José Martí y su labor por la unidad del pueblo cubano" "No estoy aquí para créditos ni fama —sino para salvar la revolución y para salvarlos. Adiós, sale el tren. Ame a su amigo, y confíe en él. Este hombre no es vencido ni ceja."
José Martí
RAÚL RODRÍGUEZ LA O
Desde el propio inicio de la primera guerra de independencia el 10 de Octubre de 1868, los españoles al percatarse del valor, principios, dignidad y decisión de los insurrectos cubanos por alcanzar la victoria o perecer en la contienda, optaron, como única vía posible para hacer fracasar la revolución, por las actividades de inteligencia y contrainteligencia con el objetivo de dividir al pueblo cubano y así poder derrotarlo.
En tal sentido desarrollaron un plan para penetrar, sobornar, debilitar, corromper, intrigar, desinformar, mentir, promover campañas de carácter racista y de clase entre los jefes y combatientes cubanos que, lamentablemente, surtió efecto y fue entre otras cosas, la causa principal de la derrota de los mambises mediante la firma del Pacto del Zanjón, el 10 de febrero de 1878, luego de diez años de heroica lucha y resistencia en los campos y ciudades de nuestra Isla.
Y José Martí, ese insigne habanero que desde la primera guerra sufrió presidio y destierro por identificarse con la causa de su pueblo y que como él mismo afirmara, nunca estuvo para créditos ni fama, sino para salvar la revolución y con ella a todo el pueblo cubano, se percató tempranamente de los diabólicos propósitos de los enemigos de la independencia para dividirnos y vencernos. En consecuencia, con gran capacidad e inteligencia hizo todo lo posible para impedir sus objetivos.
Por eso en sus prédicas revolucionarias, labor proselitista, patriótica y divulgativa, sobre todo a partir de 1880 en función de la unidad del pueblo cubano, denunció sistemáticamente esas intenciones y planes de los gobernantes coloniales españoles, así como también de los gobernantes norteamericanos que con iguales intenciones esperaban de modo oportunista la ocasión propicia para apoderarse de Cuba. Por tales razones, con el objetivo de dotar a las fuerzas cubanas de las herramientas necesarias para impedir la labor divisionista y diversionista enemiga, comenzó a estructurar y estructuró de manera eficiente como un perito en esos temas, los órganos de inteligencia y contrainteligencia de las fuerzas independentistas cubanas que se disponían a iniciar la tercera y última guerra de 1895, fundamentalmente a partir de 1892 tras la fundación del periódico Patria y el Partido Revolucionario Cubano.
En su discurso "Lectura de Steck Hall", en Nueva York, el 24 de enero de 1880, durante el desarrollo de la Guerra Chiquita, hace un profundo análisis valorativo del proceso revolucionario cubano desde la guerra de 1868 y de las causas de nuestros errores, reveses, divisiones internas y debilidades que ocasionaron la derrota de los independentistas cubanos y se pronuncia por la unidad como único modo para poder vencer al colonialismo español. En tal sentido, entre otras cosas, expresó en dicho discurso:
"Consumada la tregua de febrero, por causas más individuales que generales, en no escasa parte ya desaparecidas, y que a engaños y a celos se debieron, más que a cansancio y flojedad de los cubanos."
Con esa misma línea de pensamiento tras el fracaso del plan insurreccional Gómez-Maceo, dirige una carta a Juan Arnao, fechada el 5 de diciembre de 1887, en nombre de la Comisión Ejecutiva que bajo su dirección trata de organizar nuevamente el movimiento revolucionario cubano donde le manifiesta:
"La Isla se está poniendo en pie: ¿y nosotros, a quienes vuelve los ojos, no nos pondremos en pie? ¿por estarnos examinando unos a otros, y murmurando unos de otros, pondremos a la patria en peligro, y dejaremos de hacer lo que nos ordena?"
Luego en carta a Fernando Figueredo, fechada en Nueva York, el 9 de febrero de 1892, al insistir en la unidad tan necesaria para la causa de la independencia cubana, le expresa, entre otras cosas, lo siguiente:
"Yo, con mis modos de sigilo, porque lo que importa es hacer, aunque no se vea quien hace, me he dado entero a esta tarea de unión, y de morir en ella; sólo sus enemigos lo son míos. Por eso, al día siguiente de la capitulación que censuraban otros, comencé a mover, en el suelo mismo de Cuba, la guerra con los capitulados; por eso me senté, dos años después del Zanjón, a presidir la Junta de Guerra en que un capitulado venía haciendo de secretario (se refiere al general Carlos Roloff); por eso autoricé sin miedo la capitulación del último jefe a quien, por su genio militar y su alma cívica, quiero como a un hermano (se refiere al general Emilio Núñez, último insurrecto de la Guerra Chiquita en deponer las armas); por eso, apenas se desvaneció, por su desorden interior, aquella tentativa, porque no hubo modo de ordenarla, convidé a los caudillos de la capitulación a ir combinando desde entonces todas las fuerzas allegables para una guerra fuerte, breve y republicana. "
Con motivo de la fundación por Martí del periódico Patria, el 14 de marzo de 1892, como vocero de la emigración y para intensificar la campaña de propaganda revolucionaria a favor de la independencia, el Apóstol publicó en dicho órgano de prensa un artículo correspondiente a ese día titulado "Nuestras ideas", en el cual señaló:
"Nace este periódico, a la hora del peligro, para velar por la libertad, para contribuir a que sus fuerzas sean invencibles por la unión, y para evitar que el enemigo nos vuelva a vencer por nuestro desorden."
Y en ese mismo número del periódico Patria, publica otro artículo titulado con igual nombre donde, al alertar a nuestros futuros combatientes y cubanos en general de la actividad divisionista del enemigo, expresa: "La prisa del enemigo en levantar la discordia indica sobradamente que no se ha de ser cómplice del enemigo."
Posteriormente publicará en Patria, correspondiente al 28 de mayo de 1892, otro interesante y a mi juicio antológico artículo sobre el tema que nos ocupa bajo el título de "La campaña española", en una de cuyas partes podemos leer lo siguiente:
"El gobierno español se ha cosido a la realidad; ha señalado uno por uno a sus enemigos: los sigue con un hombre al talón, por dentro y fuera de la Isla: desmorona, con la prisión oportuna, o la amenaza, o el soborno; cada grupo que comienza a apretarse la cintura: divide por la calumnia, y por el hábil cultivo de las pasiones humanas, a los cubanos en quienes un reparto personal o una obligación de clase o un mal entendido compañerismo pudiesen más que el deber para con la patria."
Y en ese mismo artículo anterior señala más adelante de forma sencilla y muy didáctica lo siguiente:
"En guerra vivimos, con nombres de paz, y el triunfo será necesariamente de los más preparados, y de los más astutos. Es de deber denunciar, para que nadie se llame a engaño, ni proteste desconocimiento, ni se deje llevar por la pasión a donde quiere llevarlo el enemigo, ni colabore, con los pretextos de la maldad o la soberbia, al desorden y derrota de su país, los métodos especiales, tenaces, y todavía fructuosos, de la campaña española.
"Del más sutil y eficaz de estos métodos no se habrá de extrañar nadie, puesto que por el aprovechamiento de las disensiones internas pudo España vencer una guerra que por las armas no pudo vencer jamás."
Un año y algunos meses anteriores a lo ya expresado, en su formidable ensayo "Nuestra América", publicado en 1891, ya se había referido de modo especial a la necesidad de la unidad, particularmente frente al peligro que según su clara y profética visión política representaban ya para Cuba y América los Estados Unidos cuando escribió:
"Lo que queda de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza sino con las armas de almohada. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra (...) Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las raíces de los Andes. A los sietemesinos les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses."
Finalmente, con ese propósito de unidad indispensable para alcanzar la victoria y muy coherente con la evolución de su línea de pensamiento teniendo en cuenta la realidad de la experiencia independentista cubana durante el siglo XIX, concibió la creación del Partido Revolucionario Cubano, en abril de 1892, como ya hemos indicado. Sobre dicha organización partidista y lo que representaba para él publicaría en Patria, correspondiente al 3 de marzo de 1892, un artículo titulado "El Partido Revolucionario Cubano", donde expresó lo siguiente:
"Pero el Partido Revolucionario Cubano, nacido con responsabilidades sumas en los instantes de descomposición del país, no surgió de la vehemencia pasajera, ni del deseo vociferador e incapaz, ni de la ambición temible; sino del empuje de un pueblo aleccionado, que por el mismo Partido proclama antes de la república, su redención de los vicios que afean al nacer la vida republicana. Nació uno, de todas partes a la vez. Y erraría, de afuera o de adentro, quien lo creyese extinguible o deleznable. Lo que un grupo ambiciona cae. Perdura, lo que un pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano."
Con todos y por el bien de todos, así nació también la Patria, bajo la acción rebelde de Carlos Manuel de Céspedes aquel día en la Demajagua, marcada por la voluntad de la independencia y el supremo anhelo de justicia social.