Chávez, pon las barbas en remojo…
Freddy Lepage

  Miércoles, 4 de octubre de 2006

El resultado inesperado de las elecciones en Brasil debe tener muy preocupado al candidato continuista de la revolución. Cuando todo el mundo daba por sentado que Lula ganaría cómodamente, sin necesidad de una segunda vuelta, los brasileros dijeron -en las urnas- lo contrario. 

Lula, a diferencia de Chávez, se dedicó a gobernar para todos en general, apostando a la búsqueda de la prosperidad nacional. En ningún momento tuvo ínfulas de líder continental, a pesar de contar ese país con una de las economías más importantes del mundo y jugar un papel de primer orden en Latinoamérica. Sin embargo, los casos de corrupción que, desde el inicio de su administración surgieron a la luz pública, empañaron lo que pudo ser un triunfo indiscutible. Eso, sin entrar en consideraciones esotéricas sobre la pava siríaca que irradia el teniente coronel hacia todos aquellos a quien apoya (incluyendo a Fidel Castro…). 

Si tomamos en cuenta los apretados resultados de las últimas elecciones en Perú y México, aunados a los del domingo pasado en el país de la samba, se puede colegir un denominador común en todos estos procesos: una fuerte polarización entre las ofertas políticas predominantes. Los pueblos de este lado del mundo no están dispuestos a entregar cheques en blanco a ningún gobernante, independientemente de su popularidad o carisma. Otro factor capital a destacar es la condición profundamente democrática de los organismos electorales de esos países, demostrada por la seriedad, profesionalismo, autonomía e independencia en la toma de decisiones. 

Ahora bien, la campaña electoral venezolana está adquiriendo un cariz interesante. Se palpa un “espíritu nuevo”, como bien lo señalara Teodoro Petkoff. Las condiciones para el comandante de la revolución se tornan –a pesar de contar con un Poder Electoral totalmente sumiso- cada día más complicadas. Su discurso ya no entusiasma. Y repetir las mismas trapacerías de elecciones anteriores no luce tan fácil. No se puede engañar a la gente siempre con el mismo truco. El pueblo está despertando del letargo. Busca nuevos horizontes para salir de la pobreza y la miseria. Parece que llegó la hora de cobrar las mentiras, los engaños, de quienes se hacen pasar por revolucionarios a fin de seguir disfrutando de los “placeres” del poder. 

Los venezolanos no pueden estar ajenos a esta toma de conciencia sobre el voto como instrumento de expresión de la voluntad popular y castigo a los malos gobernantes. A esta arrolladora manifestación democrática. Por eso aquí va a ocurrir un sacudón para terminar con esta pesadilla de 8 años de atropellos y latrocinio. Si Lula a pesar de su buen gobierno, los brasileros le cobran la corrupción; con más razón los venezolanos debemos pasarle factura a Chávez por su pésima y corrupta gestión administrativa, por la regaladera de la renta petrolera en el exterior, por la deriva cada vez más autoritaria y militarista y por las aspiraciones reeleccionistas indefinidas, como si fuese dueño del país. 

Llegó la hora de cobrar de verdad verdad. De no achicopalarse. De salir a la calle a no dejarse arrebatar el triunfo democrático del 3D. A conquistar la paz, el progreso y el bienestar colectivo; sin discriminaciones odiosas, ni exclusiones impías, como las de la revolución bolivariana. Venezuela, al igual que los demás pueblos del continente, tiene derecho a vivir en democracia. Esta oportunidad no se puede dejar pasar. ¡Chávez tiene las barbas en remojo!...