UN BRINDIS POR LOS HÃROES - LA CUBA DEL GRAN PAPIYO

Un brindis por mis héroes

Por Tadeo Sevilla

Este 2 de diciembre no estaré en La Habana y habrá demasiadas millas separándome de la felicidad de mi pueblo y de mi gente, que se levantará temprano a festejar los cincuenta años de una epopeya que cambió radicalmente las esperanzas del cubano y para celebrar los ochenta años de Fidel.

No podré pararme en el balcón de mis algarabías ni salir a recorrer las viejas calles de mi infancia, con la convicción de ser uno más de los que edifica y construye el futuro. No estaré envuelto en las multitudes de obreros y mujeres que convierten sus presiones en euforia, ni veré la cara del hijo de mi vecina que sabe que todos construyen su porvenir a fuerza de brazos y coraje.

No compartiré cara a cara la alegría infinita de mi pueblo que resiste los embates de los frustrados, ni alzaré mi bandera cubana por encima del amanecer, ni tendré la dicha de sonreír en el jolgorio de todos y con todos, ni seré uno más de los que aplaudan en la esquina de mi juventud porque continúe en seguras manos el timón de la Patria.

Lejos de casa, levantaré una copa en honor a los valientes. A los que jamás conocieron el miedo y no dudaron en seguir el camino marcado por la Historia. Brindaré tranquilo por mis muertos, por mis mártires y por mis héroes. Por todos los que escribieron con sangre la palabra Patria y se quedaron eternamente como legado en nuestra Tierra.

Aunque lejos, este 2 de diciembre me sentiré orgulloso de ser cubano y de vivir este trozo de historia que me corresponde. De ser parte de un pueblo heroico que se sacrifica y ríe al unísono. Orgulloso de ser hijo de ese pueblo que se crece y se multiplica ante los peores acontecimientos y se agiganta para defender con las uñas el precio de su libertad. Aunque lejos de casa, brindaré en mis soledades porque la Patria es mucho más que el pedazo físico que pisamos, y mucho más que el aire que nos alimenta. La Patria se arraiga en nuestra piel y morimos con ella sembrada en el corazón.

Este amanecer de diciembre lo pasaré muy lejos de mis anhelos pero confiado en el futuro de mi gente, porque en las entrañas de ese pueblo están los herederos de aquellos jóvenes que iniciaron el camino para sacudir a los explotadores, para reivindicar a los campesinos, para salvar la Patria que hoy les agradece su coraje.

La ruta del yate Granma es invariable a la distancia de medio siglo y sus ochenta y dos tripulantes se multiplicaron en millones de soldados, que serán capaces de repetir la epopeya si el clarín volviera a repicar anunciando batalla. Porque a Cuba la defenderán sus mejores hijos, que jamás permitirán que la bota extranjera pise nuestras playas.

Ahí está erguido el Comandante de todos los cubanos, el que jamás tembló ante los embates del Imperio. Ahí está Fidel a sus ochenta primaveras, el líder indiscutible de los humildes, el conductor seguro de una Revolución más grande que ella misma, para seguir marcándonos el destino en nuestra lucha eterna por la independencia. A pesar de todas las calamidades, de los mal nacidos que festejan una muerte frustrada, ahí está el Comandante firme, como una palma real, para seguir conduciendo a su pueblo por el camino de la victoria.

Cuba es ejemplo de todos. De los oprimidos y los hambrientos, de los explotados y los pobres. Cuba es el símbolo más alto de la rebeldía contra la injusticia y una luz permanente en los sueños del Tercer Mundo por su definitivo despertar. Cuba es la espina clavada en la garganta del imperialismo, que jamás han podido poner de rodillas, a pesar de sus mercenarios, sus amenazas y sus bloqueos.
Este 2 de diciembre no estaré en La Habana, pero mi corazón volará a muchas millas de distancia y se mezclará entre la alegría de mi pueblo. No tengo dudas que me sentiré, aunque lejos de la Patria, el más orgulloso de todos los cubanos.

La redaccion y todos los colaboradores de inSurGente se unen al brindis de Tadeo: Nuestro hombre en Miami.