Más fácil se coge a un obsesivo-compulsivo que a un cojo. Esa parece ser una de las tantas verdades freudianas. Basta, dijo el inminente siquiatra austriaco, con seguir, detenidamente, lo que escriben, dicen o realizan, para que salte la neurosis –que no la liebre—; o les salga el culillo, como dirían irreverentemente los cubanos. Eso, precisamente, podría ser lo que acaba de pasarle al periodista hispano-cubano-norteamericano Carlos Alberto Montaner, con el tema de la salud del presidente cubano Fidel Castro.