propio Fidel recalca que no se trata de fenómenos enteramente nuevos-, el período especial plantea, al menos, dos situaciones económicas que constituyen la base objetiva de problemas sociales y éticos de gran magnitud que resaltan en la actualidad; el primero, son las desigualdades generadas por el acceso a las divisas y el trabajo privado, sobre lo cual el propio Fidel ha hablado con bastante amplitud, y el segundo, también tratado, pero con menos profundidad y extensión por los medios informativos cubanos, es el relacionado con la incapacidad generalizada del salario para satisfacer las necesidades básicas de la población. Como a pesar de ello la gente en Cuba no pasa hambre, ni deja de vestirse, ni duerme debajo de los puentes, existe sin duda un margen de ingreso extrasalarial, obtenido por lo general por medios ilegales, que constituye la base de la corrupción y que tendrá que ser resuelto si se espera eliminarla. Esta situación tiene además implicaciones en el área productiva, depreciando los estímulos de cualquier naturaleza, y afecta las expectativas de vida sobre todo de los jóvenes, que muchas veces no ven compensados por la vía del trabajo en la empresa estatal el desarrollo profesional que, por demás, se les ofrece de manera creciente mediante la ampliación del sistema educativo. Se trata de contradicciones que, en parte, pueden encontrar solución con la recuperación económica, pero que requieren además de una revisión a fondo del sistema económico cubano, toda vez que también radican en su organización. No obstante, el período especial también ha tenido consecuencias ideológicas positivas, demostradas en la capacidad de resistencia en las condiciones más difíciles posibles y en el abandono de patrones importados del antiguo campo socialista europeo, que también tuvieron su influencia negativa en Cuba. En realidad, el problema de la formación de una conciencia revolucionaria que se corresponda con el proceso socialista constituye un problema permanente, que nunca estará definitivamente resuelto, porque responde a las exigencias de cada momento. Los patrones de los años 60 eran distintos a los actuales y los del futuro tendrán también sus propias condicionantes específicas. En resumen, no creo que exista algo así como una “conciencia revolucionaria” que se parezca a la fe religiosa e, incluso, la fe religiosa también evoluciona. 3) El Imperialismo, la Burocracia y la complejidad de una sociedad revolucionaria Fernando Rojas: Las causas del discurso se encuentran en circunstancias a la vez complejas y singulares: El incremento de la hostilidad imperialista en condiciones de una hegemonía mundial estadounidense sin precedentes. En el subtexto, según mi opinión, está la preocupación de que los esfuerzos de los últimos años por la realización de un profundo cambio cultural no estén dando los resultados esperados. Más aún, se han producido en esos mismos años nuevos déficit en el campo ideológico. El comienzo de la superación del período especial se produce mientras todavía persisten en algunas áreas sensibles de la vida económica y social retrocesos que no han sido contenidos. Se ha complejizado el entramado institucional, con la sana intención de movilizar mejor las fuerzas sociales. No puede afirmarse aún que se haya logrado ese resultado y existe el peligro de una escalada en la burocratización. El repunte del formalismo en determinadas zonas de la vida política e ideológica puede ser una señal de aviso. 4) El cambio generacional Luis Suárez Salazar: Por último, en esta nómina incompleta de causalidades del “discurso de la Universidad”, creo necesario incluir la cada vez mayor claridad existente de que nuestra sociedad está abocada a un inmenso cambio generacional. De hecho, por las leyes inexorables de la vida y de la muerte, la generación histórica está saliendo, poco a poco, de la escena política. A su vez, lo que algunos llaman “la generación guevarista” (es decir los que, siendo muy jóvenes, casi adolescentes, entramos en la vida política en la década de 1960) ya vamos quedando para impartir conocimientos o consejos a las generaciones que vienen detrás, incluida la que denomino “la generación del período especial”. Esas nuevas generaciones ya constituyen más del 70% de la actual población cubana. Por tanto, a ellas les corresponderá elaborar sus propias visiones acerca del porvenir de la Revolución, sus propias nociones del socialismo del futuro o de lo que -inspirados en una frase de Hugo Chávez- ahora ha comenzado a llamarse “el socialismo del siglo XXI”. Creo que esas nuevas generaciones tendrán la responsabilidad de preservar la Revolución y de elaborar y construir, con tal fin, “un socialismo más bonito y mejor” que el que hasta ahora hemos conocido, tanto dentro como fuera de Cuba. A esas generaciones se dirigió Fidel para convocarlas, de manera expresa, a que no asuman los errores cometidos por el liderazgo de la Revolución como pifias intrínsecas al socialismo, sino atribuibles a las diversas pruebas de ensayo-error emprendidas por los hombres y las mujeres que tuvieron la responsabilidad de realizar la Revolución y de cuidar al socialismo “recién nacido” en nuestro país. ¡Ojala que los representantes de las nuevas generaciones nunca cometan el error de dogmatizar y sacar de su contexto histórico el pensamiento y la práctica de ninguno de esos hombres y mujeres!¡Ojala que las nuevas generaciones nunca cometan el error de atribuir al socialismo los errores y la carencias actuales, ya que ello puede abrir el camino a la idealización del capitalismo o a la utilización de sus “armas melladas” para tratar de encontrar soluciones a los complejos problemas de la transición socialista! Sólo así se podrá lograr que el aliento crítico-transformador del discurso de Fidel del 17 de noviembre del 2005 encuentre continuidad en la actualidad y el porvenir. De esa continuidad dependerá la constante reconstrucción en el imaginario de importantes sectores de la sociedad cubana de los contenidos de la utopía socialista-comunista; sobre todo si entendemos la utopía -junto a Franz Hinkelammert- como la perenne crítica del pasado-presente a partir de la indeclinable esperanza en un futuro mejor. 5) El por qué, el para qué y el desde quién en la definición de los problemas y sus soluciones ¿Qué pone en cuestión en relación con la organización económica, el diseño político y la moral socialista en Cuba? Jesús Arboleya: Un discurso que plantea la posibilidad de la reversión de la Revolución lo cuestiona todo y de hecho todo es cuestionable, ya que el hombre construye su historia día a día y la perfección no funciona en la política. Como dice Armando Hart, la política no es una ciencia exacta. La vitalidad de un sistema político radica en su capacidad para adecuar constantemente los mecanismos que le sirven para la construcción del consenso por el cual se rige; dicho de otra manera, para articular la hegemonía, siguiendo los postulados de Gramsci. En el caso de un Estado socialista ello significa la formación del consenso popular, lo que se alcanza de múltiples maneras, en correspondencia con imperativos históricos concretos. No creo que la búsqueda del consenso consista en hacer asambleas por cualquier cosa, ni que el patrón de democracia socialista pueda asentarse en la imitación de la democracia burguesa, sino que radica en la legitimidad del Estado socialista frente a sus ciudadanos. Es difícil dudar de la legitimidad del Estado revolucionario cubano cuando el consenso se expresaba levantando los fusiles en una plaza pública y también es cierto que ello no sería suficiente en la actualidad. Creo que el Estado y las organizaciones políticas cubanas requieren revisar algunos de estos mecanismos, ya sea para hacerlos funcionar como están concebidos, despojándolos de vicios burocráticos, o para actualizarlos a partir de las exigencias que le imponen los cambios. Ello tendrá mayor importancia cuando no esté presente el líder popular, que hasta ahora ha suplido las deficiencias y limitaciones del sistema político cubano. No obstante, también considero que muchos de estos cambios no pueden ser impuestos desde el presente, ya que tendrán su lógica a partir de la nueva realidad y las apreciaciones de los nuevos actores, que en definitiva serán los responsables de adecuarlos a la coyuntura correspondiente. 6) La legitimidad proveniente de la eficiencia Fernando Rojas: Su eficiencia. En el caso específico de la organización económica, más que el inventario superficial que han hecho algunos amigos nuestros fuera de Cuba, lo que verdaderamente me preocupa es no comprender el lugar que le conferimos a la producción de bienes materiales. Pareciera a veces, que por primera vez una revolución socialista no otorga a esta el lugar de mayor privilegio en la organización económica. Si así fuera, ello merecería al menos una discusión. Luis Suárez Salazar: Con independencia de mis juicios respecto a las soluciones (algunas de las cuales no comparto) que se están ensayando en la actualidad, creo que el discurso de Fidel puso en cuestión diversos aspectos de lo que llamas “la organización económica” que asumió el país a partir de la segunda mitad de la década de 1990; en particular, aquellos aspectos de la resolución económica del V Congreso del PCC (1997) que impulsaron la descentralización administrativa y la autonomía relativa de las empresas socialistas vinculadas al perfeccionamiento empresarial, así como de las estructuras estatales encargadas de controlarlas. Creo que a ellas -y a los ministerios a los cuales están subordinadas- se refiere Fidel cuando habla de las 3 mil empresas que tenían capacidad para decidir sobre buena parte de los ingresos en divisas del país. Igualmente creo que “el discurso de la Universidad” reveló los problemas que están afectando el funcionamiento de lo que denominas “el diseño político” y que yo prefiero llamar “el sistema político”. Desde mi punto de vista, es imprescindible profundizar en ese tema; ya que aunque Fidel lo mencionó de manera implícita, no se detuvo en todas sus aristas. Por ejemplo, hay que meditar qué se debe hacer para que las instituciones políticas y estatales cubanas funcionen de acuerdo con el espíritu y la letra de las normativas que le dieron origen. También hay que meditar qué se debe hacerse para elevar la calidad de la participación de la ciudadanía en todos los asuntos que le incumben y le afectan; o, lo que es lo mismo, para que la participación de los diferentes sectores de la población -o de sus representantes- no quede constreñida a las dimensiones ejecutivas de directrices y orientaciones elaboradas por otros, sino que se proyecte hacia los mecanismos que tienen que ver con la adopción de decisiones en diferentes instancias de la sociedad. Y, desde mi punto de vista, esas dimensiones de la participación no son ajenas a lo que denominas “la moral socialista”; ya que los contenidos actuales de esa “moralidad” sólo podrán redefinirse mediante un complejo proceso educativo-participativo en el cual, mediante la inacabable dialéctica entre lo nuevo y lo viejo, entre los mecanismos ideológico-culturales formales e informales y la “auto educación”, se vayan delimitando y afirmado constantemente las nuevas nociones éticas que demanda esta etapa de la transición socialista cubana. Por muy importante que sean, tales nociones no pueden reducirse a la lucha contra el latrocinio y la corrupción. La nueva “moral socialista” también debe incluir -como apuntó Fidel- una relación filial con la naturaleza, una relación fraternal con la biosfera y una nueva actitud frente a las injusticias y discriminaciones de todo tipo que afectan a la Humanidad y, en particular, a nuestra “Patria grande”: América Latina y el Caribe, incluido, claro está, el archipiélago cubano. En este todavía hay que eliminar muchas intolerancias surgidas de viejas o, mejor aún, rancias nociones acerca de los contenidos de “la moral socialista”. La única “invulnerabilidad” posible: el debate colectivo y la construcción ciudadana ¿Cuál es el alcance de este discurso, esto es, qué abarca, hasta dónde se dirige en relación con el futuro del conjunto del sistema político revolucionario? Jesús Arboleya: Parece claro que el discurso de Fidel se refiere tanto al momento actual como al futuro. Ambas cosas son inseparables, dado que existen problemas que de no resolverse influirán inevitablemente en el porvenir del país. Sin embargo, creo que el discurso trasciende el tema de la “reversibilidad del socialismo”, para abordar asuntos muy actuales relacionados con las cualidades del movimiento revolucionario y la construcción del socialismo. Un aspecto pasado por alto por la mayor parte de los analistas es la visión colectiva de la ética planteada por Fidel Castro, no solo la trata como una cualidad individual de los revolucionarios, sino como componente de la acción colectiva, “el fin no justifica los medios”, dice Fidel Castro, y pone ejemplos de los costos políticos que ha tenido para el movimiento revolucionario violar este principio. Además, considera la ética como un factor de encuentro de los revolucionarios con otras fuerzas sociales -como ciertos sectores religiosos-, reafirmando un principio que ha marcado la política cubana a lo largo de la historia de la Revolución: “ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena”. Luis Suárez Salazar: El discurso de Fidel en la Universidad tiene muchas facetas. Algunas de ellas habían sido abordadas, con lujos de detalles, en otras intervenciones. Por ende, para mi, en esta ocasión, lo “trascendente para el futuro del conjunto del sistema político revolucionario” es el reconocimiento de que el porvenir de la Revolución y de la transición socialista en Cuba no está predeterminado. Este dependerá de la capacidad que tenga el sujeto popular, las actuales y, sobre todo, las futuras generaciones, las instituciones y sus principales dirigentes para enfrentar los problemas que afecten a nuestra sociedad, a la ideología y la cultura, al sistema político y a la economía. Por tanto, el discurso cuestiona las afirmaciones precedentes acerca de la “irrevocabilidad” del socialismo y acerca de que la revolución “es indestructible” o “invulnerable”. Para alcanzar esa “invulnerabilidad” político-ideológica, es imprescindible superar constantemente los errores que se cometan. También es imprescindible la continua búsqueda de soluciones revolucionarias a las contradicciones, antagónicas y no antagónicas, endógenas y exógenas inherentes a la transición socialista. Esto coloca el futuro del sistema socio-económico y político cubano, en el lugar donde debe estar: en la capacidad del sujeto popular cubano, de sus organizaciones y dirigentes para garantizar, sistemáticamente y de manera consciente, la irreversibilidad de los logros pasados, actuales y futuros de la Revolución y el Socialismo. Fernando Rojas: Creo, y me alegraría profundamente que así fuera, que nos conduce a pensar colectivamente. Jesús Arboleya: Tampoco ha sido tenida en cuenta por la mayoría de los analistas de este discurso una afirmación que define el pensamiento de Fidel Castro respecto a un tema de máxima preocupación para el marxismo, “el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”, dice Fidel, colocándose en el debate respecto a la teoría del socialismo posible, a lo que me referiré dentro del contexto de la siguiente pregunta. Como el propio Comandante en Jefe Fidel Castro expuso esta cuestión en forma de pregunta, ¿cuáles serían los contornos de una respuesta revolucionaria a una afirmación de semejante magnitud? Fernando Rojas: En primerísimo lugar comprender que el capitalismo no tiene absolutamente nada que ofrecernos. Para colmo de males se encamina a la destrucción de la especie humana y de la naturaleza. Tan sólo eso bastaría para entender que debe ser superado. Si queremos ser capaces de consolidar esa convicción estamos obligados a encontrar soluciones a todos nuestros problemas. No pocas de ellas tendrán que ser por fuerza audaces, heterodoxas y poco convencionales. Lo esencial es que sean colectivas. Seguramente el camino transita por asentar la práctica revolucionaria en la participación y en la cultura popular. Para ello, habrá que asumir el inevitable riesgo -porque es difícil asegurar que la premisa inicial se acepta en todos los casos mayoritariamente- de comenzar a analizar, entre todos, todo lo que nos preocupa. Se trataría de evitar los cauces espectaculares tipo llamamientos o debates espontaneístas y de insuflar más vida a las múltiples organizaciones sociales que abarcan por distintas vías y perspectivas al conjunto de la población. Tendremos que enfrentar el desafío de resolver nuestros asuntos sin olvidar la prioridad fundamental de derrotar al fascismo letal de nuestros días. Pudiera parecer que se repite la inveterada contradicción imprevisible para Marx entre la necesidad de construir el socialismo en marcos nacionales y los imperativos de la solidaridad frente a la eventualidad de la destrucción. Un matiz imprescindible: ninguna elucubración, por brillante que sea, sustituye la realidad concreta. Ella es la causa primera y el objeto inmediato de la clarinada de Fidel. Me permito una paráfrasis: la historia se repite, a veces como sucesión de tragedias y farsas; pero también como historia nueva. Jesús Arboleya: En 1962 ya la Segunda Declaración de La Habana nos advertía que “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”. Han cambiado mucho los tiempos, pero de esa responsabilidad no está liberado nadie que se considere revolucionario y ello es válido para el presente y para el futuro. Creo que mientras presida esta voluntad la continuidad de la Revolución cubana está asegurada, aunque esa revolución se desarrolle a la “imagen y semejanza” de sus nuevos actores y nuestras actuales disquisiciones resulten anacrónicas para nuestros hijos, nietos, bisnietos, y así sucesivamente. En resumen, que la historia tampoco termina con nosotros y creo que eso es lo que quiere decirnos Fidel Castro. Luis Suárez Salazar: Me resulta difícil abarcar todos “los contornos” que debe tener una “respuesta revolucionaria” a las afirmaciones de Fidel. Pero en lo personal le atribuyo mucha importancia a la búsqueda de soluciones revolucionarias a los problemas que están afectando el funcionamiento de la democracia socialista cubana y, por consiguiente, a las principales instituciones político-estatales del país. Sin desmeritar ninguno de los demás problemas que en las últimas semanas se han colocado en el debate, tanto por los cubanos como por los fueranos, creo que de la calidad del funcionamiento de nuestra democracia participativa-representativa mucho dependerá la “legitimidad de origen” y la “legitimidad político-jurídica” de los dirigentes que sustituyan al actual liderazgo político y estatal del país. Sin desconocer el lugar que les corresponde a los líderes, a los dirigentes y a “los cuadros” en el devenir histórico, sin las legitimidades antes referidas, será muy difícil abordar de manera eficaz los demás problemas que afectan la ideología, la cultura, los valores, la socio-economía y la proyección externa de la Revolución Cubana. Y de esas soluciones dependerá la “legitimidad por rendimiento” de la futura dirección política-estatal; ya que -como adelantó el Che en su célebre ensayo El socialismo y el hombre en Cuba- la confianza de “la masa” en sus dirigentes depende y dependerá, cada vez más, de la capacidad de estos de interpretar cabalmente los legítimos deseos y aspiraciones del sujeto popular; en particular, aquellos deseos y aspiraciones vinculadas a un incremento de la calidad de la vida cotidiana que nunca debe confundirse -como a veces se hace- con las insostenibles “aspiraciones de consumo” que -como parte de sus “ilusiones necesarias”- el capitalismo constantemente genera en amplios sectores de la población. Lo antes dicho implica la búsqueda de soluciones revolucionarias a las contradicciones -en el sentido filosófico del término- que constantemente se producen entre “el liderazgo” y “las masas”, entre “el centralismo” y la “democracia”, entre “la representación” y “la participación”, entre “la centralización” y la “descentralización”, entre el discurso “político-ideológico” y la realidad, así como entre las normativas político-jurídicas existentes y el funcionamiento real de las instituciones del país. Parafraseando a Mariategui, he ahí una misión “digna de una nueva generación”. Fuente: Revista Sudestada (*) Este texto es un fragmento de una entrevista colectiva, que en su totalidad verá la luz próximamente, y que comprende las reflexiones de intelectuales cubanos, todos residentes en la Isla, alrededor de las causas, el significado y la repercusión del discurso de Fidel Castro de 17 de noviembre. (**) Julio César Guanche es periodista y profesor de Historia. |