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Cuba por los Cinco: Ganarle al águila con plumas de tocororo
Enrique Milanés León
Con atisbos intermitentes de grandeza, la prensa de Estados Unidos se empequeñece cada vez más para ponerse a la altura del sistema que la alimenta. El proceso que se ha seguido en Miami contra los Cinco luchadores antiterroristas cubanos refleja, en sus reglas comunes y excepciones periodísticas, esta inclinación a la tinta indigna.
Se sabe que la mentira es manca: escribe de un solo lado; en Estados Unidos y el mundo occidental los medios son controlados cada vez más por centros de poder de derecha que estampan, en periódicos distantes de la honradez, todo tipo de intereses políticos y económicos. Así, los supermedios estadounidenses y europeos denotan el supermiedo de sus editores y periodistas a ir más allá de guiones preestablecidos por sus dueños y por los dueños de sus dueños.
De este tipo de prensa, presa a fin de cuentas del sistema que la sostiene, en Cuba no podemos esperar mucho. Veamos un ejemplo vinculado al proceso contra Los Cinco: tras la honestidad que pareció mostrar en julio de 1998, cuando Ann Louise Bardach y Larry Rother publicaron brabuconadas anticubanas de Luis Posada Carriles, y parte de su historial como terrorista, con "hipervínculos" incluidos, The New York Times buscó rápidamente su propia manera de retractarse y retratarse.
Al producirse, luego de la denuncia, la algarabía de la Fundación Nacional Cubano Americana, las amenazas y otras técnicas "persuasivas" de la ultraderecha, el Times envió a Cuba a uno de sus reporteros estrellas, Timothy Golden, quien estuvo aquí a mediados del año 1998 y recibió toda clase de información de inteligencia sobre las operaciones terroristas anticubanas de organizaciones asentadas en Estados Unidos.
Lo recibieron muy altas personalidades de la Revolución y tuvo además una extensa entrevista con un agente de la seguridad cubana recién regresado de La Florida y "quemado" en aquella coyuntura. Cuba entregó a The New York Times pruebas irrefutables que en las páginas de ese periódico hubieran constituido un importante elemento de contención, aunque fuera eventualmente, de acciones violentas contra la Isla.
Pero en lugar de hacer un periodismo digno y fidedigno, el periódico, "espejo" del periodismo objetivo en todo el mundo, aquel que es tomado como paradigma de valentía editorial, calló elocuentemente. Unos treinta días después de la entrevista de Golden con nuestro agente, eran apresados en Miami varios cubanos, entre ellos Los Cinco. No se olvide que por esa fecha viajaron también a La Habana altos funcionarios del FBI que pusieron bien bajo, con el uso que le dieron a los informes recibidos, el prestigio de la Oficina.
En este caso, la información fue usada para mentir y condenar a la víctima, en lugar de denunciar al victimario. Para colmo de males, y calma de mafias, The New York Times se apareció, el 5 de enero del 2003, con un artículo bochornoso en el que el propio Golden acusaba a Cuba y difamaba de los Cinco Héroes al presentarlos como espías y vulgares criminales.
Si eso pasa con los tiburones, qué esperar de las sardinillas. El Nuevo Herlad, que en altura ética no llega a ser un medio de prensa, sino un centavo de presa, ha fomentado y multiplicado por años el síndrome de los "espías cubanos", quienes han dispuesto, bajo ese calificativo, de una sección perenne en su portada digital que ya ustedes imaginan cuántos embustes ha difundido.
La campaña contra los "espías" surgió en un momento especial en que la Fundación andaba de capa caída por la falta de liderazgo y de prestigio. Entre otras mentiras, el peor de los dos Herald, que ya es mucho decir, se dedicó a propagar la idea de que los cubanos amenazaban la seguridad de Estados Unidos, planeaban sabotajes en La Florida e iban a destruir aviones y aeropuertos norteamericanos. Ellos integraban, según el órgano de musiquilla anticubana, una red poderosa con tecnología de punta, afirmación desmentida por la realidad en los rigurosos registros de que fueron víctimas sus familias.
Es curioso que en su alegato de autodefensa -preparado mucho antes de los ataques del 11 de septiembre del 2001-, Gerardo Hernández sugería a las agencias de inteligencia estadounidenses que se ocuparan de vigilar a organizaciones realmente terroristas, como Al Qaeda, y no armaran artificialmente un caso de falso espionaje contra ellos.
En cambio, en el Herald y en otros medios de prensa se llegó a hablar de 600 agentes cubanos infiltrados en el país norteño, y todo ello conformó un ambiente hostil para los nuestros en el que la prensa condenó antes que nadie a los presos. Como dato significativo debe recordarse que las acusaciones que empleó la fiscalía fueron primero publicadas en El Nuevo Herald y luego incluidas en el proceso judicial.
A la vergüenza en Miami siguió recientemente la desfachatez en Atlanta. El camino es largo, pero lenta, profunda, la verdad de Los Cinco se abre paso. En la maleza tupida que debe enfrentar se halla el verbo mentiroso de una prensa que ha tomado su pluma del águila imperial y no se resigna a ser vencida, una y otra vez, por el vuelo corajudo de los tocororos.

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