La paz es una necesidad primordial para todos los pueblos del mundo, no solamente para la República de Vietnam
Silvia González Martínez
El 30 de abril de 1975, entraban en Saigón las primeras tropas del Ejército de Liberación; el Ejército norteamericano, derrotado en los arrozales y las ciudades, y menos en "campus universitarios" de Estados Unidos, desde California hasta el Este como han pretendido falaces "historiadores", abandonaban por fin el sudeste asiático; un año después, en julio de 1976, proclamaban la República; la publicación de la foto de una niña quemada por napalm, huyendo despavorida, estremecería a la opinión pública internacional.
La publicación de una fotografía atribuida al periodista norteamericano Nick Pat, quien recibe el Premio Pulitzer por la foto de la niña Kim Phuc que no hizo y, además, que estaba en Saigón cuando el Ejército norteamericano bombardeó las aldeas, ocho del mes julio de 1972. La foto fue realizada en unas afueras de Tay Ninh, a 50 kilómetros de Saigón, y su publicación estremecía a la opinión pública de tal forma que es entonces, no antes, cuando empezó a extenderse la preocupación por aquella guerra apocalíptica que nadie conocía. La guerra contra Vietnam, potenciada pero no declarada por el Gobierno de Estados Unidos, se remontaba a más dede veinte años atrás, en los confines del planeta. La fotografía premiada es la de una pequeña niña vietnamita, desnuda, corriendo enloquecida, y rodeada de niños que hacían lo propio ante los soldados.
Aquella niña se llama Pham Thi Kim Phuc. Entonces estaba a punto de cumplir los nueve años, cuando huía de otro bombardeo de la aviación estadounidense; fue alcanzada por el mortífero napalm, haciendo estragos en la fragilidad de su cuerpo infantil. Estuvo en estado de coma varios días, sobrevivió a la barbarie, se reponía poco a poco en los precarios hospitales vietnamitas de campaña; luego, en una clínica alemana, y ya por fin, fueron médicos cubanos los que lograron el milagro de ponerla en pie. Estudió en la universidad de La Habana; hoy es una hermosa mujer, comprometida con su pueblo, que transmite alegría a todo el que la conoce. Ahora es Embajadora de Buena Voluntad por la Cultura de la Paz, nombrada por UNESCO y vive en Toronto, Canadá, con su marido y sus hijos.
Luchar sin demayo por una Cultura de Paz en el mundo
Estuvo fugazmente en España, en ejercicio de sus funciones. Aunque tiene 40 años, Kim Phuc sufre aún secuelas de aquellas graves heridas producidas por el napalm y es reconocida por luchar sin desmayo por la paz, la tolerancia y una cultura universal contra todas las guerras, según dijo Mayor Zaragoza, entonces presidente de UNESCO, delante de 186 delegados de los Estados en la Conferencia General, órgano supremo de esa organización, quienes le dedicaron a Kim Phuc la ovación más prolongada que se ha producido en la UNESCO a lo largo de toda su ya larga historia.
Todavía hoy sigue tratándose de aquellas heridas de napalm
Veintinueve años después de que la foto terrible de Kim Phiuc estremeciera al mundo, niña del napalm, cuando ha cumplido cuarenta años, Pham Thi Kim Phuc sigue recuperándose de sus heridas. Entre las intervenciones, los injertos y la potenciación del crecimiento celular, Kim Phuc, como le llaman sus allegados, sigue firme en sus convicciones.
En La Habana, Kim Phuc nos habló de todos los años que ha estado luchando internamente contra cada una de sus heridas y el deterioro corporal. Según un médico que la atendía, que la intervino quirúrgicamente, fueron las ganas de vivir las, que impidieron su anunciada muerte. En 1972, los bombardeos norteamericanos sobre las aldeas vietnamitas eran constantes y, en uno de ellos, su familia se vió obligada a refugiarse en una pagoda; después de tres días de insufribles e intensos bombardeos le tocó el turno, esa vez con napalm, a la iglesia budista. La familia de Kim Phuc forzó a sus niños a que abandonaran el lugar rápidamente.
Pero saliendo de aquella pagoda, me cogen olas del fuego del napalm. Recuerdo unos aviones, que volaban muy bajo y muy despacio. Soltaron las bombas y recuerdo poco más. Mi reacción fue instintiva. No recuerdo ningún detalle; sé que corrí, tratando de salirme de aquel fuego. Es imposible olvidarme que algo se había pegado a mi cuerpo y que me estaba quemando viva.
Corrió sin rumbo alguno durante unos kilómetros, junto con otros niños, no sabe cuántos, y así lograba salir del lugar elegido cual objetivo militar por la aviación del Ejército norteamericano. Es entonces cuando le hacen esa famosa foto que recorrería este planeta. Cuando la encuentra su padre, Kim Phuc estaba totalmente destrozada; las quemaduras alcazaban el setenta por ciento del cuerpo. La ingresan en aquel hospital de campaña de zona lacustre, y con escasos recursos clínicos. Las esperanzas de los médicos para salvarla eran nulas, prácticamente. Llegando a ese instante del relato, Kim Phuc sonreía con unos ojos vidriosos mientras sus manos se estrechaban, felicitándose a sí mismo por no haber muerto como les pasó a millones de compatriotas suyos.
Yo vivo, vivo, algo que no lograron muchos de mis amigos y familiares. Vivo y doy gracias a mi pueblo. ¡Estoy aquí y estoy viva! Pero no debo ni puedo, ni quiero olvidar nunca aquella terrible pesadilla de muerte y destrucción que tuvimos que sufrir todos los vietnamitas.
Desde la rupestre clínica de campaña, Kim Phuc fue trasladada urgentemente a una zona de seguridad e ingresada en otra de más dotación quirúrgica asistencial. Su estado hizo temer por su vida durante más de cuatro meses; había perdido gran parte de sus defensas y los procesos de rehidratación que le hacen contra los efectos del napalm eran lentos y clínicamente difíciles.
El pecho hacia abajo, en la cama, durante seis meses
El tratamiento que me hicieron, aunque yo no era consciente de lo que hacían; fue muy duro. Durante casi seis meses estuve tumbada boca abajo; no podía comer ni ingerir nada por las quemaduras en labios y boca. Viví con transfusiones de sangre, suero y goteo. Para aliviar el dolor corporal, además de calmantes, limpiaban permanentemente mi cuerpo con agua fresca, chorros del agua, aliviándome como nadie puede imaginarse.
Más tarde, Pham Thi Kim Phuc, sobre todo en hospitales habaneros, fue sometida a transplantes de piel. Según nos decía Kim Phuc recientemente, aún tiene dolores y fatiga, pero cada día está más recuperada, y con ganas de proclamar a los cuatro vientos que su pueblo sigue en pie, con mucha ganas de salir adelante a pesar de tantas dificultades posteriores a los Acuerdos de Paz.
Las neuralgias que solía tener, se iniciaban en el cuello y continuaban hacia la cabeza. Hay que tener en cuenta que mi piel no es natural y que, por tanto, carece de poros. Por eso he tenido muchos contratiempos para estudiar y para trabajar; al empezar a estudiar Medicina, mi salud se quebró del todo, y tuve que suspender las clases, uno de los sueños de mi vida. Fue entonces cuando conocí a Pery Kzet, el periodista alemán que hizo esta foto que está delante, aunque se le atribuyera después a Nick Pat. Me propuso llevarme al Centro de Curación de Quemaduras que está en Alemania, a trescientos kilómetros de Bonn, y que él correría con todos los gastos que fueran. Fue una suerte. Es un amigo, un periodista comprometido con la verdad y con la justicia. Nunca me pidió nada a cambio, ni tan siquiera quiso hacerme fotos para su trabajo.
Los médicos cubanos, en La Habana, terminan de curarla
Allí mismo, en el Centro de Curación de Quemaduras de la República Federal alemana, fue operada varias veces, desde su ingreso en el hospital especializado en julio del año 1984. Allí logran que sus brazos recuperasen casi el 95 por ciento de la flexibilidad natural.
Le recomponen y le arreglan el cuello y la nuca, la cintura, todas las articulaciones y todo su cuerpo, de arriba abajo. Pero la recomposición casi total la completarían con operaciones posteriores en Cuba en un record de intervenciones que superaba el medio centenar.
No solamente para Vietnam, sino para todos los países del mundo, la paz es una necesidad primordial y muy urgente, nos decía cuando nos despedimos, insistiendo una y otra vez que debíamos hacerlo extensivo a todos los seres del mundo.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)