(El sepelio más triste del mundo)
Después de haber reconocido los cadáveres, las señora visiblemente afectada; y con los ojos rojos, de tonto llorar, pero sin ni una lagrima visible, se dirigió hacia nosotros y nos dijo: a mi y a mi hermana.... ¿pueden ustedes buscar un teléfono publico, y llamar al hospital, dijo? No sabíamos que hacer, yo y mi hermana.
Nos retiramos de aquella escena del dolor en busca del teléfono más cercano. ¿A quién llamar? ¡Pensábamos! Mi hermana pasar de su temperan edad era y fue siempre bien “picarona” , de modo que tenia un novio en el departamento de salvamentos de la Cruz Roja Salvadoreña. Pues tomamos la decisión de llamarle precisamente a él. ... Creo que está en el local, dijo mi hermana con una voz reseca y muy cansada por causa del gran “trote”.
Por fin, el teléfono publico. “Espero que hoy sí funcione esta mierda, dijo mi hermana un poco perturbada, no sé si por el cansancio o por la pena de ver el dolor de aquella familia, amiga y vecinos nuestros.
La señora nos dio unas monedas que traía consigo en su cartera. Eran unas 8 o 9 monedas de 05 centavos y de 10 centavos de colón.
Llamamos a la Cruz roja. Un miembro de comandos de salvamento nos respondió. Preguntamos por “Wualter” el novio de mi “picarona” hermana... Si, si acá está nos dijo aquel tipo. Una música aún de los años 70 se escuchaba en el fondo.
NO se preocupen dijo, voy a llamar a un familiar mío, que es un medico forense, nos dijo. Nos regresamos tranquilos pero con una mezcla de cansancio y muy afectados por el drama al cuál íbamos.
Cómo a eso de 10 o 15 minutos de haber llegado, desde el teléfono publico al lugar de los hechos, oímos las sirenas de una ambulancia. Pero no era ninguna ambulancia sino que un carro patrulla de la Policía Nacional quiénes venían con el médico forense, supuestamente para reconocer los cadáveres. En efecto así fue.
Era el médico forense. Nos pidió que nos retiráramos. La chica hija de mi vecina, no podía ocultar el gran odio hacia aquellos policías, qué todo el mundo sabia que eran los mismos escuadrones de la muerte, con el disfraz de “agentes buenos”.
Cerca de las 5 de la tarde, es decir, las 17 horas aproximadamente el forense dio la autorización para recoger los cuerpos. Fue a pesar de todo, y, a pesar de todo lo que cabe dentro de un gran dolor humano, una suerte que aquella familia pudiese reconocer y poder velar y darle cristiana sepultura a sus victimas. Porque después y por el año 82 y a mediado del año anterior, las familias no podían reconocer a sus victimas porque era una forma de delatarse antes los escuadrones de la muerte. Sucedía, que tres días después del entierro de una victima, de los escuadrones de la muerte, los escuadrones de la muerte iban a matar al resto de la familia.
Así pues, a las 18 horas aproximadamente los cuerpos de aquellas mujeres yacían en Santa Ana. Se improviso con la gran ayuda de todos los vecinos del barrio una “funeraria” en casa de nuestra vecina, dado que ninguna de las funerarias había querido abrir sus puertas; supuestamente por miedo a la criminal represión de los escuadrones de la muerte.
Cómo a eso de las 19 horas, el padre de mi chica dentro a la casa con dos ataúdes ayudado por unos trabajadores de la funeraria.
Sería tonto, o tal vez desconsiderado decir que aquel funeral fue “alegre”. De todos modos, a pesar que aquellas dos personas habían sido asesinadas por la sin razón derechista, la casa se lleno de gente. Y es que el santaneco es altamente solidario. Pero otra pena en el corazón (lamente) de aquella sufrida y atormentada familia: El esposo y padre de las victimas aún seguía desaparecido.
“Este relato es un homenaje a la victimas civiles muertas y desaparecidas a mano de los escuadrones de la muerte en mi país El Salvador.