Dentro de la nueva escalada de Estados Unidos contra Cuba y Venezuela- como ejes del mal-, el gobierno de George W. Bush nombró, bajo "términos provisionales", al agente de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) Jack Patrick Maher, al frente de los equipos destinados a "recabar y analizar información de inteligencia" y "asegurar el desarrollo de estrategias" contra ambos países.
Su misión será acumular todo tipo de datos (sus espías trabajando a tiempo completo) para informar a sus jefes, quienes deberán "tomar las decisiones "sobre cómo desestabilizar, cómo invadir, o cómo crear argumentos para hacerlo.
De acuerdo con las "justificaciones" expuestas para invadir y ocupar Iraq en el año 2003, podemos tener una idea de qué se les exigirá a los informantes. Estos agentes deberán responder a las "necesidades" y objetivos de sus mandantes.
Es decir, inventar los argumentos, como en el caso de Iraq, donde se utilizó la supuesta posesión de armas de destrucción masiva -que nunca aparecieron- o la "amistad" con el terrorista "todo terreno" de la Casa Blanca, Osama Bin Laden, tan poderoso y ubicuo que tras las invasiones y asesinatos masivos de unas 200 mil personas, nunca pudo ser encontrado.
Aunque el presidente George W. Bush y su familia, socios directos de la familia Bin Laden, debían haber sido interrogados en el caso de los atentados contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001, jamás se les investigó.
A nadie escapa que los nuevos anuncios contra Cuba son parte de la ofensiva de siempre, pero especialmente lo que se fue trazando desde el 2002, y que se vio con claridad con la creación desde octubre de 2003 de una "Comisión de ayuda a una Cuba Libre" que luego se iría transformando en un proyecto de transición.
Esto comenzó bajo la dirección del general (r) Collin Powell, cuando aún era secretario de Estado. Ya en mayo de 2004 se había recomendado la creación del cargo de "coordinador" de la transición en Cuba, como surgió del informe del Departamento de Estado, que sugería además la inversión de 60 millones de dólares en el plan para "ayudar" a los cambios en la isla.
En julio de 2005 finalmente la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, anunció el nombramiento del especialista en asuntos latinoamericanos del Partido Republicano, Caleb McCarry, como "Primer coordinador de la Transición" en Cuba. En ese momento McCarry llevaba ocho años como funcionario del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
Rice fue muy precisa al mencionar los objetivos del funcionario designado: "acelerar el fin de la tiranía" en Cuba ya que se consideraba que durante 50 años, el presidente Fidel Castro había condenado a su pueblo a un destino de "represión y pobreza".
Precisamente lo dijo la secretaria de un Estado terrorista mundial que sólo tiene como forma de actuación y diálogo misiles, bombardeos, torturas, asesinatos masivos, miseria, genocidio para supuestamente "imponer la democracia", como sucede en Iraq.
Por supuesto que los trazos iniciales del plan contra Cuba se fueron incrementando en el sentido de una mayor intervención, como se vio en los informes de cada año, admitiendo que estaban dirigidos a la salida de Fidel Castro y el apoderamiento virtual de la isla, que siempre fue una obsesión para los gobiernos estadounidenses.
En una maniobra desesperada, pero abiertamente violatoria de las leyes internacionales, el pasado 23 de agosto, Tom Shaonn, jefe de la diplomacia de Estados Unidos para América Latina ofreció al gobierno de Cuba levantar el bloqueo comercial, que perdura desde hace 44 años, si ese país acepta una transición.
Es decir, Shanon y sus jefes parecen no haber entendido que Cuba no está en oferta pública, y que el alejamiento temporario del presidente Fidel Castro no está pensado como "transición", sino en cumplimiento constitucional y para preservar los enormes logros de una revolución asediada durante casi medio siglo.
Imbuidos de su impunidad internacional para actuar burlando todas las reglas, los funcionarios de la administración de George W. Bush creen que un "chantaje" de este tipo puede funcionar en un país cuyo gobierno y pueblo han resistido una política de guerra constante y en diversos frentes por parte de Estados Unidos y recurren a ofrecer espejos de colores como el más burdo colonialista, pero equivocado de siglo.
Parecen estar mal informados, a pesar de los miles y miles de espías que rondan fuera y dentro de la isla y de las campañas de prensa por todos los medios en el mundo.
Sólo quien no entiende lo que es una revolución como la cubana y el tipo de organización que se ha construido para resistir a la guerra declarada por el país más poderoso del mundo, puede hacer el ridículo como Shanon o Rice, o el mismo George W. Bush.
Precisamente Shanon recordó que en el año 2002 fue el propio Bush quien hizo esa misma "oferta" y dijo que "si los cubanos estaban listos para (...) crear un mecanismo y un camino hacia las elecciones, entonces, en consulta con el Congreso trataremos de hallar los medios de levantar el embargo" económico impuesto hace 44 por Estados Unidos. Omitió decir bloqueo, por supuesto.
Ofertas vanas sí las hay, tanto como aquella proposición de asesinato del comandante Fidel Castro que el legislador republicano de origen cubano Lincoln Díaz Balart, lanzó al aire el 20 de marzo de 2004 ( La Jornada de México) con la misma impunidad que la propuesta de Shanon.
También propuso la infiltración de "espías disfrazados de turistas extranjeros" para entrar a la isla caribeña, como si fuera una novedad, después de que esto se ha utilizado desde los principios de la revolución cubana.
"En Cuba se impone un magnicidio", dijo Díaz Balart hablando en un canal de Televisión (41) de Miami en una entrevista con Oscar Haza.
Añadió-para que no quedaran dudas de su gran apego a la democracia- "yo sí creo que debe hacerse", al responder a una pregunta sobre si era correcto que un legislador de Estados Unidos propusiera el asesinato del presidente de otro país.
Está claro que Díaz Balart tenía razones para estar desesperado, ya que en los proyectos de "transición" o mejor dicho de "anexión" elaborados por Estados Unidos desde 2002 y "mejorados" en tácticas y estrategias cada año, esperaba ser instalado como presidente de facto de cualquier tipo de acción que emprendiera Washington contra su país de origen.
La misión de esos espías para los que después incluso se dedicaron millonarias partidas de dineros era "ayudar a producir cambios en Cuba", realizar algunas acciones y también, por supuesto, lograr información suficiente para las necesidades bélicas estadounidenses, en caso de optar por algún tipo de invasión, como está planteado en los anexos secretos.
Díaz Balart estaba blanqueando ante la opinión pública lo que de hecho Estados Unidos había intentado hacer en centenares de ocasiones para asesinar a Fidel Castro.
Los planes de Bush prosiguen e incluso considerando una recuperación del líder cubano, la estrategia de desestabilización aumentará progresivamente. Así lo dicen y es en el campo de la información donde esta guerra sucia aumentará sus decibeles.