(Versiones Taquigraficas-Consejo de Estado)
Familiares de los cubanos asesinados el 6 de octubre;
Compatriotas:
Conmovidos, luctuosos, indignados, nos reunimos hoy en esta histórica Plaza para despedir, aunque solo sea casi simbólicamente, los restos de nuestros hermanos asesinados en el brutal acto de terrorismo perpetrado contra un avión civil en pleno vuelo con 73 personas a bordo, de ellas 57 cubanos. La mayor parte de los restos yacen en las profundidades abismales del océano, sin que la tragedia haya dejado a los familiares allegados ni aun el consuelo de sus cadáveres. Solo los restos mortales de ocho cubanos han podido ser recuperados. Ellos se convierten así en símbolo de todos los caídos, el único resto material al que daremos sepultura en nuestra tierra de quienes fueron 57 saludables, vigorosos, entusiastas, abnegados y jóvenes compatriotas nuestros. Su edad promedio apenas rebasaba los 30 años aunque sus vidas eran ya, sin embargo, inmensamente ricas en su aporte al trabajo, al estudio, al deporte, al afecto de sus familiares allegados y a la Revolución.
Cuando leemos las biografías de cada uno de ellos vemos qué espléndida hoja de servicios al país constituyen sus vidas. El capitán de la nave habla sido elegido, este mismo año, Héroe Nacional del Trabajo. Muchos habían recibido la Medalla XX Aniversario. Numerosos entre los tripulantes habían prestado distintos servicios internacionalistas y los atletas acababan de escribir una brillante e insuperable página deportiva, ganando la totalidad de las medallas de oro en las competencias regionales de esgrima que acababan de efectuarse en Caracas. Muchos eran militantes de la Juventud o del Partido, todos se destacaban en sus actividades, cada uno de ellos había sido un claro ejemplo de cómo la dedicación al estudio, a la superación, al trabajo y al cumplimiento del deber es hoy la característica esencial de nuestros conciudadanos.
No eran millonarios en viaje de placer, no eran turistas que disponían de tiempo y de recursos para visitar otros países; eran humildes trabajadores o estudiantes y deportistas que cumplían con modestia y dedicación las tareas asignadas por la patria.
Entre los viajeros del avión había 11 jóvenes guyaneses, seis de ellos seleccionados para realizar estudios de medicina en Cuba, vidas que se pierden de hombres cuyo destino era salvar vidas en su país subdesarrollado y pobre. También murieron cinco abnegados ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea, un pueblo tanto tiempo asediado por Estados Unidos, que visitaban países de América Latina en viaje de amistad.
En pleno vuelo el avión fue destruido por una carga explosiva a los pocos minutos de haber despegado del aeropuerto de Barbados. Con heroísmo indescriptible los bravos y expertos pilotos de la nave hicieron un supremo esfuerzo para hacerla regresar a tierra, pero el equipo, ardiendo y casi destruido, solo pudo permanecer en el aire unos minutos más. Contaron, sin embargo, con el tiempo y la entereza suficiente para explicar que había ocurrido una explosión a bordo, que la nave ardía e intentaban regresar a tierra. Es inimaginable el drama que tiene que haber significado para los pasajeros y los tripulantes la explosión y el incendio encerrados en una nave aérea a una altura aproximada de 6 000 metros.
Alguna agencia imperialista de inmediato habló sobre un posible fallo mecánico, pero en cinta grabada quedaron registradas todas las palabras del piloto trasmitidas al aeropuerto de Barbados. A esa evidencia se sumaron inmediatamente otras. Dos individuos con documentos que los acreditaban como venezolanos habían tomado el avión en Trinidad para descender del mismo en Barbados antes del accidente; casi inmediatamente después que la nave estallara en el aire tomaron otro avión de regreso a Trinidad, donde se alojaron sin equipaje alguno en el más lujoso hotel. A petición de las autoridades de Barbados, a quienes se les habían hecho sospechosos, fueron arrestados.
Las investigaciones iniciadas por la policía de ambos países arrojaron de inmediato indicios que hacían recaer sobre ellos la fuerte presunción de ser los autores materiales del sabotaje.
Por el carácter de la documentación, las autoridades de Venezuela tuvieron también rápido conocimiento de los hechos y acceso a la investigación. Al día siguiente, 7 de octubre, el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, en cable de condolencia a Cuba, calificaba el hecho de abominable crimen. En términos públicos semejantes se expresó después, en la sede de Naciones Unidas, el propio Primer Ministro de Barbados. El hecho de que esos gobiernos —cuyos funcionarios tenían acceso a las fuentes más inmediatas e importantes de información, que eran los propios arrestados, las circunstancias que rodeaban su conducta y sus documentos— calificaran el acto como terrorismo, era ya de por sí muy significativo.
Aunque desde las primeras informaciones el Gobierno de Cuba no albergaba la menor duda acerca de la causa de la tragedia, se abstuvo de hacer declaración alguna en espera de analizar cuidadosamente las noticias que se fueran recibiendo, así como los antecedentes e informes —unos públicos y otros confidenciales— que obraban en su poder.
En los primeros instantes no se conocía con exactitud la verdadera identidad de los detenidos. Se habló de la posibilidad de que la documentación fuera falsa. Se dieron a la publicidad los nombres de Freddy Lugo y José Velázquez y se dijo que este último se hacía llamar también José García, mencionándose que portaba más de un pasaporte. Se publicó también, más adelante, que la cónsul de Venezuela había conversado cinco horas con los detenidos y que el Embajador de Estados Unidos en Barbados había partido apresuradamente hacia Washington. No obstante, las noticias en torno a los arrestados y otros detalles y circunstancias de interés se guardaban bastante herméticamente.
El 9 de octubre el Gobierno de Venezuela declaró que Freddy Lugo era ciudadano venezolano y que se proseguían las pesquisas para identificar a José Velázquez o José García.
El 10 de octubre varias fuentes absolutamente fidedignas de círculos periodísticos de Venezuela, indignados por el monstruoso crimen, hicieron llegar a Cuba informes de suma importancia. Estos revelaban que un fotógrafo del periódico El Mundo, llamado Hernán Ricardo, dos semanas atrás habla sido visto en compañía de Félix Martínez Suárez, conocido enemigo de la Revolución Cubana, y dos sujetos más. Que este Hernán Ricardo era inseparable de Freddy Lugo. Que dos días después de la explosión de una bomba en las oficinas de Cubana de Aviación en Panamá, Hernán Ricardo había llegado al aeropuerto de Maiquetía procedente de ese país. Que poseían indicios ciertos de que dicho sujeto contaba con tres pasaportes, uno de ellos a nombre de José Velázquez. Se añadía que en la propia redacción del periódico El Mundo había alardeado conocer que un avión cubano sería volado en Barbados.
Pero lo más esencial e importante que nos comunicaron estas fuentes bien informadas de Venezuela, es que en amplios círculos se conocía que Hernán Ricardo era agente de la CIA, que muchas veces manejaba informes procedentes de la misma y que, devengando un sueldo relativamente modesto de 1 600 bolívares, poseía un automóvil de 40 000 y un apartamento de 100 000. Algunas personas lo habían oído también comentar con Freddy Lugo sobre cursos de explosivos que estaban recibiendo. Que por todos estos antecedentes ellos sospechaban que el otro arrestado, que se hacía pasar por José Velázquez, era Hernán Ricardo.
Dos días después, el 12 de octubre, el Gobierno de Venezuela anunció oficialmente que el segundo detenido, José Velázquez, era realmente Hernán Ricardo.
Esto lo explica todo.
A los informes procedentes de Venezuela debemos añadir que, de acuerdo con los datos que obran en nuestro poder, Félix Martínez Suárez es reputado agente de la CIA.
Noticias públicas procedentes de Venezuela hablan sobre fabulosas cantidades de dinero entregadas a los autores materiales del hecho.
El territorio de Venezuela fue incuestionablemente usado para la materialización del sabotaje en la fase final del mismo y ciudadanos de ese país, sin lugar a dudas, fueron los autores materiales del horrible crimen. Pero esto no nos conduce a confusiones de ninguna índole.
Es cierto que en Venezuela existe un grupo de connotados elementos contrarrevolucionarios cubanos, con cierto acceso a determinadas esferas políticas, que están implicados en los planes imperialistas de terrorismo contra nuestra patria y que es muy difícil que algunos de ellos no hayan tenido que ver con los hechos. Pero nosotros no albergamos la menor duda de que el Gobierno de Venezuela es absolutamente ajeno a los planes agresivos de Estados Unidos contra Cuba; que su actitud hacia nuestro país ha sido honesta; que tal como lo ha prometido el propio presidente Carlos Andrés Pérez, hará una investigación exhaustiva sobre las implicaciones que en los repugnantes hechos pueden haber tenido ciudadanos venezolanos o residentes en el país, y que exigirá responsabilidad a quien corresponda por la utilización del territorio de Venezuela como base de agresiones para actos terroristas.
El reclutamiento de ciudadanos y el empleo del territorio de otros países para realizar actos de esa naturaleza, son métodos típicos de la CIA.
Al principio teníamos dudas si la CIA había organizado directamente el sabotaje o lo elaboró cuidadosamente a través de sus organizaciones de cobertura integradas por contrarrevolucionarios cubanos; ahora nos inclinamos decididamente por la primera tesis. La CIA tuvo una participación directa en la destrucción del avión de Cubana en Barbados.
Lo más repugnante de este caso es el empleo de mercenarios que por dinero son capaces de segar en unos segundos 73 preciosas vidas de personas indefensas, con las cuales incluso viajaron en el avión minutos antes.
En los Ultimos meses el Gobierno de Estados Unidos, resentido por la contribución de Cuba a la derrota sufrida por los imperialistas y los racistas en Africa, junto a brutales amenazas de agresión, desató una serie de actividades terroristas contra Cuba. Esa campaña se ha venido intensificando por día y se ha dirigido, fundamentalmente, contra nuestras sedes diplomáticas y nuestras líneas aéreas.
El 9 de julio del presente año, en Kingston, Jamaica, solo varias semanas antes del sabotaje al avión de Barbados, una potente bomba hizo explosión en el vagón que cargaba los equipajes del vuelo de Cubana de Aviación que se dirigía hacia Cuba. El artefacto no estalló dentro de la nave en pleno vuelo, debido a que se produjo un atraso en el arribo de la misma.
El 2 de octubre de este año, cuatro días antes del sabotaje al avión en Barbados, el periodista contrarrevolucionario Llano Montes, que tiene razones para estar bien informado sobre esos menesteres, publicó en El Mundo de Caracas que una bomba de dinamita plástica había sido colocada bajo el ala de un avión de la Compañía Cubana de Aviación en Barbados y que la misma se había despegado por un pequeño derrame de gasolina cuando el avión iba por la pista para iniciar el vuelo. Añadió que un empleado de Seguridad del aeropuerto encontró la dinamita plástica en el suelo, le quitó el detonador y la llevó a las oficinas, de donde desapareció sin que diera cuenta a sus superiores.
En los actos de terrorismo perpetrados contra Cuba en todos los estados de la zona del Caribe y Centroamérica que mantienen relaciones con nuestra patria, han sido utilizados no solo los territorios de esos países: México, Panamá, Colombia, Jamaica, Barbados, Trinidad Tobago y Venezuela, sino además los de otras naciones vecinas como Santo Domingo y Costa Rica, donde también residen, se mueven y organizan los terroristas, sin excluir, desde luego, Estados Unidos, Puerto Rico, Nicaragua y Chile donde tienen sus bases y actúan abiertamente con apoyo oficial. En el desarrollo de estas actividades él imperialismo ha violado descaradamente la soberanía y las leyes de numerosos países del área.
Los autores de estos crímenes se mueven impunemente por todas partes; cuentan con recursos financieros inagotables; utilizan pasaportes de Estados Unidos como ciudadanos naturalizados de ese país o documentos reales o falsos de otros numerosos países, y emplean los medios más sofisticados de terror y crimen.
¿Quién si no la CIA, al amparo de las condiciones de dominio e impunidad imperialistas establecidas en este hemisferio, puede realizar estos hechos?
Un aspecto importante es la estrecha asociación de la Agencia Central de Inteligencia con las tiranías de Nicaragua y Chile para llevar a cabo estos planes.
Aunque ya en los días del ataque mercenario a Girón los territorios de Nicaragua y Guatemala sirvieron de base a las agresiones armadas contra Cuba, y más adelante los ataques piratas se llevaron a cabo desde bases en Miami, Puerto Rico, Santo Domingo y Costa Rica, en la actualidad los mismos grupos de elementos contrarrevolucionarios están siendo utilizados también por Somoza y Pinochet de acuerdo con los fines específicos de cada cual, no solo contra Cuba, sino también contra Panamá, Jamaica, Guyana, el movimiento popular chileno y otros movimientos progresistas latinoamericanos.
Es bien conocido que la CIA, siempre que fraguó un plan de acción contra Cuba en los días de Girón o más adelante, para perpetrar la interminable cadena de ataques piratas, actos subversivos y desembarco de armas organizados y dirigidos por ella, en cada ocasión enmascaró siempre sus actividades bajo el manto de determinadas organizaciones contrarrevolucionarias cubanas. Es imposible recordar la cantidad de nombres y siglas que esta tenebrosa institución yanki ha creado