La violencia de los desesperados
inSurGente (Tadeo Sevilla).- Nuevamente el edificio que ocupan las oficinas del The Miami Herald, el más importante diario del sur de La Florida, ubicado a solo pasos de la bahía de Miami, fue escenario de un acto de violencia que volvió a estremecer la tranquilidad ciudadana, esta vez con el atrincheramiento de José Varela, un caricaturista de origen cubano que conminó a los empleados de El Nuevo Herald, a abandonar el edificio, armado de una copia de plástico de una subametralladora MAC-11 con mirilla infrarroja.
Vestido con una chaqueta de camuflaje, lentes oscuros y un suéter con las siglas FBI, Varela irrumpió en las oficinas del director del periódico Humberto Castelló, destruyendo computadoras y lanzando al piso papeles, archivos y cuadros y dando gritos de que «
era el nuevo director del diario» y que venía a solucionar de una vez y por todas, los conflictos entre la dirección del periódico y el exilio cubano. Portaba además un cuchillo de seis pulgadas, según las informaciones posteriores a su arresto.
El espectáculo que fue transmitido en vivo por diferentes cadenas de televisión duró aproximadamente tres horas y media, tiempo suficiente para que los especuladores de Miami, armados de micrófonos y corbatas de segunda revolvieran las viejas grietas que existen entre los ejecutivos del diario y el ala más radical y extremista del exilio cubano en Miami, que supone que la libertad de expresión, desde su punto de vista, significa total sumisión del periódico a sus postulados “
ideológicos”.
Varela, quien trabajó por muchos años como caricaturista político del diario, trató de convertirse en una suerte de Don Quijote a la “
cubana”, después de los incidentes ocurridos en octubre pasado, tras el despido de tres periodistas que cobraban dinero de una agencia federal del gobierno norteamericano que destina sus fondos a una brutal campaña de desinformación contra el pueblo de Cuba a través de Radio y TV Martí y que posteriormente fueron restituidos en sus puestos por la presión de influyentes personalidades de la política vinculadas al exilio cubano.
La acción violenta del caricaturista estaba dirigida a llamar la atención de la prensa local y nacional, exigiendo la renuncia de Humberto Castelló, director de
El Nuevo Herald y Tom Fiedler, vicepresidente y editor ejecutivo del
The Miami Herald, quien calificó recientemente de “
chihuahuas” a los microfoneros de
Radio Mambí, una obsoleta emisora local de corte radical, que se ocupa entre otras aventuras periodísticas a acusar a los directivos de
The Miami Herald de cómplices del gobierno cubano.
«
Estás hablando con el nuevo director del periódico, y estoy aquí para desenmascarar los verdaderos conflictos del periódico…Aquí se burlan de los exiliados (cubanos), hay problemas con el pago» dijo el caricaturista amotinado en la primera conversación con uno de los reporteros que se comunicó telefónicamente. «
Tú sabes que el periódico dura poco hoy, se acabó este problemita ya, esto es una pocilga y alguien tiene que pagar, alguien tiene que hacerlo, porque esto va a ser como limpiar la m... Es tiempo suficiente ya que se están burlando de la gente, hoy lo van a ver como una violencia. Pero alguien tiene pagar y ese va a ser Castelló'', agregó José Varela en uno de los varios contactos que tuvo con la prensa.
Despedido de su empleo desde el mes de febrero, Varela continuó publicando sus caricaturas en el diario en calidad de colaborador. También había sido despedido de un canal local de televisión por su actitud violenta y agresiva y presentaba conflictos con su esposa, de quien estaba separado desde hacía tres meses. Un currículum psicológico que lo impulsó a tomar nuevamente una decisión de carácter violento, pero esta vez argumentando las tesis que se han estado exacerbando por meses por los que pretenden que el más importante diario de la ciudad de Miami, se convierta en un libelo político del exilio “
histórico” que lucha “
enconadamente” contra el gobierno de La Habana desde la tranquilidad de este pueblo costero del sur de Estados Unidos. «
Estoy cansado de hacer caricaturas de Bush y de Fidel (Castro)
como un bobo», declaró vía telefónica a un reportero.
La violenta ocupación de las oficinas del periódico emprendida por José Varela, que le costará enfrentar a las cortes de justicia por tres cargos de asalto agravado, es el resultado de la frustración en que se ve envuelto el radicalismo más totalitario dentro del llamado exilio “
histórico” cubano. Cada día las muestras de aislamiento son más evidentes, la falta de reconocimiento por parte de los medios de comunicación en Estados Unidos son palpables y el retórico discurso anticastrista se va quedando entre los límites marginales de un ghetto de exiliados que ya pocos toman en cuenta.
El Nuevo Herald no es más que un periódico imparcial, desde la visión de sus propietarios, la poderosa cadena norteamericana de periódicos Mc Clatchy. También lo era cuando estaban bajo la égida del consorcio Knight Ridder. Pero los exiliados cubanos jamás aceptan como válido si lo que se escribe sobre Cuba no está en su tónica agria, visceral y agresiva contra las autoridades y el pueblo de la Isla. Una confrontación que han pretendido llevar más allá de las fronteras de un exilio forzoso sin los resultados que esperaban.
Los cubanos exiliados, de ser los hispanos más favorecidos en los Estados Unidos, se autoproclaman como una etnia supuestamente “discriminada”. Una discriminación que sustentan en la base de no recibir la ayuda necesaria por parte del gobierno estadounidense para liberarse de Fidel Castro -entiéndase que no vayan las tropas norteamericanas a resolverles su problema- y restablecer las viejas estructuras neocoloniales en la Isla. Una discriminación que es sinónimo de derrota y cansancio en una enconada lucha contra la realidad.
De hecho, el agresivo caricaturista José Varela se comparó, en una de sus comunicaciones telefónicas con los negociadores de la policía de Miami, con la activista afroamericana Rosa Parks, la negra que se negó a cederle el asiento en un autobús a un hombre blanco, y se convirtió en el detonante que trajo como consecuencia un fuerte movimiento de la comunidad negra norteamericana contra el brutal racismo en Estados Unidos. Solo que esta vez, Varela no se convirtió en chispa ni existe un verdadero, genuino y creíble movimiento entre los cubanos de Miami, que permita alcanzar los verdaderos sueños de libertad, democracia y prosperidad para su pueblo.
«
Aquí tienen que rodar cabezas…..o estoy muerto ya» dijo Varela a la policía antes de ser arrestado. «
Yo no soy ciudadano americano, vine (a Miami)
porque soy un refugiado político y lo sigo siendo. No vine por oportunismo, no vine por el sueño americano. Pregúntale a la gente si hay sueño americano, pregúntale a la gente que se está muriendo en Irak. Ahora déjame, que me tengo que concentrar», concluyó. Palabras de un hombre desesperado, compulsado por un radicalismo totalitario que no acepta el futuro, pero por encima de todo, frustrado de su propia vida y sin un ápice de esperanzas.