Foto: Jorge Luis Baños Hernández
Ahora no han faltado quienes hacen las más diversas especulaciones con el claro propósito de confundir y desviar la atención de los aspectos esenciales.
Esos alineados con el imperio ocultan deliberadamente las imágenes de lo ocurrido durante una hora y 50 minutos de la mañana de ese día, en la Plaza de la Revolución José Martí, en la ciudad de La Habana.
Fue una inobjetable demostración de la voluntad patriótica y revolucionaria de los cubanos de continuar y defender la obra iniciada hace medio siglo. De ello fueron testigos más de dos mil personalidades de numerosos países participantes en las actividades organizadas por la Fundación Guayasamín para celebrar el 80 cumpleaños del presidente Fidel Castro y decenas de medios de prensa extranjeros que reportaron las incidencias desde la histórica Plaza citadina.
Es oportuno señalar que el desfile militar, efectuado a la vera del Héroe Nacional José Martí, fue solo una pequeña muestra de las tropas de infantería y los medios de combate modernizados por la industria nacional con que cuenta la mayor de las Antillas para preservar su independencia y soberanía.
En cuanto al pueblo que desfiló en marcha apretada de 300 mil ciudadanos, es apenas una representación de la participación popular en las diferentes estructuras de la defensa y procedían solamente de cuatro de los 15 municipios de Ciudad de La Habana.
No faltan tampoco quienes esgrimen la peregrina tesis, tal como acostumbran los medios al servicio de la mafia contrarrevolucionaria de Miami, de que se trata de un pueblo obligado.
Resultará curioso conocer la explicación de cómo se las arreglan los comunistas cubanos para lograr que la población marche obligada y, además, lo haga con alegría y entusiasmo, portando millares de pancartas con mensajes de apoyo a la Revolución y de cariño por Fidel, elaboradas por su iniciativa con medios artesanales propios.
Lo más sensato que pueden hacer la Casa Blanca y sus aliados, si fueran capaces de asumir una conducta sensata, es convencerse de una vez y para siempre, que ese pueblo, amenazado con anexos secretos, es el que tendrían que enfrentar si cometieran la insensatez de agredirlo.
Se trata de una comunidad humana de millones con toda la autoridad moral necesaria para plantearle al poderoso vecino, con naturalidad, madurez y firmeza, su disposición a llevar el diferendo a la mesa de negociaciones en pie de igualdad y el más absoluto respeto.
Sobre el tema tampoco caben las especulaciones, pues el segundo secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y General de Ejército Raúl Castro, al reiterar la disposición al diálogo, fue muy claro y lo hizo en términos que no ofrecen lugar a dudas.
El homenaje al medio siglo del inicio de la lucha guerrillera contra la tiranía de Fulgencio Batista estuvo incuestionablemente a la altura de la trascendencia de aquella acción histórica encabezada por Fidel Castro.
El Presidente cubano, ciertamente, no asistió a la Plaza pues cumple disciplinadamente, como lo prometió, con las indicaciones médicas, pero más allá de su presencia física, estuvo allí multiplicado en el corazón y en el brazo poderoso de los cubanos encargados de continuar la obra.
Definitivo. Las especulaciones esta vez han quedado en la incómoda posición de quien se encuentra en bancarrota.