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General: Equizofrenia anexionista
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 13/07/2006 05:39
11.07.06
Esquizofrenia anexionista

x Rosa Miriam Elizalde - Cubadebate

La pregunta del periodista al procónsul fue obvia: si el Programa de EE.UU. para la “transición en Cuba” no es un acuerdo entre los dos países, ¿qué le hace pensar que ese informe tendrá el apoyo del pueblo de la Isla?

Caleb McCarry, un republicano de Plainfield (Massachussets) que no debe haber visto una palma en su vida, tropezó al responder, pero siguió andando con su sarta de lugares comunes sobre la democracia, la ayuda humanitaria que vendría después de una debacle y, a fin de cuentas, el desprecio absoluto a los cubanos que es en verdad el hilo que hilvana palabra tras palabra en este nuevo informe.

Me recordó este hombre al subsecretario de Guerra del Presidente William McKinley, un tal J. C. Breckenridge, quien en 1898, mientras el gobierno y la prensa norteamericana se deshacían en argumentos humanitarios para entrometerse en la guerra de independencia de Cuba ya virtualmente ganada a los españoles, ajustaba en secreto los lineamientos estratégicos de la intervención:

Cuba (…) tiene una población mayor que Puerto Rico. Esta consiste de blancos, negros y asiáticos y sus mezclas. Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos. Claro está que la anexión inmediata a nuestra Federación de elementos tan perturbadores en tan gran número, sería una locura, y antes de plantearlo debemos sanear ese país, aunque sea aplicando el medio que la Divina Providencia aplicó a las ciudades de Sodoma y Gomorra… Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros cañones, con el hierro y el fuego; habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera diezmen su población pacífica y mermen su ejército; y el ejército aliado (se refiere al ejército libertador cubano) habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuegos, y a ellos se encomendarán precisamente todas las expediciones peligrosas y desesperadas.*

¿Dirá algo parecido la parte no divulgada de este informe para la “transición”, que discutió en secreto la semana pasada el Consejo de Seguridad Nacional en pleno? ¿Qué ocurre cuando esa desinformación o información sesgada alcanza a gran parte de todo un país?

Pues que viven en el limbo, y eso tarde o temprano se paga, y entonces no lo sufragan sólo los engañados. Lo pagamos todos.

Como se sabe, no solo sobre Cuba se le miente a ese país. El actual Gobierno de Bush ha mentido a sus ciudadanos en torno a cobertura médica, educación, medio ambiente, los recortes de impuestos, los planes de salud para los jubilados. Pero eso puede el pueblo llegar a descubrirlo, en cuanto los resultados le toquen el bolsillo. Sin embargo, ¿qué será necesario para que una gran mayoría de estadounidenses se entere de lo que su Administración concilia contra otros países, y de por qué se la aprecia tan poco en buena parte del mundo?

Un interesante artículo de Robert F. Kennedy (hijo mayor del hermano del asesinado presidente John Kennedy), publicado en la revista Vanity Fair, proporciona abundantes pistas acerca de la forma en que los votantes del presidente Bush, hijo, han sido y están siendo engañados. Según un estudio –dice Robert Jr.-, más de un ochenta por ciento de los votantes de Bush cree que el resto del mundo ha mejorado sus sentimientos respecto a EE.UU. gracias a la invasión de Iraq, y también piensa que tal guerra cuenta con el apoyo del mundo islámico. La mayoría de los partidarios de Bush creen que su jefe está contribuyendo a los acuerdos de Kioto contra el calentamiento global, y eso les encanta.

¿Qué ocurre? El propio Kennedy, hijo, lo explica a renglón seguido. Según una investigación de Nielsen Media, la cadena por cable que todos ven es la Fox, seguida por la CNBC y la MSNBC. Sin contar con que una abrumadora cantidad de personas obtiene sus noticias a través de las redes de canales de radio de extrema derecha, plagados de tertulias cuyos héroes suelen ser gente como Oliver North (el socio de Luis Posada Carriles que fue condenado por la operación Irán-Contra) y otros radicales del pensamiento conservador a ultranza. Existe, además, un laboratorio creador de noticias que se reúne cada miércoles bajo los auspicios de una poderosa organización que se dedica a boicotear las leyes federales que coartan sus negocios. En estas reuniones, unos 120 participantes, “incluyendo lobbystas de la industria y representantes de medios tan conservadores como The Washington Times”, deciden los lemas a lanzar, las personas a apoyar, las reputaciones a despedazar.

El gobierno obedece a las empresas y a los grupos ultraconservadores que votan por los republicanos –entre ellos, el lobby de los cubanos de Miami-, aunque tengan que torcerle cotidianamente el cuello a la verdad. El sentido común se ha ido a bolina. Solo eso explica el por qué se presenta un infame programa en el que un gobierno extranjero y hostil habla por un pueblo al que ha bloqueado y hostigado durante más de 40 años, y por qué parece ser tragado como si nada por la opinión pública norteamericana y el traspatio europeo, donde se amplifica la obscena guapería del procónsul sin someterla, aunque sea ligeramente, por el tamiz de la duda.

Y el hecho es que el gobierno norteamericano, además de ir contra toda moderación, ni siquiera es original. Cuando Caleb McCarry dijo ayer lunes que se destinarán 80 millones de dólares a la “humanitaria” tarea de financiar a los que promueven la “democracia” en Cuba -es decir, más dinero para los mercenarios-, solo reactualiza las palabras de aquel subsecretario de Guerra de McKinley que soñaba con convertir a Cuba en Sodoma y Gomorra: “Nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos a fin de anexarnos a la Perla de las Antillas”. *

Estoy segura de que si nos despreciaran menos, si no viajaran blindados por el pánico a la gente y tuvieran el valor de acercarse para que los seres humanos comunes les diera sus opiniones, el presidente de Estados Unidos, la Secretaria de Estado y el procónsul oriundo del condado desconocido de Plainfield se sorprenderían de saber cómo piensa el cubano y cualquier otro habitante de la tierra con un mínimo de decencia. A la pregunta de por qué es inaceptable el plan diseñado por la Casa Blanca para Cuba, escucharían, por ejemplo, argumentos como el que escribió el Mayor General de la Independencia cubana, Máximo Gómez Báez, en su Diario, el 8 de enero de 1899 en plena –y dolorosamente vivida- intervención norteamericana: “Nada más racional y justo que el dueño de la casa sea el mismo que la va a vivir con su familia, el que la adorne y la amueble a su satisfacción y gusto, y no que se vea obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino.”

Nota

* Las citas de J. C. Breckenridge están tomadas de Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971. Tomo I, pp. 511-514.




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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 13/07/2006 14:51
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Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: mfelix28 Enviado: 13/07/2006 14:52
Uuuuy Matilda, esta no se me escapa.
Aprovecho la ocasión para poner , entera, la carta esa de Breckenridge a que hace mención tu mensaje.
Es una muestra de la bajeza a que pueden llegar los anexionistas, pasados presentes y futuros, cuando anhelan la anexión a un pais que piensa esto de ellos.
El Brenckenridge ese no era un don nadie era el Secretario de Guerra, cargo que desde 1947 pasó a llamarse "Secretario de Defensa" cargo que hoy ocupa, "dignamente" Donald Rumsfeld.

Carta de J.C. Brenckenridge al Teniente General N. A. Miles

DEPARTAMENTO DE GUERRA
OFICINA DEL SECRETARIO
WASHINGTON D.C.

24 de Diciembre, 1897

Teniente General N. A. Miles

Querido señor:

Esta Secretaría, de acuerdo con la de Negocios Extranjeros y de la Marina, se cree obligada a completar las instrucciones que sobre la parte de la organización militar de la próxima campaña en las Antillas le tiene dadas, con algunas observaciones relativas a la misión política que, como General en Jefe de nuestras fuerzas, recaerá en ustedes.

Las anexiones de territorios a nuestra República han sido hasta ahora de vastísimas regiones con escasa densidad de población y siempre precedidas por la invasión pacífica de emigrados nuestros; de modo que la absorción y amalgama de la población existente ha sido fácil y rápida.

El problema se presenta, con relación a las islas Hawai, más complejo y peligroso, pues la diversidad de fuerzas y el hallarse casi nivelados nuestros intereses con los de los japoneses, así lo determinan: pero teniendo en cuenta lo exiguo de su población, la corriente de emigración nuestra hará esos peligros ilusorios.

El problema antillano se presenta bajo dos aspectos: el uno relativo a la isla de Cuba y el otro a Puerto Rico, así como también son distintas nuestras aspiraciones y la política que respecto a ellas habrá de observarse.

Puerto Rico constituye una isla fieracísima, estátegicamente situada en la extremidad oriental de las Antillas, y a mano para la nación poseedora que sea dueña de la vía de comunicación más importante del Golfo de México, el día (que no tardará en lucir, gracias a nosotros) en que sea un hecho la apertura del lstmo de Darién. Esta adquisición, que debemos hacer y conservar, nos será fácil, porque al cambiar de soberanía, considera, tiene más de ganar que de perder, por ser los intereses existentes allí más cosmopolitas que peninsulares.

Para la conquista habrá que emplear medios relativamente suaves, extremando en nuestra ocupación del territorio con exquisito celo el cumplimiento de todos los preceptos de las leyes de guerra, entre naciones civilizadas y cristianas, llegando, sólo en caso muy extremo, el bombardeo de algunas de sus plazas fuertes.

Para evitar conflictos, las fuerzas de desembarque lo harán aprovechando los puntos deshabitados de la costa sur.

Los habitantes pacíficos serán rigurosamente respetados, como sus propiedades.

Recomiendo a usted muy especialmente procure ganarse, por todos los medios posibles, el afecto de la raza de color, con el doble objeto, primero, para procurarnos su apoyo para el plebiscito de anexión, y segundo, teniendo presente que el móvil principal y el objeto de la expansión de los Estados Unidos en las Antillas, es resolver de una manera eficaz y rápida nuestro conflicto de razas, conflicto que cada día aumenta, merced al crecimiento de los negros; éstos, conocidas las ventajosas circunstancias para ellos en las Indias Occidentales, una vez que estén en nuestro poder, no tardarán en ser inundadas por un desbordamiento de esta inmigración.

La isla de Cuba, con mayor territorio, tiene mayor densidad de población que Puerto Rico, y está desigualmente repartida; a pesar de ello, constituye el núcleo de población más importante de las Antillas. Su población la constituyen las razas blanca, negra, asiática y sus derivadas. Sus habitantes son por regla general, indolentes y apáticos. En ilustración se hallan colocados desde la más refinada hasta la ignorancia más grosera y abyecta. Su pueblo es indiferente en materia de religión, y por lo tanto, su mayoría es inmoral, como es a la vez de pasiones vivas, muy sensual; y como no posee sino nociones vagas de lo justo y de lo injusto, es propenso a procurarse los goces no por medio del trabajo, sino por medio de la violencia; y como resultado eficiente de esta falta de moralidad, es despreciador de la vida.

Claro está que la anexión inmediata a nuestra federación de elementos tan perturbadores y en tan gran número, sería una locura, y antes de plantearla debemos sanear ese país, aunque sea aplicando el medio que la Divina Providencia aplicó a Sodoma y a Gomorra.

Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros cañones, con el hierro y con el fuego; habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera, diezmen su población pacífica, y mermen su ejército; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en explorociones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuegos, y a ellas se encomendarán precisamente todas las empresas peligrosas y desesperadas.

La base de operaciones más conveniente será Santiago de Cuba, desde donde se podrá verificar la invasión lenta por camagüey, ocupando con la rapidez posible los puertos necesarios para refugio de nuestras escuadras en la estación de los ciclones.

Coetáneamente, o mejor dicho, cuando estos planes empiecen a tener cumplido desarrollo, se enviará un ejército numeroso a la provincia de Pinar del Río, con el objeto de completar el bloqueo marítimo de La Habana con la circunvalación por tierra; pero su verdadera misión será la de impedir que los enemigos sigan ocupando el interior, disgregando columnas de operaciones contra el ejército invasor de Oriente, pues dadas las condiciones de inexpugnabilidad de La Habana, es ocioso exponernos ante ella a pérdidas dolorosas.

El Ejército Occidental empleará los mismos procedimientos que el Oriental. Dominadas y retiradas todas las fuerzas regulares de los españoles, sobrevendrá una época, de tiempo indeterminado, de pacificación parcial durante la cual seguiremos ocupando militarmente todo el país, ayudando con nuestras bayonetas al gobierno independiente que se constituya, aunque sea informalmente, mientras resulte en minoría con el país. El terror por un lado y la propia conveniencia por otro, han de determinar que esa minoría se vaya robusteciendo y equilibrando sus fuerzas, constituyendo en minoría al elemento autonomista y a los peninsulares que se queden en el país.

Llegado este momento, son de aprovecharse, para crear conflictos al gobierno independiente, las dificultades que éste tiene que acarrear la insuficiencia de medios para atender a nuestras exigencias y los compromisos con nosotros contraídos los gastos de la guerra y la organización de un nuevo país. Estas dificultades habrán de coincidir con las reivindicaciones que los atropellos y violencias han de suscitar entre los dos elementos citados, y a los cuales debemos prestar nuestro apoyo.

Resumiendo: nuestra política se concreta a apoyar siempre al más débil contra el más fuerte, hasta la completa exterminación de ambos, para lograr anexarnos la Perla de las Antillas.

Con respecto a las posesiones asiáticas de España, en principio se ha resuelto un movimiento de división, cuya extensión y detalles oportunamente se acordarán, teniendo en cuenta que los celos de las potencias coloniales asiáticas, forzosamente nos obligan a limitar a estrecho círculo nuestra accción y, teniendo a la vez en cuenta, no excitar las susceptibilidades de Japón, ya demasiado vivas por la cuestión del Hawai.

La época probable de nuestra campaña será el próximo octubre; pero será conveniente ultimar el menor detalle para estar listos ante la eventualidad de que nos viésemos precisados a precipitar los acontecimientos para anular el desarrollo del elemento autonomista, que pudiera aniquilar el movimiento separatista.

Aunque la mayor parte de estas instrucciones están basadas en las distintas conferencias que hemos celebrado, estimaríamos nos someta usted cualquier observación que puedan la práctica y la conveniencia aconsejar como corrección, pero ateniéndose siempre, mientras tanto, a lo acordado.

Soy de usted sinceramente,

J.C. Breckenridge
Secretario de Guerra

Fuente:
Collazo, Enrique. La guerra de Cuba. Habana, 1926, p. 186.


 
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