| Inmigrantes ilegales: ¿por qué arrastrar a los niños a tan grave peligro? |
Reynold Rassí
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ALBERTO BORREGO |
La irresponsabilidad tiene sus matices y también un límite. Hay algunos que dicen llamarse padres y querer a sus hijos. Sin embargo, en su afán por alcanzar las costas de Miami, por cualquier medio y precio, a fin de lograr sus sueños de llegar a la "tierra prometida", arrastran consigo a los menores al grave peligro de perecer ahogados en alta mar o ser devorados por los tiburones.
Aquellos cuyos oídos son receptivos a los "cantos de sirenas" de la asesina Ley de Ajuste Cubano y salen ilegalmente del país en balsas o lanchas provenientes de territorio norteamericano, pueden jugar con sus vidas, pero deberían ser lo suficiente sensatos para no hacerlo con las de sus hijos.
El 6 de septiembre el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos devolvió a Cuba un grupo de 43 personas: 19 hombres, 12 mujeres y 12 menores, entre siete meses y 14 años de edad.
Una de las salidas ilegales se produjo el 31 de agosto, en una balsa rústica, con cinco hombres a bordo todos de Matanzas. Partieron desde una playita situada entre la capital yumurina y Varadero. Tras dos días de navegación contactaron con un barco de pesca norteamericano que les dio agua y comida, pues se les había agotado, y luego los recogió el Servicio de Guardacostas.
La otra salida fue en una lancha rápida procedente de Miami, por las costas de Varadero, el dos de septiembre. En esta embarcación, con capacidad para 10 personas, viajaban 38 además de los tres lancheros: 5 de La Habana, 5 de Ciudad de La Habana, 27 de Villa Clara y uno de Las Tunas. Los 12 menores iban en este grupo. Fueron detectados por Guardafronteras cubanos, quienes les acompañaron hasta aguas internacionales y avisaron al Servicio de Guardacostas norteamericano que los interceptó.
Andrea Collazo González, de 39 años y natural de Villa Clara, viajaba con sus dos hijos: Dayana, de 3 años, y Daniel, de 11. "La lancha iba sobrecargada y es cierto que tenía miedo de que ocurriera algo. Me fui con mis hijos porque mi esposo está en Miami, quien se fue hace un año también en una lancha, y quería reunirme con él. Reconozco el peligro que corríamos todos, pero es la única forma de poder viajar a los Estados Unidos".
Ruperto Sosa Granados, de 51 años, de Sagua la Grande, iba con su esposa Miriam Nodarse, y sus hijos Yoan, de 10 años, y Juliana, de 5. Labora en una UBPC de Sitiecitos.
"Supe del viaje porque nos avisaron por teléfono que una lancha vendría a recogernos, y nos indicaron el lugar en que debíamos encontrarnos. En la embarcación íbamos "apretujados". Este viaje así es un riesgo enorme y los niños no deben correr ese peligro. En verdad he pasado un mal rato. Después que el Guardacostas nos interceptó los lancheros fueron separados y no los vimos más".
Juana Orquídea Fernández Gálvez, de 33 años, residente en Santo Domingo, Villa Clara, marchaba con su hijo Diego C. Rodríguez Fernández, de 7 meses de edad. "Sabía que mi esposo me avisaría para hacer un viaje en lancha, pues él se fue para Miami en mayo del 2000 de igual forma. Ahora pagaría a los lancheros si llegábamos bien allá. Sentí miedo y sabía del riesgo que corríamos, pero es la única forma en que podemos encontrarnos con él. Si se me da otro viaje en estas condiciones, volvería a irme no obstante el peligro que representa. Por la vía legal sé que la Oficina de Intereses de EE.UU. nunca me daría visa".
En lo que va de año, han sido devueltas a Cuba 591 personas por los Servicios de Guardacostas norteamericanos y 19 por la base naval de Guantánamo.