La semana pasada, cuando todos hablaban de la propuesta de expropiar 400 mil hectáreas sobre el Acuífero Guaraní, motorizada por el piquetero y funcionario Luis D’Elía, pasaba inadvertida la carpeta enviada por el Poder Ejecutivo para tratar en Diputados el proyecto titulado “Regímenes promocionales de exploración y explotación de hidrocarburos”
“Los poderes públicos, con lentitud increíble y mezquindad inconcebible, han tardado seis años en poner en claro y hacer conocer al pueblo las inmensas riquezas que representan los grandes yacimiento de petróleo de Comodoro Rivadavia. Entretanto, han llegado los ulanos de descubierta, los syndicating operators que han acaparado la tierra de promisión, que han reclutado una falange de prosélitos (...) haciendo accionistas a ministros, legisladores, abogados, cagatintas de Sarmiento, jefes de divisiones y secciones administrativas, miembros de redacción de periódicos, directores de imprentas del Estado, jefes de la armada y el ejército, ministros de la religión, etcétera...”
La cita fue extractada del Memorandum que con fecha 8 de abril de 1913 redactara el ingeniero Luis A. Huergo, Director General de Explotación del Petróleo.
Los disparos contra Huergo no se hicieron esperar, desde un fuerte lobby petrolero que incluía a legisladores y funcionarios “comprados” por las empresas, a oficiales de la Marina y del Ejército debidamente “obsequiados”, a periodistas “ensobrados” y a empleados corruptos de la administración nacional, todo lo cual reforzaba la campaña tendiente a demostrar que el Estado no servía para explotar ni generar renta con el petróleo descubierto en la Patagonia.
Al valiente ingeniero comenzaron a hostigarlo y a hacerle el vacío en instituciones sociales y deportivas a las que concurría. Sin embargo, el presidente Roque Sáenz Peña y su ministro Adolfo Mujica leyeron atentamente el Memorandum, redactaron un proyecto legislativo nacionalizando la explotación y a la vez ordenaron por decreto la exploración de la cuenca petrolífera de Comodoro Rivadavia.
Como era de esperar, el lobby se movió para sabotear la ley. Un diputado conservador, Adrián Escobar, presentó un proyecto “alternativo” para crear una sociedad mixta. Argumentó Escobar: “el Estado no debe convertirse en industrial, sino limitarse a poner en evidencia la riqueza (sic) y después entregarla a la industria particular” (Diario de Sesiones 1913, Dip. II, página 1034)
El proyecto enviado por Sáenz Peña fue aprobado por Diputados, pero durmió el sueño de los justos en el Senado, sin que jamás se pusiera a consideración.
Una lucha desigual
“En nueve años transcurridos desde el descubrimiento de los yacimientos -escribe Arturo Frondizi en Petróleo y Política- los consorcios se limitaron cautelosamente a simular una exploración en gran escala. No explotaron, pues preferían que el Estado corriera los primeros riesgos o se desalentara, para mantener la importación de combustible y, en todo caso, para formular posteriormente exigencias indebidas si se les encomendaba la explotación”.
Se advierte con claridad, leyendo estos documentos, que la lucha por la soberanía argentina sobre los recursos energéticos fue siempre una lucha desigual.
Ciertamente, conoció momentos de equilibrio, al desarrollarse la empresa nacional y estatal de hidrocarburos (YPF), pero a fines del siglo XX, fruto de una ingeniería expoliadora comenzada con la dictadura del Proceso, y que continuó con la liquidación menemista, devino frustración y derrota para los intereses nacionales (y populares) argentinos.
Nuevas tácticas del enemigo
Cierta prensa maniatada y servil (con nada que envidiarle a la que denunciaba Huergo) va armando día tras día una agenda en la que los temas verdaderamente importantes (por ejemplo, el autoabastecimiento energético) son escamoteados o minimizados.
En el folklore se identifica como “táctica del tero” eso de gritar y alborotar muy lejos del nido en el que se han puesto los huevos. Cabe aquí la figura.
La semana pasada, cuando todos hablaban de la propuesta de expropiar 400 mil hectáreas sobre el Acuífero Guaraní, motorizada por el piquetero y funcionario Luis D’Elía, pasaba inadvertida la carpeta enviada por el Poder Ejecutivo para tratar en Diputados el proyecto titulado “Regímenes promocionales de exploración y explotación de hidrocarburos”
“El régimen promocional, dice un editorial del boletín Info-MORENO, establece beneficios impositivos (devolución anticipada del IVA, diferimiento del pago de Impuesto a las Ganancias, exclusión de los bienes afectados a las actividades de la base para el impuesto de Ganancia Mínima Presunta y exención de derechos de importación)”. Eso, para las denominadas nuevas concesiones.
“A las concesiones ya otorgadas -señala en otro pasaje- se les concede la posibilidad de subdividir las áreas, de modo que parte de ellas pueda considerarse como una nueva concesión y gozar de los beneficios mencionados...”
La renta petrolera argentina promedia actualmente los 12 mil millones de dólares anuales. De esos 12 mil millones, apenas un tercio se queda en el país, en concepto de impuestos y derechos. El resto, usando palabras de Mosconi, “toma el camino del mar”.
¿Necesitan los concesionarios petroleros -un oligopolio de sólo siete empresas, con una renta fabulosa- más promoción y más estímulo?
Ellos son responsables, entre otras cosas, del achicamiento de las reservas petroleras argentinas. En 1989, con YPF sin privatizar, había 40 años de gas y 25 de petróleo asegurados. Actualmente, fruto de la nula exploración, hay apenas 8 de gas y 4 o 5 de petróleo.
Otra pregunta incómoda: ¿Desea convalidar el gobierno actual, con esta renovación de las concesiones, la fraudulenta venta de las acciones de YPF, aquellas cedidas en los odiosos tiempos de Menem al precio vil de 19 dólares?
Sí, todo eso puede ocurrir, en un momento en que la máquina expoliadora denunciada por Huergo y por Silenzi de Stagni, una máquina que debió retroceder en inesperados escenarios como Bolivia, se dispone a conseguir en la Argentina una década más de privilegios y superganancias.
El cineasta Pino Solanas, consecuente defensor de la soberanía energética nacional, calificó alguna vez la venta de YPF como un “regalo de comadreja”.
La comadreja -volvemos al folklore- es un marsupial que hurta huevos de los nidos cuando no están los dueños de casa.
Ningún periodista osó preguntarle a Solanas, allá por los ’90, si la comadreja era Menem, por temor a su respuesta.
En agosto 2006, cuando el saqueo continúa, ya no preguntaremos quién es el tero y quién la comadreja. O quién es, a la vez, tero y comadreja. No hace falta.
Pelota de Trapo
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